El síndrome del impostor (o síndrome del fraude), se trata de un trastorno de tipo psicológico donde las personas exitosas son incapaces de asimilar sus logros y son dudan de su validez en el trabajo.
Las personas con este tipo de trastorno no dejan de pensar lo siguiente: “¿soy un fraude?”, ¿las personas adivinaran mis intenciones y se darán cuenta que no se nada de lo que hablo?, “¡me aterra fracasar!”, “¡se van a dar cuenta de que se han equivocado al contratarme y de que no valgo para esto!”, “¡he tenido suerte!”, “¡me ha dado el aumento porque le caigo bien!,”, entre otras. Las personas exitosas suelen ser las que más se preocupan por estas cuestiones.
Los investigadores la han asociado con el perfeccionismo, sobre todo en mujeres (más que con la baja autoestima o la falta de confianza), sin embargo, en la actualidad se ha encontrado que el síndrome del impostor afecta a toda la población, independientemente del sexo.
También se ha relacionado con la tendencia a minimizar y subestimar el propio éxito y quienes sufren del síndrome del impostor están convencidos de que no merecen el éxito logrado. Los “impostores” rechazan toda demostración de éxito y piensan que es debido a la suerte, es decir, creen que están en el lugar y momento adecuados o creen que “engañan” a otros, al pensar que son más inteligentes y capaces de lo que en realidad son.
El síndrome del impostor afecta negativamente tu carrera profesional, si crees firmemente de que no estas a la altura del empleo. Puedes obsesionarte con la idea de no cometer un error en un lugar de ser proactivo.
Se trata de un trastorno muy frecuente (cerca del 70% de la población duda de vez en cuando de la validez de su estatus profesional o de sus logros y cerca de un 20% de la población lo padece).
Frente a una tarea que consideran importante (y que presenta un riesgo, porque puede conllevar una evaluación de sus capacidades o competencias), los sujetos que se sienten impostores pondrán en marcha un círculo vicioso: en el momento de la asignación de una nueva tarea, padecen mucha ansiedad. Esta provoca pensamientos negativos relacionados con la falsa percepción que tienen de sus competencias, el miedo al fracaso y el miedo al éxito. Para hacer frente a esta ansiedad, ponen en práctica dos estrategias diferentes como sistemas de defensa:
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La procrastinación seguida de un exceso de trabajo: ésta permitirá eludir la ansiedad y protegerá parcialmente la autoestima, al posponer en la medida de lo posible la confrontación con la tarea.
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Una preparación excesiva a largo plazo para garantizar el éxito y paliar el sentimiento de ilegitimidad: la tarea se llevará a cabo con éxito y provocará comentarios positivos por parte del entorno profesional. Estos mensajes positivos serán rechazados o despreciados por el impostor y sus nuevos logros no harán más que intensificar el sentimiento de engaño, en lugar de ayudar a crear una percepción positiva de sus competencias.
Causas del síndrome del impostor
Parece que este sentimiento se origina, como una reacción del niño, ante mensajes perturbadores o malinterpretados que recibe del entorno en que crece, es decir, su familia y la escuela (por ejemplo: “las personas inteligentes tienen éxito, el resto fracasan”).
Un niño puede terminar desarrollando el síndrome del impostor, al verse expuesto de manera repetida a este tipo de mensajes, que se transmiten por medio de diferentes patrones:
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Opiniones opuestas en relación al niño, entre el entorno familiar y escuela: hay un mayor riesgo de desarrollar el síndrome en niños que son valoraos de forma muy distinta en la casa y en la escuela o por las dos figuras paternas. Por ejemplo: si los padres creen que su hijo es brillante y talentoso, mientras que en la escuela se le considera mediocre o al revés (ante la duda, el niño acepta la opinión negativa como la más fiable y asume que la opinión positiva es engañosa y que su único fin es “complacerle”).
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Una inteligencia sobrevalorada en el entorno familiar: en este caso, la inteligencia tiene un valor excesivo la inteligencia tiene un valor excesivo a la hora de triunfar y a menudo se la considera un don (sin relación con el esfuerzo o el trabajo) y como consecuencia, el niño asume que es brillante y talentoso de manera natural, adoptando así el pensamiento de que debe triunfar a cualquier precio, lo cual deriva en un patrón de rendimiento ligado al miedo al fracaso y no, a un patrón de aprendizaje en el que los errores permiten mejorar.
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Un entorno familiar que no valora las cualidades del niño: si en el seno familiar el niño no recibe ningún mensaje positivo que le permita construir una imagen positiva de sí mismo mediante el reconocimiento de sus cualidades, su “yo” adulto tendrá serias dificultades a la hora de atribuir sus éxitos a sus propias habilidades, debido a su incapacidad para percibirlas y evaluarlas.
Perfil de las personas con síndrome del impostor
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Introversión: las personas introvertidas (centradas en su mundo interior) son más propensas a desarrollar el síndrome del impostor, ya que basan su opinión sobre sí mismas en lo que interpretan y sienten. Esta interpretación se ve distorsionada por el sesgo de atribución (tendencia a sobrevalorar los motivos personales internos a la hora de explicar un comportamiento observado en otras personas) y, debido a su introversión, muestran menos la opinión negativa que tienen de sí mismos ante los demás.
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Dificultad para aceptar cumplidos: las personas con síndrome del impostor, experimentan y expresan sentimientos y pensamientos negativos disfuncionales ante la consecución de un logro. También tienden a atribuir sistemáticamente su éxito a elementos exteriores (como la suerte, su red de contactos profesional o la simpatía que les profesa su superior) y demuestran un perfeccionismo inadaptado que les empuja a una insatisfacción sistemática en caso de éxito, provocando pensamientos del tipo: “Sí, pero podría haberlo hecho mucho mejor”.
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Sobrevaloración de las competencias de los demás y denigración de las propias competencias: estas personas tienden a minimizar y a denigrar sistemáticamente sus propias habilidades al mismo tiempo que comparan sus debilidades con los puntos fuertes de su entorno profesional.
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Ansiedad de rendimiento, vinculada al miedo al fracaso: estas personas sufren una fuerte ansiedad ante la idea de ser desenmascaradas y les aterroriza la vergüenza y la humillación que provocaría el descubrimiento de su incompetencia.
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Miedo a la evaluación: cualquier evaluación de su trabajo se percibe como un riesgo de ser descubiertos y como una prueba de su engaño.
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Culpabilidad y miedo ante el éxito: estas personas están convencidas de que no merecen su éxito. Tienen una percepción muy débil de su potencial y no son capaces de atribuirse los logros alcanzados, lo cual les impide sentirse merecedoras de ellos. De este modo, cada éxito deriva en miedo al cambio, que se asocia a la llegada potencial de nuevas exigencias y hará surgir a su vez un nuevo miedo (el miedo a no estar a la altura de lo que está por venir).
Características del síndrome
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El individuo tiene la impresión de estar engañando a quienes le rodean, respecto a sus verdaderas habilidades y competencias, considerándose un impostor.
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La persona sufre miedo y ansiedad en mayor o menor medida, ante la idea de verse desenmascarada, debido a este sentimiento de engaño.
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El “impostor” sufre de un sesgo o distorsión cognitiva que lo lleva a desacreditarse ante un logro positivo, de forma sistemática. Lo normal es atribuir los éxitos a causas internas (haber sido lo suficientemente competente para realizar la tarea y se considera a sí mismo competente y capaz), sobre las que puede ejercer cierto control. Sin embargo, para el que se siente como un impostor, el razonamiento se invierte (considera que son causas externas as responsables de su éxito y por lo tanto, no las puede controlar; dichas causas externas pueden ser la suerte, la opinión errónea de los demás o incluso, la simpatía que sienten hacia él).
Paradójicamente, estos “impostores” con frecuencia son considerados por su entorno profesional y personal, como personas particularmente competentes y habilidades en la gestión de su carrera, lo cual suele reforzar la sensación de engaño que siente.
¿Cómo superar el síndrome del impostor?
En primer lugar, para superarlo, debes identificar si lo sufres y siendo así, debes plasmar tus sentimientos de “impostor”, cuando surjan, lo que te ayudará a romper el patrón o ciclo de pensamientos negativos. Al escribirlos, puedes ver estos pensamientos desde una perspectiva diferente y así, distanciarte de ellos.
A continuación, haz una lista de tus fortalezas y lleva un registro de tus logros, para recordarte que NO eres un fraude o un farsante. De esta manera, cada vez que te sientas ansioso y mal contigo mismo, revisa tu lista.
No dejes las cosas para después, o postergues, porque solo empeorará tus sentimientos de ineptitud y lo que debes hacer es enfrentar los problemas directamente, tachando los puntos de tu lista de pendientes. Primero aborda las tareas difíciles para que tengas una sensación de logro y fortaleza, una vez las termines.
Un efecto positivo que tiene el síndrome es que con el conservas humildad y te concentras en mejorar tus hábitos, de lo contrario, puedes llegar a volverte megalómano y estar convencido de que eres infalible.
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