Los trastornos disociativos son trastornos mentales que implican una desconexión y falta de continuidad entre pensamientos, recuerdos, acciones, identidad y entornos. Las personas con un trastorno de este tipo, escapan de la realidad de formas involuntarias y poco saludables, causando graves problemas en el funcionamiento diario.
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Amnesia disociativa: el principal síntoma es una pérdida de memoria que es más grave que un olvido normal y que no puede justificarse por la existencia de una enfermedad. No se puede recordar la información sobre si mismo ni sobre acontecimientos y personas de tu vida, en especial, los relacionados con un momento traumático. Consiste en una incapacidad para recordar información personal importante, generalmente de naturaleza traumática o estresante. En este trastorno se produce una alteración reversible de la memoria que impide al paciente recordar verbalmente experiencias previas. Estos episodios suelen aparecer tras acontecimientos traumáticos o situaciones muy estresantes. La amnesia disociativa puede presentarse, aunque no muy a menudo, de manera repentina. Es más probable que esta forma aguda de amnesia tenga lugar durante un acontecimiento bélico o después de una catástrofe natural. En la amnesia disociativa se han descrito varios tipos de alteración de la memoria:
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Amnesia localizada: el individuo no puede recordar los acontecimientos que se han presentado durante un período de tiempo circunscrito, por lo general las primeras horas que siguen a un acontecimiento profundamente perturbador.
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Amnesia selectiva: el individuo puede recordar algunos (aunque no todos) acontecimientos que se han presentado durante un período de tiempo circunscrito.
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Amnesia generalizada: la imposibilidad de recordar abarca toda la vida del individuo. Las personas con este extraño trastorno acuden generalmente a la policía, al servicio de urgencias o al hospital general.
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Amnesia sistematizada: es una pérdida de memoria para ciertos tipos de información, como los recuerdos relacionados con la propia familia o con alguien en particular.
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Fuga disociativa: la característica esencial de este trastorno consiste en viajes repentinos e inesperados lejos del hogar o del puesto de trabajo, con incapacidad para recordar alguna parte o la totalidad del pasado del individuo, se acompaña de confusión sobre la identidad personal e incluso de la asunción de una nueva identidad. La mayoría de las fugas no implican la asunción de una nueva identidad. Si ésta se produce, normalmente se caracteriza por presentar rasgos más afiliativos y más desinhibidos que los que caracterizaban a la personalidad anterior. En tales casos, el individuo puede darse a sí mismo un nuevo nombre (incluso cambiando al género opuesto), elegir una nueva residencia y dedicarse a actividades sociales complejas que estén bien integradas y que no sugieren la presencia de un trastorno mental.
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Trastorno de despersonalización: la característica esencial de este trastorno consiste en la presencia de episodios persistentes de despersonalización, caracterizados por la sensación de extrañeza o distanciamiento de uno mismo. El individuo se siente como si estuviera viviendo en un sueño o en una película. Puede existir la sensación de ser un observador externo de los procesos mentales, del propio cuerpo o de una parte de él. La despersonalización es una experiencia común, su diagnóstico debe realizarse sólo cuando la sintomatología sea lo suficientemente grave como para provocar malestar o deterioro de la actividad normal de la persona.
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Trastorno de desrealización: es una alteración pasajera de la percepción o de la experiencia del mundo exterior del individuo de forma que aquel se presenta como extraño o irreal. Entre otros síntomas se incluyen las sensaciones de que el entorno del sujeto carece de espontaneidad, de profundidad o de matices emocionales. Es posible que otras personas y cosas que te rodean se perciban distantes, borrosas o como en un sueño, que el tiempo transcurra más lenta o más rápidamente y que el mundo parezca irreal.
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Trastorno de identidad disociativo: anteriormente conocido como “personalidad múltiple”, se caracteriza por “alternar” diferentes identidades. La característica esencial de este trastorno es la existencia de dos o más identidades o estados de la personalidad que controlan el comportamiento del individuo de modo recurrente. El trastorno de identidad disociativo refleja un fracaso en la integración de varios aspectos de la identidad, la memoria y la conciencia. Cada personalidad se vive como una historia personal, una imagen, una identidad e incluso un nombre distintos. Generalmente hay una identidad primaria con el nombre del individuo, que es pasiva, dependiente, culpable y depresiva. Las identidades alternantes poseen habitualmente diferentes nombres y rasgos que contrastan con la identidad primaria. En circunstancias muy concretas el individuo puede asumir determinadas identidades que pueden diferir en la edad, el sexo, el vocabulario, los conocimientos generales y el estado de ánimo Puede existir pérdida de memoria no sólo durante períodos de tiempo recurrentes, sino también una pérdida total de la memoria correspondiente a gran parte de la Infancia. Las personas con trastornos de identidad disociativo, en general también tienen amnesia disociativa y a menudo, sufren fuga disociativa.
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Trastornos disociativos no especificados: se incluye esta categoría para los trastornos en los que la característica predominante es un síntoma disociativo (p. ej., alteración de las funciones normalmente integradas de la conciencia, memoria, identidad, o de la percepción del entorno) que no cumple los criterios para el diagnóstico de trastorno disociativo específico.

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Un individuo no es consciente o capaz de controlar sus respuestas disociativas.
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Las respuestas disociativas ocurren en momentos inapropiados.
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La intensidad de las respuestas perjudica su vida.
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Vertical: implicaría una disminución del nivel de conciencia, donde parte de lo que hacemos, sentimos, pensamos etc. Está por debajo del nivel de conciencia. Implica una fragmentación entre distintos estados de consciencia, no necesariamente graduables en función de un nivel. En este tipo de disociación, se habla es de represión. La información reprimida suele estar encubierta y fragmentada, y aunque llegue a la conciencia, sus significados están ocultos (p. e., en sueños o lapsus del lenguaje). El descubrimiento de la información reprimida a menudo requiere la repetición de varios ensayos mediante interrogatorios intensos, psicoterapia o psicoanálisis, con su posterior interpretación (es decir, los sueños). En la represión, la psicoterapia clásica implica la interpretación, incluyendo la elaboración de transferencia.
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Horizontal: donde no hay una disminución del nivel de conciencia sino que ésta está fragmentada. En este caso, existen distintos sistemas mentales no integrados, dentro de una misma persona, en esto consisten los antiguamente llamados trastornos de personalidad múltiple, actualmente denominados trastornos de identidad disociativos. En la disociación, la organización estructural de los contenidos mentales es horizontal, con subunidades de informaciones separadas pero igualmente accesibles a la conciencia. La información disociada se almacena sin transformarse (y en forma delimitada). A menudo, la recuperación de los datos disociados es directa. Para ello se emplean técnicas, como la hipnosis, que permitan acceder a los recuerdos ocultos. En la disociación, el objetivo central de la psicoterapia es la integración, mediante el control de acceso a los estados disociados y la elaboración de los recuerdo traumáticos.
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Orientados a la supervivencia: comer, descansar, trabajar, estudiar, explorar, apego al cuidador, apego a las crías, aislamiento para curar heridas, etc.
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Orientados a la defensa frente a una amenaza: lucha, huída, sumisión, congelamiento, grito de ayuda, aislamiento para curar heridas, etc.
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Disociación estructural primaria: es la menos grave y es definida como la “intrusión en la conciencia consciente de recuerdos traumáticos fragmentados, principalmente en forma sensorial más que verbal”. Esta implica revivir los recuerdos como si estuvieran ocurriendo en el momento mismo en que sucedieron. Encontramos una parte de la personalidad aparentemente normal (PAN) y una parte de la personalidad emocional (PE). En este grado vemos el trastorno de estrés postraumático y los trastornos disociativos simples como la despersonalización y la desrealización. La parte de la personalidad emocional, cuando gana completo control de la consciencia, pierde la noción de que está en el presente, vive atorado en el evento traumático, sintiéndolo como si le estuviera pasando en ese momento. La personalidad aparentemente normal vive evitando estas intrusiones. En este grado encontramos trastorno de estrés postraumático y trastornos disociativos simples.
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Disociación estructural secundaria: es el segundo grado que encontramos una parte de la personalidad aparentemente normal y múltiples parte de la personalidad emocional. Se trata del abandono mental del cuerpo durante los momentos del trauma y la observación de lo que ocurre desde cierta distancia. También es llamada disociación peritraumática y se emplea para anestesiar el dolor. Cuando el trauma inicia a una edad más temprana, se prolonga mucho más y/o es perpetrado o facilitado por el cuidado el niño (apego desorganizado), la disociación primaria no será suficiente para mantener la estabilidad. Aquí encontramos la mayor cantidad de trastornos de trauma: trastorno de estrés postraumático complejo, el trastorno límite de la personalidad derivado del trauma y el trastorno de estrés agudo, otros trastornos disociativos específicos (o TID parcial) y encontramos patrones de apego desorganizado, donde el niño no logró formar un apego seguro hacia el cuidador, siendo éste inconsistente (amenazante y abusivo en un momento y cariñoso en otro).
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Disociación estructural terciaria: es el tercer grado y el más severo. Se refiere al desarrollo de diversos “estados del yo” que además, contiene una experiencia traumática o identidades complejas con patrones cognitivos, afectivos y conductuales distintivas. Estos son centrales al perfil diagnóstico del TID. Encontramos el trastorno de identidad disociativo. Las causas son similares al segundo grado, pero en este grado pudieron ser más severas o el niño pudo tener menos recursos mentales y físicos para lidiar con el trauma. No era suficiente tener una sola parte de la personalidad aparentemente normal, porque la vida diaria era insostenible y requiere disociarla, organizarla y segmentarla también. Esto puede ser porque la vida diaria no es segura, porque el niño jamás fue consolado ni se le ayudó a procesar cada evento. La barrera amnésica es mucho mayor y puede variar entre cada parte. Las partes de la personalidad aparentemente normal pueden incluso evitar a otras partes de la personalidad aparentemente normal, lo que incrementa la separación. Pueden o no ser conscientes de las demás partes.
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Amnesia o pérdida e memoria de ciertos periodos, sucesos, personas e información personal.
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Sensación de estar separado de ti mismo y de tus emociones.
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Percepción de que las personas y cosas que te rodean están distorsionadas o son irreales.
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Un sentido confuso de la identidad.
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Estrés significativo o problemas en tus relaciones personales, tu trabajo y otros ámbitos importantes de tu vida.
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Incapacidad para afrontar el estrés emocional o profesional.
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Problemas de salud mental como depresión, ansiedad y pensamientos o comportamientos suicidas.
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