En la actualidad, el fenómeno la violación o la agresión sexual es bastante común y frecuente. Hasta septiembre de 2022, en lo corrido del año en Colombia, el INMLYCF (o Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses), reportó 19.116 lesiones por presunto delito sexual, de los cuales, el 80% de dichos casos, corresponden a niños, niñas y adolescentes, es decir, unos 15.823 casos (donde las víctimas de dichos delitos, han sido menores de 18 años), lo que indica un aumento del 23%, respecto al mismo periodo en comparación con el año anterior.
Por su parte, el ICBF (Instituto Nacional de Bienestar Familiar) asegura que 24.683 menores de edad han ingresado a procesos administrativos de restablecimiento de derechos por violencias. Esto evidencia que, en los primeros 9 meses del año (2022) en Colombia, el 52% de los ingresos registrados, corresponde a actos de abuso, acoso y acceso sexual.
Estas cifras pueden no ser exactas, en tanto que hay una gran cantidad de casos de violacion y de abuso sexual que no se denuncian, lo que dificulta la recolección de cifras exactas.
CONCEPTOS BÁSICOS EN LOS DELITOS SEXUALES
¿Qué es una agresión sexual?
Una agresión sexual se entiende como: todo acto que se ejerce sobre otra persona, para imponer una conducta sexual en contra de su voluntad, mediante el uso de la violencia física, psíquica o moral. También, implica la realización de un acto de naturaleza sexual, en condiciones de indefensión, atentar contra el normal desarrollo de la sexualidad y/o vulnerar las condiciones sexuales plenas de salud y bienestar físico o psíquico.
La agresión sexual como forma de comportamiento humano, tiene un doble componente: de violencia y sexualidad (en una misma conducta).
La agresión sexual, atenta contra la libertad, la integridad y la formación sexuales, al igual que constituye una forma de violencia, que involucra diferentes tipos de ataques (de naturaleza sexual), que son perpetrados en contra de mujeres, hombres, niños/niñas y adolescentes y que genera repercusiones para las víctimas, para los testigos, al igual que puede causar efectos desestabilizadores profundos en comunidades y poblaciones en su conjunto.
Algunas precisiones sobre los conceptos relacionados con los delitos sexuales:
Acceso carnal violento (o violación)
Por “acceso carnal”, se entiende (según el Código Penal Colombiano), como la penetración del miembro viril por vía anal, vaginal u oral, así como la penetración vaginal o anal de cualquier otra parte del cuerpo humano u otro objeto y por “acceso carnal violento”, el que realice dicho acceso carnal mediante el uso de la violencia.
Es lo que se conoce comúnmente como violación, que se entiende como un tipo de agresión sexual sexual (sexo oral, penetración vaginal o anal, con el pene, los dedos y/o algún objeto), realizado en contra de la voluntad de una persona, por medio del uso de la fuerza, la intimidación, la presión, la autoridad o por la incapacidad (causada por el alcohol y/o las drogas).
Actos sexuales abusivos (o abuso sexual)
Los “actos sexuales abusivos” se describen como “los tocamientos no consentidos a una persona, que no tiene la capacidad de autodeterminarse, para decidir sobre su sexualidad” (como es el caso de los niños y/o adolescentes); en estas conductas no se usa la violencia, pero se genera un perjuicio sobre la víctima. Aunque existen casos en los que si se emplea la violencia y hay penetración, lo que se convertiría en un acceso carnal abusivo con menor de 14 años
Es lo que se conoce en el términos coloquiales como abuso sexual infantil, que se define como “la utilización de un menor de edad con la finalidad de satisfacer o gratificar sexualmente a un adulto o un grupo de adultos y se puede presentar en forma de abuso sexual propiamente dicho (generalmente propiciado por una figura cercana, de autoridad o cuidado; cuando es practicado por un familiar consanguíneo se conoce como incesto); otra forma de abuso sexual es producida por un agresor desconocido por el menor y se denomina ataque sexual“.
Concepto de agresor sexual
Según Urra (2003), son personas con inmadurez psicosexual, que buscan autoafirmar su yo inseguro, que se caracterizan por tener un alto grado de hedonismo y una muy baja resonancia emocional. Además, suelen ser delincuentes en otras áreas, por lo que son proclives a la violencia contra las mujeres y emplean todo aquello que les sirve para racionalizar la agresión, como elemento facilitador del mismo.
Es todo sujeto que somete sexualmente a otra persona (sea mujer u hombre, en edad adulta o no), para someterla/o a cualquier tipo de conducta sexual, (sea acceso carnal violento o violación, lo que implica penetración) o para tocamientos, exhibicionismo, sexo oral o anal, etc.
Los agresores sexuales pueden sentir atracción hacia la conducta sexual agresiva por sí misma, por la descarga que en ese momento les da, pudiendo utilizar tal agresión como expresión de sus sentimientos negativos (vergüenza, rabia o resentimiento) o como parte de un estilo de afrontamiento ineficaz y en esa medida, cumple una función psicológica para el agresor.
PERFIL DE LOS AGRESORES SEXUALES
Los delincuentes o agresores sexuales son un grupo muy heterogéneo, pero a continuación se hará un resumen de algunos rasgos y características que se han relacionado con los agresores sexuales.
Perfil
Si bien es cierto que debido a la elevada diversidad de variables que influyen en la perpetración de un acto de este tipo no se puede hablar de un único perfil de violador, es posible localizar una serie de variables que si bien no se aplican en todos los casos son muy comunes entre los diferentes tipos de agresores sexuales. Sin embargo, es importante decir que no hay un único perfil de violador y, aunque las siguientes características pueden ser comunes, no identifican a todos los violadores.
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- No tienen por qué tener una personalidad extraña: un gran numero de casos de violaciones, son llevadas a cabo por sujetos con una personalidad dentro de lo “normal” y tienen amigos, familia y trabajo. De hecho, muchos de ellos tienen pareja, con la cual generalmente mantienen relaciones sexuales de forma convencional.
- Poder, no sexo: una de las características más comunes de la mayor parte de violadores ,es que el objetivo real de su acción no es obtener gratificación sexual. En su mayoría, se ven atraídos por la idea de ejercer dominación, de hacer que otras personas hagan algo en contra de su voluntad y obedeciendo al interés del agresor (en una violación lo que se busca no es únicamente sexo, sino también poder).
- Tienden a buscar víctimas que consideran más débiles: si bien se han dado casos en que la víctima es alguien físicamente más fuerte que el agresor, por norma general, los individuos que cometen agresiones sexuales buscan víctimas que consideran físicamente más débiles que ellos o de las que conocen puntos débiles para aprovechar. La elección de víctima está vinculada a la posibilidad de ejercer el poder o sobre alguien a quien creen que pueden someter o sobre alguien a quien quieren ver humillada/o y por debajo de sí mismos.
- Sentimientos de inferioridad y frustración vital: comparten la mayoría de agresores sexuales, la presencia de un elevado sentimiento de frustración e inferioridad, que puede llegar a ser expresado mediante explosiones de violencia. Si bien no tienen por qué demostrarlo en la mayor parte de las facetas de su vida diaria, estos sentimientos de inferioridad pueden provocar una reacción en forma de deseo de dominar al otro, un deseo que en algunas personas puede desembocar en una agresión sexual.
- Poca capacidad de empatía: independientemente de la razón por la que se produzca la agresión sexual, en general los violadores tienen una capacidad de empatía muy limitada o inexistente. De esta manera, el agresor sexual no puede, no le importa o elige no pensar en lo que supone la violación para la víctima o llega a considerar que la satisfacción de su deseo de poder y sexo justifica el sufrimiento de la víctima. Esto es visible en muchos de los casos que indican que la víctima “en realidad sí quería mantener relaciones o que en fondo disfrutó de la situación“.
- Falta de anticipación de las consecuencias: muchos violadores nunca pensaron en las consecuencias de la agresión o en lo que podría pasar después de cometer el acto (si el caso sería investigado o si serían encontrados y/o detenidos). Este refleja cierto déficit a la hora de anticipar las consecuencias de sus propios actos, sean para sí mismos o para otros. Este factor no sería determinante para las personas que lo que en realidad buscan son la consecuencia en sí del acto más que el propio acto per se.
- Posible historia de abusos o aprendizaje de una sexualidad coercitiva: muchas personas que en la actualidad cometen delitos sexuales, han sido a su vez abusados o maltratados en la infancia o han sido testigos de abusos hacia otros familiares significativos. Esto provoca que puedan llegar a identificar la coerción, como un modo normal de proceder y que, aunque sepan que socialmente está mal visto, puedan sentir el impulso de cometer el acto.
- Consideran que tienen derecho a cometer la agresión: en un gran número de casos, los violadores consideran que tenían derecho a forzar a la víctima.
- No siempre son enfermos mentales: considerar que los agresores sexuales son personas con un trastorno mental sería falso y reduccionista. Es posible encontrar que algunos trastornos de personalidad como el antisocial pueden facilitar una actuación de este tipo y aunque es cierto que se pueden hallar casos de violaciones durante estados psicóticos, maníacos o realizados por personas con discapacidad intelectual, por norma general, los agresores sexuales son capaces de juzgar correctamente la situación y saben qué están haciendo. Esto se relaciona intimamente con el siguiente punto.
- En su mayoría, son plenamente imputables: dado que la mayoría de los sujetos que cometen este tipo de actos tienen plena consciencia de que sus actos y que está penada por la sociedad, por lo general, los violadores son judicialmente imputables, es decir, son responsables de sus actos.
- Evaden la responsabilidad: una característica común en muchos de los casos de los agresores sexuales, es el intento de evadir la responsabilidad de sus actos. Es frecuente justificar su conducta con el uso de sustancias o pretenden sufrir una psicopatología grave para evadir el castigo y es muy habitual que culpen a la víctima.
- Culpan a la víctima: muchos agresores sexuales suelen indicar que la culpa de la agresión sexual es de la propia víctima. Frases como “iba provocando”, “en el fondo quería” y variantes de ellas, son distorsiones cognitivas o pensamientos distorsionados frecuentes en los agresores sexuales que utilizan para justificar sus actos y evitar su responsabilidad en los hechos de la agresión sexual.
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Otras características de los agresores sexuales
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- La violación es predominantemente heterosexual y masculina, aunque las violaciones homosexuales puedan ser comunes en las prisiones.
- Entre el 85 y el 95% de los agresores sexuales, son varones.
- En la mayoría de los casos, se ve implicado solamente un violador en la agresión sexual; sin embargo, son frecuentes las violaciones en grupo y no solo en los periodos de guerra.
- La proporción de violadores que hacen uso de la violencia física, varia según los estudios, pero suele ser muy alta, alrededor del 80%. Esta violencia física es más común en el caso de que la víctima sea una mujer adulta y menos frecuente, si la victima es un menor de edad. La violencia física también es más frecuente en las violaciones grupales, que en las individuales.
- No hay un nivel socio-económico especifico asociado.
- Una porción muy importante e delincuentes sexuales adultos, empezaron sus agresiones en su edad juvenil (entre los 12 y los 18 años), algo que tiene una gran relevancia para entender el origen de la desviación sexual y el desarrollo de programas preventivos eficaces.
- Adoptan muchas tácticas para ocultar sus intenciones y sus tendencias delictivas, incluyendo presentarse ante los demás, como personas socialmente adaptadas.
- Los agresores sexuales se caracterizan por tener generalmente parafilias (desviaciones sexuales como la podofilia, la pedofilia sadismo, masoquismo, fetichismo, zoofilia, fantasías violentas, etc.).
- Tienen una capacidad de empatía y de sentimientos de culpa muy limitada.
- El 23% de los violadores estudiados por Canter y cols. (1987), informaron haber sido víctimas de abuso sexual en la infancia.
- Muchos violadores relatan historias de castigos físicos severos por parte de sus padres.
- Son inmaduros emocionalmente y en algunos casos, pueden ser hasta infantiles (esto es principalmente cierto en los casos de los pedófilos, de ahí su interés en los niños y las escasas habilidades sociales para pode relacionarse con personas de su misma edad).
- Suelen presentar un buen ajuste social (tienen buenos amigos).
- Pueden tener una buena imagen, son inteligentes, con un trabajo estable y pueden vivir en un ambiente familiar normal
- En los violadores en serie, la gratificación y el refuerzo obtenido mediante la violación es muy poderosa, lo que crea casi una adicción.
- Los violadores frecuentemente utilizan mecanismos cognitivos dirigidos a auto-justificar su conducta delictiva, negando el delito o culpando a la misma víctima de su acción.. de esta manera,, no asumen las consecuencias de sus actos
- Suelen presentar problemas de alcoholismo y con las drogas.
- Pueden ser narcisistas, pero en realidad son personas inseguros, y con baja autoestima, que buscan compensar con ese narcisismo;
- Ese sentimiento de inferioridad, oculto, lo desplazan hacia la obtención de poder y control, por medio del acto sexual, donde tratan de compensar sus carencias afectivas y sexuales..
- Tienden a negar abusos como víctimas y como victimarios.
- Puede existir una identificación con la víctima con quien reproduce su propio abuso.
- Pueden carecen de antecedentes penales (en algunos casos), pero en otros, si existen dichos antecedentes.
- Muestran falta de empatía, principalmente hacia sus víctimas, al igual que carecen de remordimiento por sus actos (como la violación o abuso sexual).
- Como se dijo anteriormente, generalmente se hacen las víctimas.
- Muchas veces, los agresores o delincuentes sexuales terminan volviéndose violadores sistemáticos o lo que se conoce más comúnmente como violadores seriales.
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TIPOLOGÍAS DE AGRESORES SEXUALES
Para establecer tipologías de violadores, se deben tener en cuenta varios aspectos, como:
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- El nivel de agresión empleada
- El grado de importancia del componente sexual (el componente parafílico), frente a aquellos delitos de violación cometidos por psicópatas o personalidades antisociales.
- El grado de “sadismo” empleado como parte de la gratificación sexual del desviado, frente al uso de la violencia de forma indiscriminada.
- Sus manifestaciones expresivas dennotadoras de demostración auto-afirmativa de poder o devolución de la ira.
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Tipos de agresores sexuales basados en la edad de preferencia de la víctima:
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- Agresores sexuales de menores: el interés por los menores de edad no solo es una cuestión sexual, sino también emocional y del vínculo que se establece entre el adulto y menor. Este vinculo puede venir dado por muchos factores, como la relación familiar.
- Infantófilos (atracción hacia infantes): es la atracción sexual en el que un adulto o adolescente experimenta hacia niños entre 0 a 6 años de edad. La infantofilia se cataloga a veces dentro de la pedofilia o como sinónimo de este.
- Pedófilos (atracción hacia niños): es un tipo de parafilia que consiste en la excitación o el placer sexual derivados principalmente de actividades o fantasías sexuales repetidas o exclusivas con menores prepúberes (en general, de 8 a 12 años), es decir, hacia menores de 11 años aproximadamente. Si bien el pedófilo puede excitarse con ambos sexos, la atracción hacia las niñas se da con bastante más frecuencia que la atracción hacia los niños. Los pedófilos abusan sexualmente de los niños (a excepción de algunos, que limitan su actividad a las fantasías masturbatorias con menores), para llevar a cabo sus impulsos sexuales. La pedofiia no implica necesariamente cometer un delito porque se puede quedar en la fantasía, es cuando pasa al acto, que se convierte en un pelito penal. Entre los pedófilos, hay personas que solo agreden a sus propios hijos o niños que viven en su casa, mientras que otros, buscan niños desconocidos o que conocen solo de vista. Un porcentaje de los pedófilos, son “situacionales” o “regresados”, es decir, que son personas que se relacionan normalmente con adultos en el plano sexual, pero que ocasionalmente han buscado sexo con niños (es el caso de los agresores que no son propiamente pedófilos, sino que se trata de personas que presentan una orientación sexual normal, encaminada a las personas adultas, pero que en circunstancias especiales de estrés, de ira o de aislamiento, llevan a cabo conductas sexuales con menores).
- Hebéfilos (atracción hacia preadolescentes): consiste en el interés físico o sexual de un adulto hacia personas pubescentes, es decir, en edades comprendidas entre los 11 y los 14 años. Este rango varía, pues lo que produce la atracción es la aparición de los primeros caracteres sexuales, como el ensanchamiento de los hombros o las caderas. Al igual que pasa con la pedofilia, se trata de un interés y no de un delito en sí mismo: alguien que sienta atracción por personas que aún se están desarrollando sigue siendo capaz de comprender la necesidad del consentimiento a la hora de establecer cualquier tipo de relación física. Es cuando este consentimiento se viola y no se respetan las normas sociales al respecto, que se está incurriendo en un delito y un acto inmoral.
- Efebófílos (atracción hacia adolescentes): es el deseo sexual hacia jóvenes menores de edad, en edad puberal o postpuberal, es decir, entre los 15 y los 18 años (por adolescentes). Se trata de una parafília o trastorno parafílico, que se caracterizan por la aparición de intensas fantasías sexuales y/o conductas sexuales con este tipo de personas.
- Agresores sexuales de menores: el interés por los menores de edad no solo es una cuestión sexual, sino también emocional y del vínculo que se establece entre el adulto y menor. Este vinculo puede venir dado por muchos factores, como la relación familiar.
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El 50% de los pedofilos (en este caso, utilizado en el sentido amplio de la palabra, es decir, como sinónimo de agresor sexual de menores), empezaron sus conductas de abuso en edad juvenil, lo que tiene importantes consecuencias desde el punto de vista del tratamiento, lo que supone que no es correcto considerarlo como una conducta exclusiva de adultos. Además, muchas investigaciones sugieren que la pedofilia va acompañada de otras parafílias (desviaciones sexuales), como es el caso del voyerismo (satisfacción mirando) y exhibicionismo (satisfacción mostrando). Los delincuentes sexuales de menores en su mayoría, son hombres, de todas las clases sociales y muchos están casados. Son incapaces de establecer relaciones genuinas y satisfactorias con los demás, tienen una baja autoestima y pobres habilidades sociales, su autocontrol es muy deficiente. Contrario a lo que se cree, la mayoria de los pedófilos son familiares o conocen a sus victima, lo que le da mayor fuerza y oportunidad para amenazar a sus víctimas con inculparles frente a sus padres y amigos. Cuando los agresores son son profesores, monitores o sacerdotes, el abuso se disfraza de afecto e interés personal y puede prolongarse durante años. Es característico de los pedófilos, la presencia de fuertes distorsiones cognitivas, orientadas a neutralizar los sentimientos de culpa del agresor y para poder seguir manteniendo ese comportamiento inaceptable.
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- Agresores sexuales de mujeres adultas: entre los violadores de mujeres adultas, unos se especializan solo en delitos sexuales, mientras que hay delincuentes comunes que aprovechan de vez en cuando una oportunidad de su quehacer delictivo, para cometer una violación.
- Teleiofilia (atracción hacia adultos): es la atracción sexual que una persona de cualquier edad, experimenta hacia personas en su etapa adulta. El término es normalmente utilizado para reflejar el deseo sexual que experimenta un niño o un adolescente hacia un adulto, relacionándose con el complejo de Edipo y el complejo de Electra. Cuando un adulto se encuentra atraído por otro, el término es determinado por el género por el cual es atraído (androfilia o ginecofilia).
- Gerontofilia (es la atracción hacia ancianos): es la atracción sexual de una persona joven o adulta, hacia personas de la tercera edad, el término es determinado por el género por el cual es atraído (alfamegamia o matronolagnia). También la gerontofilia es común en sociedades gerontocráticas.
- Agresores sexuales de mujeres adultas: entre los violadores de mujeres adultas, unos se especializan solo en delitos sexuales, mientras que hay delincuentes comunes que aprovechan de vez en cuando una oportunidad de su quehacer delictivo, para cometer una violación.
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El termino de “delincuente sexual” no describe sino una categoría legal (los delitos contra la libertad sexual). Algunos delincuentes sexuales son pedófilos o pederastas (solo interesan por niños, de un sexo, del otro o de ambos), otros son mirones, que pueden combinar su desviación con actos de fetichismo o exhibicionismo.
Tipologías basadas en la motivación primaria y/o la oportunidad:
Las motivaciones de los delincuentes no siempre están claras y en muchos casos, no sólo parece que el poder tiene más importancia que el propio goce sexual ilícito, sino que además, es precisamente el dolor y la humillación de la víctima, lo que causa ese placer, tal y como ocurre con el sadismo sexual. Cambian las motivaciones y los modos en que la agresión sexual se lleva a cabo, así como el tipo de víctima seleccionada.
Detrás de un delito como el de violación, las motivaciones básicas son el sexo y el poder (un ansia por dominar), como las motivaciones primarias, aunque existen otras motivaciones secundarias.
Las tipologías más conocidas de violadores reconocen la pluralidad de motivos y desarrollan diferentes tipos de agresores de acuerdo con las metas que persiguen con su agresión
Una de las tipologías más importantes y conocidas es la planteada por Groth et al. (1977, 1979), donde se habla de tres componentes principales en los agresores sexuales: la hostilidad, el poder y el sadismo en la sexualidad. Las interrelaciones entre estos factores y la intensidad con la que son expresados, varia de un sujeto a otro. La agrupación de esas dimensiones, los llevó a concluir tres patrones básicos de agresión sexual:
- Violación por poder: la meta es tener sexo y la conquista sexual, por lo que el agresor quiere poseer sexualmente a su víctima, no quiere dañarla (la violencia es instrumenta, es decir, la agresión física es usada para dominar y someter a la víctima y lograr su sumisión). El violador lo que busca, es ejercer poder y control sobre su víctima, a través de actos intimidatorios (como la utilización de un arma, la fuerza física o la amenaza de daños corporales). Con la violación, se reafirma a sí mismo, a su fuerza y su potencia. El violador, quiere el control, experimentar que está al mando y tener a su merced a la víctima, pero no quiere la mera gratificación sexual, ya que puede no tener problemas en tener sexo con las chicas (pero en otros casos si y esta también es la razón de la violación), sino que quiere precisamente demostrar que “es lo suficientemente hombre ” para si mismo, siendo una forma de alejar las inseguridades personales. La agresión en estos casos generalmente es premeditada y precedida por una fantasía obsesiva en la que víctima se puede resistir, pero una vez que la ha dominado y que “se rendirá y someterá a sus encantos sexuales”. Este violador intenta convencerse de que la víctima “quedó fascinada con él, que realmente quería sexo, pero no podía admitirlo” y que “claramente consentía la relación sexual mediante sus gestos no verbales, disfrutando el contacto sexual”. No se siente reafirmado ni por su actuación, ni por la respuesta de la víctima y, por eso, debe salir a encontrar otra víctima. La agresión sexual es desilusionante para el violador, porque nunca logra vivir lo fantaseado. Las agresiones se vuelven repetitivas y compulsivas (generalmente) y con el tiempo, pueden aumentar su agresividad, por no alcanzar su fantasía. La víctima a menudo refiere haber sido interrogada por su agresor, por su vida sexual, por su reacción ante el desempeño sexual del violador y su identidad. Puede presentar impotencia o eyaculación precoz. Con la violación, reafirman su identidad, potencia, dominio, fuerza y niegan sus sentimientos de indefensión, desvalorización, inadecuación, vulnerabilidad y temores de rechazo. Generalmente, el examen físico de la víctima muestra un mínimo evidencia de daño corporal o sexual y la evidencia de coito (esperma), puede estar ausente. Las víctimas en este tipo de agresiones, pueden sufrir más incomprensión e incluso tener sentimientos de culpa, por el hecho de que, quizás ella, pudo hacer algo más para evitar la violación y debido a una menor evidencia física de lesiones, se puede sentir cuestionada, juzgada o criticada por los demás quienes pueden pensar que no se resistió y que incluso, se lo buscó.
Esta categoría se subdivide en dos grupos, según su meta:
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- El violador del tipo “poder-asertivo”: consideran la violación como una expresión de su virilidad y dominio. Sienten que tienen el derecho a “tomar” a las mujeres o ven la dominación sexual, como una manera de mantener a “su mujer en línea”.
- El violador del tipo “poder-reafirmación”: viola en un intento por resolver sudas que lo perturban, relacionadas con su desempeño sexual y su masculinidad. Dispondrá a la mujer en una posición controlada y desvalida, en la cual, ella no pueda rehusarle o rechazarle.
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- Violación por odio u hostilidad: la excitación proviene de la propia exhibición de fuerza (el ataque sexual es solo una parte de los actos de violencia física; el nivel de agresión puede ser tan alto, que es posible que llegue a ser hasta brutal). La meta, es descargar su rabia sobre su víctima, desquitándose de los rechazos experimentados por parte de otras mujeres y el sexo se vuelve en un arma, siendo la violación, el medio para herir y degradar a su víctima y a todas las mujeres. El agresor expresa ira, rabia, desprecio y odio por su víctima, golpeándola, asaltándola sexualmente y obligándola a realizar actos de tipo degradante, por lo que en estos casos, utiliza más fuerza de la necesaria para someterla (ve con ira y desprecio a las mujeres, a quienes las considera como objetos desagradables). El aspecto sexual de la agresión es una consecuencia sobrevenida cuando se desarrolla el ataque y la idea central de la violación es dañar tanto a la mujer, como sea posible. Suele ocurrir que el agresor haya decidido cometer el delito de un modo súbito e improvisado (se acerca a su víctima por sorpresa y golpeándola, puede romper su ropa y usar un lenguaje vulgar y abusivo), después de haber vivido una situación que le haya frustrado o enojado de sobremanera. El examen físico revela múltiples traumas físicos considerables en todas partes del cuerpo, fruto de la violencia ejercida (no tanto por el acto sexual en sí mismo). Dado que la víctima resulta gravemente golpeada, este tipo de víctimas se recuperan mejor que otras, al recibir la simpatía y el apoyo de sus familiares y conocidos (ellas no tienen que demostrar que “se resistió” a la agresión o que “no lo provocó” de ningún modo porque sus heridas hablan por sí mismas). Estas víctimas experimentan la violación como una amenaza para su vida; describe el estilo de ataque como muy violento. Durante la agresión, las víctimas pueden ser físicamente inmovilizadas, se utiliza un lenguaje abusivo y las somete a actos de perversión sexual como forma de causar sufrimiento.
- Violación sádica: se funde el aspecto de la sexualidad, con la de poder (su agresión está erotizada). A diferencia del violador por odio (que supone una explosión de hostilidad), la agresión sexual en este caso es totalmente premeditada, donde la agresión proporciona satisfacción sexual y el violador encuentra placer, emoción y excitación en el sufrimiento de su víctima. El violador en este caso es sádico y su meta es castigar, torturar y lastimar a su víctima. Elige a sus víctimas, porque las encuentra semejantes o parecidas al objeto de su odio, a la persona que quiere destruir, normalmente siguiendo un ritual, donde pueda atarla, torturarla y obligarla a hacer determinados actos. La experiencia de violar los excita enormemente y obtienen placer en degradar y abusar de la mujer. Es el tipo de agresión más difícil de superar (si queda viva, puesto que es frecuente que en este tipo de agresiones, la víctima no sobreviva o que el fin sea acabar con su vida por placer del mismo agresor).
Groth halló que la violación sádica es la menos frecuente (en torno al 5% de los hombres que él trató). Los violadores por odio comprendían el 55% de los casos y el 40% restante, correspondían a los violadores por poder.
Otra tipología es la de Knight y Prentky (1990), que desarrollaron un modelo taxonómico denominado “Massachussets Treatment Center: Rapist Tipology 3 (o MTC:R3)”, que divide a los violadores en cuatro categorías, de acuerdo con su motivación primaria para violar: oportunista, enojado, sexual y vengativo.
- Violador oportunista: la violación parece ser un acto predatorio impulsivo, que se encuentra controlado más por factores situacionales, que por una fantasía sexual o por odio hacia las mujeres. Se subdivide en dos categorías:
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- Competente social y menos impulsivo
- Menos competente socialmente y más impulsivoViolador enojado: la motivación primaria es una rabia global e indiferencia, que invade todas las áreas de su vida. Tiene una larga historia de comportamiento agresivo antisocial, en la cual, la violación es otra manifestación de ello. Muestra su rabia y agresividad en sus delitos sexuales y causa a sus víctimas un gran sufrimiento y daño físico.
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- Violador sexual: se caracteriza por la presencia de una preocupación sexual permanente por el tema. se subdivide en dos categorías.
- Sádicos: la preocupación sexual puede verse distorsionada por la fusión de aspectos sexuales y agresivos.
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- Manifiesto: si sus fantasías sexuales-agresivas son directamente expresadas en ataques violentos.
- Encubierto: la fantasía solo permanece en ese estado (como fantasía).
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- No sádicos: la preocupación sexual se ve dominada por la presencia de necesidades y/o intensos sentimientos de inadecuación.
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- Con competencia social alta
- Con competencia social baja
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- Violador vengativo: presenta como característica motivacional central, la rabia misógina hacia la mujer. Este factor, conduce a una falta de sexualización de la agresión a diferencia de los violadores “sádico”. Las agresiones sexuales de este grupo de violadores, incluyen comportamientos que intencionalmente intentan dañar físicamente a la mujer, así como degradarla, denigrarla y humillarla.
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- Con competencia social alta
- Con competencia social baja
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Diversos trabajos evidencias que la mayoría de las agresiones sexuales incluyen elementos de humillación (verbales o no verbales), como medio para ejercer ese poder y control.
Otra tipificación de los agresores sexuales, según su motivación (Castillero, 2017), es la siguiente:
- Violador circunstancial, ocasional u oportunista: se trata de sujetos que se valen de una situación o acontecimiento con el fin de realizar la violación. Es el caso de violaciones durante fiestas y eventos. No suele tratarse de agresiones planificadas de antemano. Es posible que actúen bajo el efecto de alcohol o drogas, o que se aprovechen de que la víctima las ha consumido para actuar y forzar la consumación del acto sexual.
- Violador explosivo: busca someter a su víctima fruto de un impulso violento de dominación. Tiene marcado el objetivo de realizar una agresión sexual, siendo indiferente quién es la víctima. Para él, la violación es claramente un acto de poder y violencia, y no tanto uno sexual (si bien esto se da también en el resto de tipos de violadores, si bien no de un modo tan evidente).
- Violador furioso: utiliza la violación como acto de castigo contra alguien a quien considera representante del género, grupo social o colectivo que le ha producido algún tipo de perjuicio (real o imaginario). Es decir, que experimenta la violación a través de un claro sesgo basado en estereotipos y en ocasiones contenidos políticos.
- Violador en búsqueda de confianza o compensación: tiene una percepción distorsionada de la relación entre el agresor y el agredido. El agresor considera que su actuación hará disfrutar a la víctima y acercará a la persona objeto de su deseo, pudiendo llegar a establecer una relación romántica.
- Violador sádico: en este tipo de individuos se observa una vinculación entre la excitación sexual y la agresividad. El inicio de una interacción que el sujeto considera excitante puede provocar que la agresividad del sujeto aumente y experimente impulsos agresivos hacia su víctima, forzándola. No es infrecuente que presenten trastorno antisocial y la parafilia conocida como sadismo sexual, y que en el caso de la violación se expresa de forma directa, sin filtros.
- Violación como mecanismo de control: algunas violaciones son llevadas a cabo con un propósito independiente de la satisfacción sexual y de poder del agresor. Es el caso de algunas violaciones sistemáticas llevadas a cabo durante guerras, en las que se emplea la agresión sexual como método de humillación y control de la población y para disminuir la moral del país enemigo. Se trata de un uso estratégico de este tipo de violencia, gacias a locual lograr objetivos más allá de esta acción en sí misma.
En la tipología planteada por Cohen et al. (1969) se distinguen cuatro tipos de agresores:
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- El violador de agresión desplazada: sin ninguna excitación sexual inicial, ya que la violación tiene el sentido de agraviar y humillar a la víctima, empleando con frecuencia el sadismo. En este caso, la mujer no ha jugado un rol directo en el desencadenamiento de la agresión.
- Violador compensatorio: se encuentra motivado fundamentalmente en demostrar a la victima, su competencia sexual, en un intento de compensar su falta de adecuación para una vida socialmente ajustada.
- Violador sexual-agresivo: para sentir excitación sexual, el agresor debe infringir daño físico
- Violador impulsivo: es el resultado de aprovechar una “buena oportunidad”, usualmente presente en el transcurso de otros hechos delictivos como el robo.
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Otra clasificación es la de Canter y colaboradores (2003), donde propone centrarse en los comportamientos del violador que son referidos por las víctimas, lo que conduce a lo que denominan “sistemas de clasificación conductuales”. Encontraron y concluyeron que el tema subyacente en la violación es “tratar a la víctima como un objeto impersonal”. Canter identificó cinco patrones distintos en los actos de violación:
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- Intimidad: es el conjunto de conductas indicativas de un intento del violador para establecer un grado de intimidad con la victima. Este patrón se encontraba muy relacionado con el estudio de Marshall (1989), quien propuso que la violación representaba el intento por compensar la inhabilidad del sujeto para establecer relaciones normales con su pareja.
- Sexualidad: el elemento crucial del delito son las relaciones sexuales.
- Violencia: es un tema inherente (el de la violencia contra la víctima). Este patrón coincide con las primeras teorías de Groth y colaboradores.
- Impersonalidad: incluye comportamientos que indican un trato claramente impersonal hacia la victima.
- Criminalidad: es el conjunto de comportamientos asociados con acciones criminales, que no tienen un propósito abiertamente sexual.
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Entre todas las variedades posibles, hay que distinguir los procedimientos de ejecución de ejecución del delito que pueden ser muy diferentes, según se emplee la violencia gratuita o no, más allá de la necesaria para conseguir la sumisión de la víctima; se cuente con cómplices o no, para asegurar la agresión o aumentar “la diversión”; se robe a la víctima, además de ultrajarla y muchas otras variables.
En relación con esto y a partir del estudio de Canter (2003), se identificaron y establecieron variables que se presentan con mucha frecuencia en las violaciones. Por ejemplo, al tratarse de la violación por parte de un extraño, las variables más frecuentes que se encontraron son la de “violación vaginal” y “ataque sorpresa”. Por otra parte, también se establecieron otros grupos de variables correlacionadas, que hacen posible diferencias diversos tipos de violaciones, expresadas a través del predominio de cuatro temáticas: hostilidad, control, robo e implicación.
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- Hostilidad: incluye nueve tipos de comportamientos, donde seis de ellos enfatizan un estilo agresivo (“rasgarla ropa”, “violencia múltiple”, “violencia sola”, “sexo anal”, “rebajar a la víctima”, “violencia verbal”). La agresión y la hostilidad también están implícitas en las acciones que reflejan que la víctima es forzada a tomar un rol activo en la violación: felación, forzar a la víctima a hacer comentarios sexuales y forzar a la víctima a participar.
- Control: presenta seis variables interpretadas como comportamientos que demuestran el control del violador sobre la víctima. El violador controla a la víctima: atándola, amordazándola, amenazándola para que no denuncie el crimen, utilizando un arma, vendándole los ojos, usando un disfraz (el violador), lo que reflejaría el intento del violador, por ocultar su identidad.
- Robo: cuatro variables han sido interpretadas como comportamientos relacionados con los comportamientos criminales, que van más allá del componente sexual. Estos comportamientos incluyen exigirle a la víctima, que le dé ciertos objetos, robarle objetos personales (trofeos), robar objetos identificables y robar objetos no identificados.
- Implicación: intento de involucrarse con la víctima o alcanzar algún tipo de intimidad durante la agresión. Las variables identificadas son: comentarios sexuales hechos por el violador, hacerle cumplidos a la víctima, identificar a la víctima, besarla, hacerle cunnilingus e implicarse en conocer a la víctima.
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Otras variables en las agresiones/violaciones sexuales
Los violadores pueden diferenciarse en función de una serie de variables y sus combinaciones. Salfati y Canter (1999), analizaron 48 variables que corresponden a 82 casos de homicidio con motivaciones sexuales, con el propósito de “reflejar las acciones realizadas por los delincuentes sobre sus víctimas, las huellas conductuales dejadas en la escena del crimen, así como aquellas variables reveladoras de las características del delincuente y de la víctima”. Procedieron a excluir aquellas variables que se presentaban con demasiada frecuencia (en más del 90% de los casos) o de modo muy escaso (en menos del 10% de los casos), ya en ambas circunstancias eran inútiles para ayudar a clasificar a los diferentes agresores: las primeras por ser demasiado comunes y aparecer en la mayoría de los delitos y las segundas, por ser muy raras y no ser útiles en la inmensa mayoría de los hechos delictivos. En cada caso se tendía a dar una serie de conductas y de su análisis, se observó que los violadores podían diferenciarse en función del tipo de relación que establecía el agresor con la víctima, donde se distinguieron 5 tipos:
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- El predominio de la violencia
- La conducta sexualizada al máximo
- La búsqueda de intimidad
- El trato despersonalizado (impersonal)
- Los actos de un criminal profesional
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Violaciones cometidas por conocidos
Las violaciones cometidas por conocidos, se agrupan en varias categorías, pero las más significativas, son las que se llevan a cabo durante una cita, en el periodo de salir con alguien (en inglés se conoce como “date rape”) y las que se producen dentro del matrimonio. Se estima que un 50% de las violaciones, incluyen a conocidos.
Las violaciones en las que el agresor y la víctima no se conocían previamente, suelen incluir acciones más violentas (como dañar a la víctima físicamente, hacer amenazas de muerte y otros actos de mayor rudeza); también es más frecuente que estos agresores lleven un arma.
Volviendo al tema de las violaciones entre conocidos, las agresiones durante las relaciones o las citas amorosas, son todavía un terreno abonado de violaciones que no se denuncian, posiblemente, porque es más difícil explicar para una chica que el chico con el que ha salido (una o varias veces), la violó y existe cierta actitud social de permisividad en este punto, como si no se contemplaran como “violaciones auténticas”, pero lo cierto es que una chica puede haber tenido relaciones sexuales completas con alguien y aún así, ser víctima de violación por ese mismo individuo e incluso, rehusar un avance sexual de su acompañante en otro momento. También se cree que sólo se denuncia 1 de cada 10 violaciones de que ocurren en el transcurso de citas o durante relaciones más largas de cortejo.
Lo mismo se puede decir de las violaciones ocurridas durante el matrimonio: actualmente, se considera que hacen parte del ciclo de la violencia doméstica o intrafamiliar y son muchos más los casos de violaciones maritales que se cometen, que los que se denuncian. La tardanza en ser incluida este tipo de violencia (sexual) en los códigos penales de muchos países (y de hecho, en otros muchos sigue sin estar incluido), se debe a las tradiciones y creencias culturales de la superioridad del hombre por sobre la mujer y la que dice que la mujer le debe obediencia al marido y la sexualidad forma parte de esa obligación (lo desee o no). El matrimonio ha sido una de las instituciones históricas que más han podido legitimar la violación contra las mujeres. La legitimación de la violación se ha desprendido de la noción jurídica, moral y religiosa del deber conyugal y una mayor legitimación ha adquirido, cuando se ha asociado con la obediencia al marido.
PREDICCIÓN DE LA REINCIDENCIA DE LOS DELICTOS SEXUALES
Algunos delincuentes sexuales manifiestan un comportamiento delictivo sexual crónico, pero la mayoría niega tener intereses sexuales desviados. De ahí que la predicción del riesgo exija considerar otros elementos no susceptibles de ser manipulados por el sujeto.
Algunos predictores de la reincidencia sexual son:
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- Violencia en la realización del delito.
- Acciones excéntricas, rituales, fantasías desviadas abundantes y uso de pornografía.
- Comisión de otro u otros delitos sexuales previos.
- Evidencia de psicopatología (especialmente psicosis o deficiencia orgánica).
- Negación de la responsabilidad en el delito o racionalización del mismo.
- Negación a ser tratado o participar en programas pero sin motivación.
- Pobres recursos personales (baja competencia social: aislamiento social, pobreza extrema, falta de habilidades de relación interpersonal).
- Poca capacidad verbal.
- Incapacidad para aprender de la experiencia.
- Incapacidad en el control de la conducta desviada (alta excitación ante estímulos desviados).
- Baja excitación sexual ante estímulos adecuados.
- La agresión sexual no es el resultado de la actuación de algún estresor circunstancial, como matrimonio, emancipación de la familia, etc.
- Evidencia de escalada en la gravedad de los delitos sexuales.
- Actitudes negativas hacia las mujeres y favorecedoras de la violencia.
- No vivir con la víctima (especialmente para los agresores de menores).
- Desconocimiento de la víctima (especialmente en el caso de menores).
- Presencia de varias parafílias.
- Antecedentes laborales inestables.
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Agresor sexual / violador “serial” y depredadores sexuales
Es un error común describir un patrón o perfil de personalidad del delincuente sexual en general, sobre todo el de modalidad serial.
El agresor o violador sexual serial es una persona que comete agresiones o violaciones sexuales en serie o múltiples (varias veces), ya sea a personas distintas o a una misma víctima varias veces o durante mucho tiempo. Algunos violadores en serie enfocan sus ataques a menores de edad. Los violadores en serie con mayor frecuencia involucraban secuestro, amenazas verbales y/o físicas y el uso de armas para intimidar a sus potenciales víctimas. Algunos incrementan su empleo de la fuerza física, mientras que otros no lo hacen. Los que tienden a emplear una violencia cada vez mayor, atacan a mujeres más mayores de lo que es usual, se recrean más tiempo en la agresión y suelen ser más especializados en su delincuencia, ciñéndose casi en exclusiva a los delitos sexuales.
Algunos violadores en serie cometen agresiones ” relámpago”, en las que atacan a sus víctimas de modo súbito, mientras que otros las engañan ofreciéndose, para llevarlas o con otros engaños.
También surge un término llamado “depredador sexual“, que son personas que cometen delitos sexuales. El término “depredador”, por lo general, indica un reincidente que disfruta de la sensación de “cazar” a su presa. El término generalmente se utiliza para referirse tanto a los delincuentes sexuales potenciales, como a los que tienen antecedentes de haber cometido delitos sexuales (por lo que el término es a veces confuso para los que están fuera del ámbito de las leyes). Muchos depredadores sexuales atacan solo a un tipo particular de víctimas (como a los niños de cierta edad, sexo o raza). Se ha encontrado que los depredadores sexuales pueden llegar a ser personas amables y seguras de sí mismas, que se dirigen a sus víctimas con cuidado, en lugar de elegirlas al azar.
CAUSAS DE LAS AGRESIONES SEXUALES/VIOLACIÓN
Existen varias teorías explicativas que explican por qué los hombres violan a las mujeres. Estas teorías se pueden agrupar en diversas categorías:
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- Perspectiva evolucionista/biológica del impulso sexual masculino: esta perspectiva sugiere que la violación puede ser una conducta orientada por el instinto y desarrollada a lo largo de los tiempos, como medio para asegurar la supervivencia de la especie. En tiempos primitivos, se cree que la violación pudo ser un medio adecuado para expandir el material genético, aumentando la probabilidad de que nacieran más hijos con la genética del violador. Los teóricos del evolucionismo, mantienen que ese impulso para tener relaciones con tantas mujeres como le sea posible, sigue vigente en la actualidad. Los violadores suelen carecer de los éxitos sociales y de las habilidades que les podrían asegurar el sexo con las mujeres y la transmisión de sus genes. Debido a que las mujeres buscan parejas que aseguren el mantenimiento de su descendencia, tendrán a rechazar a los pretendientes poco cualificados para cuidar a sus hijos. De esta manera, la violación se vincula con la sexualidad y con la violencia, porque la agresión sexual implica “el impulso para poseer y controlar a aquellas personas que despiertan su apetito”.
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- La socialización masculina: en contraste con la teoría evolucionista, ciertos investigadores opinan que la causa de violación, radica en la socialización que sufren los hombres, es decir, que desde niños, los hombres aprenden a ser duros y dominantes, al tiempo que creen que las mujeres quieren ser dominadas. Se plantea una teoría llamada “la mística de la virilidad” que habla de que los hombres tienen la creencia de que el sexo debe separarse de la sensibilidad y los afectos. La violación se convierte en un modo por el que los hombre aumentan su autoimagen y su identidad masculina, así como es un instrumento eficaz para que la mujer” se mantenga en su sitio”. Una derivación de esta teoría es que los sujetos que mantengan una actitud más machista y hayan crecido en un ambiente donde se ridiculiza la sensibilidad y el respeto a las mujeres, tendrán más probabilidad de convertirse en agresores sexuales (y/o intrafamiliares). Al cuadro anterior, se le suma muchas veces la impulsividad y el abuso de alcohol y/o drogas, así como una autoimagen muy vigilante frente a posibles burlas, desafíos a los que están dispuestos a responder con la violencia. Estos sujetos “hipermasculinos” verían a las mujeres como objetos legítimos de violencia.
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- Patología psicológica: hay muchos estudios psicológicos que señalan que los violadores presentan personalidades anormales, incluyendo tendencias psicopáticas, distorsiones cognitivas y actitudes sádicas.
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- Teoría del aprendizaje social: muchos agresores adultos aprenden el uso de la violencia en su adolescencia, incluyendo las experiencias de ser abusados en la infancia, incluyendo las experiencias de ser abusados en la infancia y de sufrir otros tipos de malos tratos. También se incluye aquí la influencia de la pornografía.
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DISTORSIONES COGNITIVAS EN LOS AGRESORES SEXUALES
Un tema muy común en la literatura sobre los delincuentes sexuales es el que se refiere a las distorsiones cognitivas (es decir, creencias o pensamientos erróneos). El primero en emplear este termino (originario de Aaron Beck, 1963), fue G. Abel en (1989), quien lo empleó en el ámbito de la delincuencia sexual y lo definió como: “los procesos internos de un individuo, incluyendo las justificaciones, percepciones y juicios empleados por el delincuente sexual, para racionalizar su conducta sexualmente abusiva, evitándole sentir la ansiedad, la culpa y la pérdida de la autoestima, que debería derivarse de la comisión de actos contrarios a las normas de la sociedad“.
Por su parte, Fisher y Beech (1998), distinguen entre excusas y justificaciones, por una parte y las distorsiones cognitivas por el otro. La diferencia está en que las primeras, tienen el objetivo de quitarse la responsabilidad por el hecho (por ejemplo, al echarle la culpa al alcohol o a la víctima), minimizar (“ella no quería, pero a penas se quejó”) o negar (“fue sexo consentido, aunque se hiciera la estrecha”) el daño cometido, mientras que las distorsiones cognitivas son actitudes más profundas que tienden a apoyar la agresión sexual (por ejemplo decir que “una menor deseaba tener sexo con él” y, por lo tanto, “ella lo incitó”; esto sería una justificación, pero igualmente puede pensar que tener relaciones con chicas prepúberes en verdad no las perjudica, sino que “les enseña a saber cómo es la vida”; esto sería una distorsión cognitiva porque es algo que no se aplica solo al caso concreto de su delito, sino que es una idea más amplia, profunda y general).
Las distorsiones cognitivas proceden de un conjunto de “esquemas básicos” que tiene el delincuente. Cuando medimos una determinada creencia o actitud, lo único que estamos haciendo, es medir el nivel superficial de ese esquema básico, pero ¿qué es un esquema básico? Ward (1999), las considera como “teorías implícitas” que el delincuente tiene en relación al mundo, es decir, un mapa mental que le permite comprender, predecir y orientarse, a través de las relaciones interpersonales.
Ward (1999), desarrolló cinco esquemas cognitivos para los agresores sexuales de niños:
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- Los niños como seres sexuales: los niños desean tener relaciones sexuales con los adultos y esta actividad no les supone daño alguno.
- Tener derechos especiales: el delincuente sexual se atribuye derechos que nadie más tiene, porque él es superior a otros. Si desea tener sexo, lo tiene, porque él es “diferente”.
- Naturaleza del daño: el aspecto principal de este esquema es la creencia de que el sexo no causa ningún mal a la víctima, en especial, si no va acompañado de violencia física.
- El mundo como lugar peligroso: el delincuente sexual piensa que el mundo es un lugar inhóspito y él hace bien en tomar lo que necesita, porque todo el mundo se aprovecha de los demás si tiene la fuerza necesaria para ello.
- El mundo con un lugar incontrolable: el delincuente sexual percibe que no puede controlar su conducta, que las cosas “se le escapan de las manos”, especialmente si bebe o consume drogas.
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Es fundamental analizar el papel de las cogniciones y de las distorsiones cognitivas, no solo en el propio ataque sexual, sino también en el mantenimiento y reforzamiento de posteriores agresiones e incluso, en la reincidencia.
No sorprende a los profesionales que trabajan con delincuentes sexuales identificados y detenidos, que nieguen total o parcialmente (minimización) los hechos o el impacto generado por la agresión sexual. Incluso, cuando reconocen sus delitos, es fácil que distorsionen la realidad de los hechos, restándole importancia a la frecuencia, gravedad y variedad de su comportamiento sexual agresivo. Estas actitudes tienen un claro propósito para el delincuente: le permiten evitar aceptar la responsabilidad de sus actos.
En una investigación de Scully y Marolla (1984), de 114 violadores, 41% admitió el delito, mientras que el 59% lo negaba. Ambos grupos presentaban justificaciones para negar su responsabilidad en los hechos o para minimizar dicha responsabilidad. Entre las justificaciones más frecuentes, muchos decían que “aquello no era una agresión, ya que la víctima les había seducido y provocado” (31% de los negadores) y aseguraban que la víctima “había disfrutado y se sentía relajada durante la violación” (69% de los negadores y 20% de los minimizadores). Además, el 34% de los que admitía el delito, afirmaban que aunque sabían que “la víctima hubiese dicho no, realmente si quería hacerlo” y casi todos ellos aludía a la dudosa reputación sexual de la víctima (69% de los negadores y 22% de los que aceptaban el delito). El 77% de los sujetos que admitía el delito y el 84% de los negadores, excusaban su comportamiento atribuyéndolo al consumo excesivo de alcohol y que el 40% de los negadores y el 33% de los que no negaban el delito, explicaban sus agresiones sexuales como consecuencia de sus problemas emocionales, su difícil infancia o de su mala relación de pareja.
Todas las distorsiones cognitivas tienen el mismo propósito: hacer que el agresor sexual se sienta menos culpable. El mecanismo de auto-exculpación se dispara y, en el mejor de los casos, cuando llegan a reconocer el delito sexual, normalmente actúan de alguna de las siguientes maneras:
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- Echan la culpa a las víctimas (“las mujeres son todas unas golfas”, “se merecen eso y más”, “si no se hubiese vestido así, no hubiese ocurrido nada”, “se lo buscó”…).
- Echan la culpa a la influencia de terceras personas (“mi familia nunca supo comprenderme”, “las malas amistades me llevaron a conocer este mundo”, “me lié con una golfa y así terminé”…).
- Echan la culpa a circunstancias concretas de su vida (“el consumo de alcohol y drogas me ha llevado por esos caminos de perdición”, “una infancia tan dura no me podía ofrecer otra cosa”, “nadie me enseñó educación”…).
- Están convencidos de que la situación en la que se encuentran, es debida a su mala suerte y realizan manifestaciones de la existencia de injusticias sociales o falta de equidad (“los policías que me detuvieron, fueron sobornados”, “no hay un solo juez que no esté implicado en la corrupción”, “todos los empresarios son unos estafadores” …).
- Cuentan todo tipo de historias elaboradas sobre los hechos que se les imputan (algunos dicen que sus parejas son amantes del juez, otros aseguran que tienen un juez, otros aseguran que tienen un doble que es el verdadero autor de los hechos…).
- Se identifican como las “verdaderas víctimas” por encontrarse obligados a permanecer entre rejas y no aprecian la gravedad del delito (“aquí el que realmente está pagándolo soy yo, que estoy en prisión”…).
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Muchos agresores sexuales saben que sus actos son incorrectos, pero distorsionan su interpretación de los delitos, de las víctimas y de su responsabilidad, para compatibilizar su conducta con su autoestima. La mayoría de los que han sido estudiados, no reconocen que tuvieran un juicio justo, siempre consideran que sus condenas son excesivas, que no era para tanto, que no merecen lo que les está pasando, etc.
Entonces como se dijo, los agresores sexuales presentan distorsiones cognitivas y errores de pensamiento que mantienen su patrón de conducta sexual desviada.
El tratamiento de los delincuentes sexuales se basa primordialmente en la modificación de estos patrones cognitivos subyacentes o esquemas en el transcurso de la terapia con el delincuente sexual. El programa puede contraatacar la distorsión cognitiva específica de un agresor (por ejemplo “cuando la penetré, lo hice con cuidado, no la dañé”), pero dejar intacta la distorsión profunda de creer que el sexo es algo bueno para cualquiera, incluyendo a los niños, por lo que el tratamiento debe ir más allá de confrontar al delincuente con sus excusas y justificaciones, para su delito. Hay que cambiar visiones erróneas que el sujeto tiene de si mismo y de los demás. Las variables cognitivas, pueden ser fundamentales en la construcción de teorías multifásicas de la violencia sexual y tienen algún poder explicativo en el área de la predicción de futuras agresiones sexuales.
ACTITUDES NEGATIVAS HACIA LAS MUJERES
Las actitudes y creencias sobre la sexualidad, forman parte de lo que se denomina “mitos sociales” sobre la violación. La evaluación de estas actitudes negativas hacia las mujeres, la aceptación de la violencia interpersonal y los mitos de la violación, fue realizada inicialmente por investigadores interesados en sujetos no delincuentes. Se han encontrado diferencias significativas entre los sexos, en la aceptación de estos mitos, siendo los hombres los que suelen culpar en mayor medida a las víctimas. Sin embargo, la aplicación de estos procedimientos de evaluación a los violadores, no ha probado ser útil.
Diversas creencias (por ejemplo: “se puede obligar a las mujeres a tener relaciones sexuales”, “los hombres tienen derecho a exigir relaciones sexuales a las mujeres”, “si las mujeres están más protegidas y son menos autónomas, tendrán menos probabilidades de que las violen”, “las mujeres que son violadas tienen siempre la culpa“), sirven para desinhibir a los agresores sexuales y aumentar la probabilidad de que cometan delitos sexuales. Parece que los agresores sexuales son extremadamente conservadores y estereotipados en sus pensamientos sobre las mujeres y el papel de éstas en la sociedad, aunque existen pocos estudios rigurosos que exploren sistemáticamente la conexión entre este tipo de pensamientos y la aceptación de la violencia sexual hacia las mujeres.
La agresión sexual contra mujeres y niños surge como un problema cultural y no individual. La violencia sexual contra las mujeres se presenta como una lógica e inevitable extensión de las actitudes y practicas circundantes a las relaciones hombre-mujer, en una cultura dominada por hombres.
Mas del 50% de una muestra de universitarios varones confesaron que podrían violar, si estuviesen seguros de que no los atraparían (Malamunth, Heim y Feshbach, 1980) y la mayoría de otra muestra de universitarios, califican la violación como “aceptable”, bajo una variedad de circunstancias (Goodchilds, Zellman et al. 19898).
INCAPACIDAD DE LOS AGRESORES SEXUALES PARA EMPATIZAR
La “empatía” es la capacidad de percibir cognitivamente, la perspectiva del otro. Las respuestas empáticas suponen una interacción cognitiva, emocional y conductual. la comprensión intelectual por sí misma, no constituye empatía. Es importante reconocer que la empatía no significa simplemente sentirse culpable, no es un proceso enfocado en los propios sentimientos de uno, sino que es un proceso de sentir “por el otro”. El sentimiento de culpa puede convertirse en vergüenza, que puede exteriorizarse en agresión, mientras que la empatía se exterioriza como comprensión compasiva (Garrido y Beneyto, 1995).
Los agresores sexuales no suelen experimentar ninguna preocupación por los efectos de sus actos de sus actos y en ocasiones lol pueden llegar a manifestar claramente. Muestran una carencia absoluta de interés por las consecuencias negativas que tienen sus acciones. Sus víctimas no les preocupan lo más mínimo, ni les provocan un ápice de emoción.
En el trabajo de Beneyto (1998), el 81% de los violadores y el 53% de los agresores de niños, mostraban una ausencia de empatía hacia sus víctimas. Argumentaban afirmaciones como: “ellas no lo habrían pasado mal”, que “no es para tanto”, que “no dijeron sufrir porque no decían nada ni lloraban”, que “aunque sufriesen en ese momento, solo fue eso, un momento y ellos siguen pagando por ello”… Por supuesto, son incapaces de pensar en las víctimas secundarias (maridos, parejas, hijos, padres, etc.).
El delincuente suele presentar grandes dificultades para ponerse en el lugar de los demás. El delincuente sexual con frecuencia es incapaz de reconocer las señales de miedo, angustia o malestar en la víctima y tiene dificultad para darse cuenta del impacto de su comportamiento sobre ella.
Los aspectos centrales en el tratamiento y evaluación de los agresores sexuales, son la empatía hacia la víctima y la percepción del daño a la víctima y sus consecuencias. Son muy pocos los delincuentes sexuales que carecen absolutamente de empatía hacia todas las personas. En realidad, muestran una menor empatía hacia las víctimas de agresión sexual y carecen de empatía hacia sus propias víctimas.
EFECTOS DE LAS AGRESIONES SEXUALES EN LAS VÍCTIMAS
El interés por el estudio del tratamiento de las víctimas de agresiones sexuales, es relativamente reciente. Actualmente se han comenzado a estudiar sistemáticamente los efectos de las agresiones sexuales y las vías de intervención efectivas, para hacerles frente.
Si bien, cualquier persona puede ser víctima de una agresión sexual, son las mujeres quienes sufren en mayor medida este delito. En concreto, las agresiones sexuales son el delito más frecuente del que son víctimas las mujeres. Cerca de un 15% de la población femenina sufre alguna agresión sexual a lo largo de su vida y un 20% de estas agresiones, ocurren en la infancia.
Las personas que experimentan bruscamente sucesos adversos (como guerras, terrorismo, agresiones sexuales, accidentes, catástrofes, etc.), pueden llegar a desarrollar un TEPT (trastorno de estrés postraumático). Así mismo, la victimización puede causar unas repercusiones psicológicas muy negativas en la estabilidad emocional de las personas afectadas, especialmente, en el caso de las víctimas de violación. El desarrollo de un TEPT como consecuencia de cualquier delito, lo experimenta el 25% de todas las víctimas, pero este porcentaje puede ascender hasta el 50-60% en el caso de las mujeres agredidas sexualmente o maltratadas en el hogar. El cuadro clínico tiende a ser mas grave y duradero, cuando el suceso sufrido es muy intenso, la víctima es vulnerable psicológicamente y la causa del acontecimiento, e sobra deliberada de un ser humano (como ocurre en el caso de las agresiones sexuales o del abuso sexual en la infancia) y no meramente accidental: la percepción de incontrolabilidad es mucho mayor en estos casos (Echeburúa et at., 1997; Echeburúa y Corral, 1995).
En las víctimas de agresiones sexuales, el grado de intensidad del TEPT, es independiente del tipo de agresión sufrido (violación consumada versus intento de violación), quizás, porque la percepción de la amenaza es un mejor predictor de este cuadro clínico que la amenaza misma (Echeburúa et al., 1996; Foa et al., 1989).
Trastorno de estrés agudo y trastorno de estrés postraumático
El trastorno por estrés agudo, consiste en una reacción disfuncional, desagradable e intensa que comienza poco después de un acontecimiento considerado aterrador, traumático o abrumador y se prolonga al menos durante un mes. Cuando los sintomas duran más de un mes, el diagnostico que se realiza es el de estrés postraumático (TEPT).
El estrés agudo puede ocurrir, como se dijo, después de un evento traumático, que implica sufrir lesiones graves, violencia o enfrentarse a un peligro de muerte (o la amenaza de estos): por exposición directa o indirecta. Las personas con trastorno por estrés agudo pueden sentir que están reviviendo el hecho traumático. También pueden presentar síntomas disociativos, por ejemplo, sentirse emocionalmente insensibles o desconectadas de si mismas, incluso pueden tener la sensación de que no son reales. La probabilidad de desarrollar un trastorno por estrés agudo es mayor, cuanto más grave o recurrente es el suceso traumático.
Criterios diagnósticos del trastorno por estrés agudo (según el DSM-5):
A. Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza en una o mas de las siguientes formas:
- Experiencia directa del suceso traumático
- Presencia directa del suceso ocurrido a otros
- Conocimiento de que el suceso traumático ha ocurrido a un familiar próximo o a un amigo íntimo. En los casos de amenaza o realidad de muerte de un familiar o amigo, el suceso ha de haber sido violento o accidental.
- Exposición repetida o extrema a detalles repulsivos del suceso traumático (por ejemplo, socorristas que recogen restos humanos, policías repetidamente expuestos a detalles del maltrato infantil).
B. Presencia de nueve o más de los siguientes síntomas (de alguna de las cinco categorías de intrusión, estado de ánimo negativo, disociación, evitación y alerta), que comienza o empeora después del suceso traumático:
Sintomas de Intrusión
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- Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso traumático. En los niños, se pueden producir juegos repetitivos, en los que se expresen temas o aspectos del suceso traumático.
- Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el suceso. En los niños, pueden existir sueños aterradores sin contenido reconocible.
- Reacciones disociativas (p.e. escenas retrospectivas) en las que el individuo siente o actúa como si se repitiera el suceso traumático. La expresión más extrema es una pérdida completa de consciencia del entorno presente. En los niños, la representación especifica del trauma puede tener lugar en el juego.
- Malestar psicológico intenso o prolongado o reacciones fisiológicas importantes, en respuesta a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
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Estado de animo negativo
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- Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (felicidad, satisfacción o sentimientos.)
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Sintomas disociativos
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- Sentido de la realidad alterado del entorno o de uno mismo (p.e. verse a uno mismo desde la perspectiva de otro, estar pasmado, lentitud del tiempo, etc.).
- Incapacidad de recordar un aspecto importante del suceso traumático (debido a amnesia disociativa y no a otros factores, como una lesión cerebral, alcohol o drogas).
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Sintomas de evitación
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- Esfuerzos para evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso traumático.
- Esfuerzos para evitar recordatorios externos (personas, lugares, conversaciones, actividades, objetos, situaciones), que despiertan recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos estrechamente asociados al suceso traumático.
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Sintomas de alerta
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- Alteración del sueño (p.e. dificultad para conciliar o continuar el sueño o sueño inquieto).
- Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresa típicamente como agresión verbal o física, contra personas u objetos.
- Hipervigilancia.
- Problemas con la concentración.
- Respuesta de sobresalto exagerada
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C. La duración del trastorno (sintomas del criterio B) es de tres días a un mes de la exposición al trauma. Si los sintomas comienzan inmediatamente después del trauma, es necesario que persistan al menos durante tres días y hasta un mes, para cumplir los criterios del trastorno.
D. La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
E. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p.e. un medicamento o alcohol) u otra afección médica (p.e. un traumatismo cerebral leve) y no se explica mejor por un trastorno psicótico breve.
El trastorno de estrés postraumático es una reacción ante un hecho traumático, cuando la persona ha sufrido o ha sido testigo, de una agresión física o de una amenaza para la vida de uno mismo o de otra persona y cuando la reacción emocional experimentada, implica una respuesta intensa de miedo, horror o indefensión.
Criterios diagnósticos del trastorno de estrés postraumático (según el DSM-5):
A. Exposición a la muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza en una o mas de las siguientes formas:
- Experiencia directa del suceso traumático
- Presencia directa del suceso ocurrido a otros
- Conocimiento de que el suceso traumático ha ocurrido a un familiar próximo o a un amigo íntimo. En los casos de amenaza o realidad de muerte de un familiar o amigo, el suceso ha de haber sido violento o accidental.
- Exposición repetida o extrema a detalles repulsivos del suceso traumático (por ejemplo, socorristas que recogen restos humanos, policías repetidamente expuestos a detalles del maltrato infantil).
B. Presencia de uno o más de los síntomas de intrusión, que comienza desde del suceso traumático:
- Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos del suceso traumático. En los niños, mayores de 6 años, se pueden producir juegos repetitivos, en los que se expresen temas o aspectos del suceso traumático.
- Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con el suceso. En los niños, pueden existir sueños aterradores sin contenido reconocible.
- Reacciones disociativas (p.e. escenas retrospectivas) en las que el individuo siente o actúa como si se repitiera el suceso traumático. La expresión más extrema es una pérdida completa de consciencia del entorno presente. En los niños, la representación especifica del trauma puede tener lugar en el juego.
- Malestar psicológico intenso o prolongado o reacciones fisiológicas importantes, en respuesta a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
- Reacciones fisiológicas intensas a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto del suceso traumático.
C. Evitación persistente de estímulos asociados al suceso traumático, que comienza tras el suceso traumático, como se pone de manifiesto por una o las dos características siguientes:
- Evitación o esfuerzos para evitar recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso traumático.
- Evitación o esfuerzos para evitar recordatorios externos (personas, lugares conversaciones, actividades, objetos, situaciones), que despiertan recuerdos, pensamientos o sentimientos angustiosos acerca o estrechamente asociados al suceso traumático.
D. Alteraciones negativas cognitivas y del estado de ánimo, asociadas al suceso traumático, que comienzan o empeoran después del suceso traumático, como se pone de manifiesto por dos o mas de las características siguientes:
- Incapacidad de recordar un aspecto importante del suceso traumático (debido típicamente a amnesia disociativa y no a otros factores como una lesión cerebral, alcohol o drogas):
- Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas sobre uno mismo, los demás o el mundo.
- Percepción distorsionada persistente de la causa o las consecuencias del suceso traumático que hace que el individuo se acusa a si mismo o a los demás.
- Estado emocional negativo persistente (miedo, terror, enfado, culpa, vergüenza, etc.).
- Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas.
- Sentimiento de desapego o extrañamiento de los demás.
- Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (felicidad, satisfacción o sentimientos amorosos).
E. Alteración importante de la alerta y reactividad asociada al suceso traumático, que comienza o empeora después del suceso traumático, como se pone de manifiesto por dos o más de las características siguientes:
- Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresan típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos).
- Comportamiento imprudente o autodestructivo.
- Hipervigilancia.
- Respuesta de sobresalto exagerada.
- Problemas de concentración.
- Alteración del sueño (dificultad para conciliar o continuar el sueño o sueño inquieto).
F. La duración de la alteración (criterios B, C, D y E) es superior a un mes.
G. La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
H. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p.e. un medicamento o alcohol) u otra afección médica.
Especificar si:
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- Con sintomas disociativos: los sintomas cumplen los criterios para el trastorno de estrés postraumático y en respuesta al factor de estrés, el individuo experimenta síntomas persistentes o recurrentes de una de las características siguientes:
- Despersonalización: experiencia persistente o recurrente de un sentimiento de desapego y como si uno mismo fuera un observador externo del propio proceso mental o corporal (como si soñara, sentido de irrealidad de uno mismo o del propio cuerpo o de que el tiempo pasa despacio).
- Desrealización: experiencia persistente o recurrente de irrealidad del entorno (el mundo alrededor del individuo se experimenta como irreal, como en un sueño, distante o distorsionado).
- Con sintomas disociativos: los sintomas cumplen los criterios para el trastorno de estrés postraumático y en respuesta al factor de estrés, el individuo experimenta síntomas persistentes o recurrentes de una de las características siguientes:
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Los sintomas disociativos no se han de poder atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia u otra afección medica.
El estrés postraumático puede presentarse de una forma aguda (cuando la antigüedad de los sintomas es superior a un mes en inferior a tres meses) o de una forma crónica (cuando la duración de los sintomas es superior a este periodo temporal. Una variante adicional es la presentación de este trastorno con un comienzo diferido (que se caracteriza por el inicio de los sintomas tiempo después, al menos 6 meses, de haber sufrido el trauma).
Lo determinante para desarrollar un estrés agudo y/o un estrés postraumático, es la reacción de la persona y no tanto, el tipo de acontecimiento traumático. Dentro de los acontecimientos traumáticos que pueden causar un estrés agudo o postraumático son: catástrofes naturales o accidentes, agresiones causadas intencionalmente por otras personas (como violaciones, maltrato domestico, tortura, secuestro, asesinato de seres queridos, etc.). Algunos factores ocasionan el trastorno con mucha mayor frecuencia que otros (como la tortura, el secuestro, las agresiones sexuales y la violencia doméstica), mientras que otros sólo lo producen ocasionalmente (catástrofes y accidentes). El tipo de síntoma asociado a este cuadro clínico, puede ser variable de unas personas a otras, pero hay tres aspectos nucleares que se repiten constantemente (en mayor o menos medida (criterios B, C y D, del TEPT). Como se dijo antes, las víctimas suelen revivir intensamente la experiencia sufrida en forma de imágenes y recuerdos constantes involuntarios (flashbacks) y de pesadillas, así como un malestar psicológico profundo y de una hiperreactividad fisiológica ante los estímulos externos e internos, vinculados al suceso. Las victimas tienden a evitar o escaparse de los lugares o situaciones asociados al hecho traumático y rechazan pensar voluntariamente y dialogar con sus seres queridos, lo ocurrido. También muestran una respuesta de alarma exagerada, que se manifiesta en dificultades de concentración, irritabilidad y problemas para conciliar el sueño (entre otros.).
Uno de los síntomas que pueden manifestar las víctimas da agresiones sexuales, es la amnesia disociativa: es la imposibilidad para recordar la información relacionada con el acontecimiento negativo y que no puede ser atribuida a las leyes naturales del olvido. Esta amnesia puede explicarse por los sentimientos de vergüenza o de culpa experimentados y por la tendencia a olvidar hechos desagradables, asi como una percepción deformada de lo ocurrido. La amnesia disociativa tiene efectos negativos, como: impedir la expresión emocional del suceso, bloquear la reevaluación cognitiva de lo ocurrido y facilita las conductas de evitación. Todo esto conlleva a una interferencia significativa en el funcionamiento social y laboral, a una perdida de interés por lo que antes resultaba atractivo o gustaba y a un embotamiento afectivo, para captar y expresar sentimientos de intimidad y ternura. La pérdida de interés puede presentarse de una forma aún más complicada, si este cuadro clinico aparece asociado a la depresión.
El TEPT no remite espontáneamente con el transcurso del tiempo. En el ámbito de las agresiones sexuales, solo el 20% de las víctimas no muestran ningun síntoma, un año después de la agresión. Los recursos psicológicos disponibles para hacer frente a este cuadro clinico, son limitados en el ser humano.
No todas las víctimas experimentan TEPT ni tampoco lo sufren con la misma intensidad. La reacción psicológica depende de la intensidad del trauma, de las circunstancias del suceso, de la edad, del historial de agresiones previas, de la estabilidad emocional anterior, de los recursos psicológicos propios, de la autoestima, del apoyo social y familiar y de las relaciones afectivas actuales. Todos estos elementos interactúan de forma variable en cada caso y configuran las diferencias individuales que se constatan entre las víctimas de un mismo hecho traumático.
Es importante dividir a las víctimas adultas de agresiones sexuales en dos tipos: recientes (está conformado por mujeres que han sufrido una violación esporádica hace poco tiempo, es decir, menos de 3 meses y que en caso de padecer el trastorno de TEPT, se encuentran en una fase aguda de este cuadro clínico) y no recientes (tienden a haber sido objeto de abusos sexuales continuados en la infancia y padecen un trastorno crónico y acuden ahora a la consulta, porque están en una situación de estrés especial o porque notan dificultades, cuando han entablado una relación de pareja), en función del tiempo transcurrido desde que aconteció el suceso traumático.
Memoria emocional y trauma
La memoria es una de las funciones cognitivas más importantes en el ser humano. Sirve para guiar el comportamiento hacia determinados fines y permite planear el futuro a partir de la información existente.
Hay 3 grandes procesos en la memoria:
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- Registro de la información
- Almacenamiento de la información
- Recuperación (evocación) de la información almacenada
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Lo que se registra es seleccionado activamente del entorno e incluso, es distorsionado en el proceso mismo de selección. Ligado al tercer proceso, está la capacidad para reconocer información alguna vez almacenada. El olvido está ligado a la memoria como los recuerdos. El olvido no siempre implica que la información haya desaparecido para siempre. Se olvida primero lo más reciente y luego los recuerdos más lejanos.
La capacidad de la memoria para registrar, almacenar y evocar información, no permanece igual a lo largo de la vida, aumenta paulatinamente en la infancia y adolescencia, llega a un pico alrededor de los 20 años y después decrece lentamente. La actividad intelectual intensa, es un factor protector contra esa disminución asociada a la edad y a la/s demencia/s como el Alzheimer, Parkinson, etc.
Existen varias clasificaciones de la memoria:
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- Memoria verbal – Memoria visoespacial
- Memoria declarativa (explícita) – Memoria no declarativa (implícita).
- Memoria a Corto Plazo – Memoria a Largo Plazo (M.C.P. – M.L.P).
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Esta clasificación responde a múltiples componentes o sistemas de memoria con funciones y sustratos neurológicos diferentes.
La memoria emocional, en psicología, se define como el aprendizaje, el almacenamiento y el recuerdo de eventos asociados con respuestas fisiológicas que se daban en el momento en que tuvieron lugar dichos sucesos. Los recuerdos no solo se centran en los hechos vividos, sino también en las respuestas fisiológicas que se produjeron simultáneamente. La intensidad y la relevancia emocional de una situación, parecen ser los factores clave que explican que su huella se mantenga a largo plazo en la memoria. En algunas ocasiones, incluso la memoria emocional de un evento, puede seguir existiendo después de que se hayan olvidado los hechos (esto ocurre habitualmente en los casos de fobias específicas, donde no siempre se recuerda la experiencia traumática desencadenante del miedo).
La memoria y la emoción, son procesos íntimamente relacionados (todas las etapas del recuerdo, desde la codificación de información, hasta su recuperación a largo plazo, son facilitadas por factores de tipo emocional). Esta influencia es bidireccional (los recuerdos provocan con frecuencia la aparición de emociones). La emoción tiene efectos moduladores, tanto en la memoria declarativa o explícita, como en la no declarativa o implícita (lo que hace que recordemos mejor o peor un suceso, no es su relevancia en la historia personal, sino la intensidad de las emociones experimentadas en ese momento).
La memoria emocional es uno de los aspectos nucleares de la identidad humana (nuestros recuerdos autobiográficos más vívidos, suelen estar asociados a emociones muy intensas (sean positivas o negativas). Recordamos el estado fisiológico en que nos encontrábamos en un momento dado, más que los hechos en sí mismos. La memoria emocional llegó a desarrollarse (evolutivamente), porque aumentaba nuestra capacidad de adaptación al entorno, permitiéndonos reaccionar rápidamente a situaciones que implicaban un peligro para la supervivencia. La memoria emocional es lo que le da sentido a las emociones en sí, puesto que permite que nuestro comportamiento se articule según lo que vamos aprendiendo acerca de las consecuencias de nuestras acciones y nuestra manera de exponernos a ciertos entornos o situaciones. Sin memoria emocional, apenas contaríamos con referencias acerca de qué hacer.
Se habla de dos factores emocionales que afectan al recuerdo:
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- El grado de activación: asociada a un estímulo o situación, hace que la atención se centre en éste, de forma que se recordará mejor en el futuro (sobre todo si nuestro estado emocional es similar al del contexto de aprendizaje).
- La valencia de la emoción: la valencia es la cualidad positiva o negativa y los recuerdos asociados a emociones negativas se pueden recordar mejor y con más detalles, que los agradables (en especial a medida en edades avanzadas). Un fenómeno relacionado con la valencia emocional es el de la dependencia de estado (ésta consiste en recordar con más facilidad eventos emocionalmente positivos si estamos alegres y más experiencias negativas si nos sentimos tristes).
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Las emociones intensas también pueden interferir en otros tipos de memoria, concretamente la procedimental y la operativa (o memoria de trabajo). Esto afecta a la consolidación de los recuerdos y se relaciona con la atención (las experiencias disociativas que se producen bajo estrés intenso, dificultan la consolidación de información, por ejemplo).
La estructura cerebral conocida como amígdala, tiene un papel fundamental en la memoria emocional.
Además de permitir el aprendizaje de la asociación entre situaciones y emociones, la amígdala envía señales que facilitan las operaciones relacionadas con la memoria en otras áreas del cerebro (especialmente el hipocampo y la corteza prefrontal). Su rol central es el aprendizaje por condicionamiento clásico de respuestas emocionales, mecanismo por el que asociamos un estímulo, con las emociones que sentimos, mientras éste se encuentra presente (como sucede en las fobias). La actividad de la amígdala se ha relacionado sobre todo con las emociones negativas y, de forma más específica, con el miedo.
Se sabe que la hormona del estrés (el cortisol), interactúa con la amígdala. Estos efectos pueden ser facilitadores, pero también inhibitorios (cuando sentimos ansiedad, la consolidación de recuerdos empeora, porque la memoria de trabajo queda parcialmente ocupada por el estrés). Entre las funciones de las regiones fronto-temporales del cerebro, en conjunto, se encuentra la facilitación de la retención, el almacenamiento y la recuperación de recuerdos emocionalmente cargados y a su vez, las sensaciones de activación emocional promueven el recuerdo a largo plazo de estos eventos.
Estrategias de afrontamiento
Las estrategias (o mecanismos) de afrontamiento, son las diferentes formas como las personas se enfrentan a sucesos estresantes. Por afrontamiento, se hace referencia a la serie de pensamientos y acciones que tienen las personas, para manejar situaciones difíciles. Involucra aquellos procesos: cognitivos, emocionales y conductuales, que están en constante cambio y que se desarrollan, para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos de la persona.
Cada uno de nosotros, tenemos un estilo de afrontamiento, que varia en función de:
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- Nuestra personalidad
- Nuestros recursos individuales y sociales
- Nuestras experiencias vitales
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Este estilo, nos predispone a afrontar los problemas con un determinado tipo de estrategia. Las estrategias de afrontamiento son los esfuerzos (cognitivos y conductuales concretos) que hacemos y/o tenemos, para manejar, reducir, minimizar, dominar o tolerar las situaciones externas o internas que nos causan estrés.
Se consideran aspectos básicos en la regulación de las emociones e influyen en nuestro bienestar psicológico.
Se pueden identificar tres clases de estrategias de afrontamiento:
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- Las estrategias centradas en el problema: suelen ser utilizadas en condiciones de estrés visto como controlable; son estrategias orientadas hacia la tarea, para alcanzar la resolución y/o modificación del problema
- Las estrategias centradas en las emociones: tienden a ser utilizadas cuando percibimos el evento estresante como incontrolable, como lo que se puede experimentar ante el peligro; se intenta afrontar el problema centrándose en las emociones, en liberarlas e intentar relajarse.
- Las estrategias basadas en la evitación: se usan cuando la persona pretende aplazar el afrontamiento, por la necesidad de ordenar y hacer acopio de sus recursos psicosociales, antes de afrontar activamente la situación; son estrategias centradas en la evasión, es decir, en la distracción, en tomar distancia del evento estresante, o volcarse en otra actividad para no pensar.
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Estrategias adaptativas a corto plazo:
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- Desahogarse emocionalmente con sus familiares o amigos
- Buscar apoyo social y familiar
- Concentrarse en el trabajo
- Distraerse con sus aficiones habituales (etc.)
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Hay otras estrategias de afrontamiento que permiten superar el daño emocional sufrido (trauma y/o estrés), a largo plazo:
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- Olvido activo: el olvido activo de sucesos traumáticos cargados de dolor o de emociones negativas (vergüenza, odio o culpa) puede ser una reacción protectora natural para mantener el equilibrio emocional. El objetivo del olvido activo es modular emocionalmente el recuerdo y, para que exista un buen olvido, debe haber una buena memoria. No se trata de un olvido pasivo o amnésico, sino de un olvido activo, que deja de lado los reproches y el deseo de venganza a partir del reconocimiento expreso de la existencia de los hechos ocurrido.
- Exposición terapéutica a los pensamientos traumáticos: tiene por objetivo facilitar la integración cognitiva y emocional del suceso traumático. El terapeuta confronta al paciente con los recuerdos traumáticos en el contexto de seguridad que ofrece una sesión clínica (lo que facilita la desactivación de la reacción de ansiedad). Con esta estrategia se trata de que la persona sea capaz de guardar los recuerdos en el archivador correspondiente y de poner orden en el caos cognitivo y emocional
- Perdonar: puede ser un ingrediente fundamental en la recuperación de la víctima. No se puede cambiar lo que a una persona le ha ocurrido en la vida, pero sí se puede modificar su mirada y su actitud hacia esos mismos sucesos para reinterpretar su significado de una forma más positiva. Perdonar no es olvidar, es liberarse del dolor, es colaborar, conscientemente, a que la herida cicatrice y vivir con esa cicatriz.
- Regulación emocional cognitiva: hay un tipo de afrontamiento emocional cognitivo más adaptativo. Es el caso de las personas que han sido victimizadas y tienden a la aceptación de lo ocurrido, son capaces de ponerlo en perspectiva dentro de su trayectoria vital, reevalúan los posibles aspectos positivos existentes y se centran atencionalmente en la planificación de su vida actual y futura. La recuperación de las personas con este tipo de afrontamiento es mucho más esperanzadora.
- Resiliencia: hay personas que se muestran resistentes a la aparición de síntomas clínicos tras la experimentación de un suceso traumático. Y son capaces de hacer frente a la vida cotidiana y pueden disfrutar de otras experiencias positivas. La resiliencia es la capacidad del ser humano para responder positivamente ante una grave contrariedad, es decir, el proceso de adaptación positiva a sucesos de vida desafiantes o traumáticos.
- Crecimiento postraumático: los sucesos traumáticos pueden servir para sacar lo mejor de cada persona. Mucha gente se sorprende de la fortaleza que es capaz de encontrar en una situación de adversidad. El crecimiento postraumático, basado en la capacidad del ser humano de rehacerse frente a los embates de la vida, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en la persona recursos latentes e insospechados que mejoran incluso su funcionamiento anterior. Este crecimiento postraumático puede referirse a tres áreas:
- Cambios en uno mismo (aumento en las propias capacidades de afronta-miento.)
- Cambios en las relaciones interpersonales (fortalecimiento de las relaciones con los verdaderos amigos).
- Cambios en la espiritualidad y en la filosofía de vida (modificación en la escala de valores).
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Estrategias desadaptativas:
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- Nostalgia paralizante: es un conjunto de recuerdos agridulces que le pueden anclar a una persona en un pasado idealizado anterior al suceso traumático, anular su presente e hipotecar su futuro. Este tipo de nostalgia, compuesta de distorsiones cognitivas que impiden ver el pasado con exactitud, casi siempre aparece cuando el presente se percibe como desagradable y el futuro resulta amenazante.
- Odio/resentimiento/rencor: el odio es un sentimiento de rechazo profundo y de deseo de destrucción de la persona odiada porque nos ha deparado una humillación. es un sentimiento negativo que solo hace daño a quien lo siente y se vuelve contra uno mismo; a los ofensores no les llega nada de ese odio. El desprecio alivia con frecuencia, pero nunca consuela. El rencor afecta a nivel cognitivo (pensamientos de venganza), afectivo (ira) y conductual (distanciamiento o enfrentamiento con el ofensor). El resentimiento y el rencor (la ira contenida), incluso la antipatía o el desprecio, son un odio en tono menor y constituyen una forma de agresión pasiva. El odio se alimenta con la hostilidad percibida hacia otros, a quienes se responsabiliza de los males propios.
- Deseos de venganza: la venganza, que va más allá del odio, consiste básicamente en el desquite contra una persona en respuesta a una mala acción percibida. La venganza es, en realidad, un ajuste de cuentas. El deseo de venganza consiste en forzar a quien haya hecho algo malo a sufrir el mismo dolor que él infligió y a asegurarse de que esta persona no volverá a cometer daños otra vez.
- Conductas autodestructivas: los recuerdos traumáticos pueden estar, a veces, asociados a sentimientos de culpa que generan un profundo malestar emocional. Las víctimas de sucesos especialmente dolorosos, como el abuso sexual en la infancia, la agresión sexual por una persona conocida o la violencia continuada en la pareja, pueden sentirse culpables por no haber adoptado medidas preventivas, por no haber actuado con la debida contundencia cuando ocurrió el suceso o por no haberse sentido capaces de denunciar al agresor. El malestar emocional experimentado puede llevar a la persona a implicarse en conductas autodestructivas, como el abuso de alcohol o drogas, la automedicación sin control, la asunción de conductas de riesgo (tales como conducir de forma temeraria o implicarse en deportes de riesgo), el aislamiento social o la práctica de conductas violentas.
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Impacto de la violación y otras reacciones ante las agresiones sexuales
Respecto al impacto de la violación conviene distinguir entre la reacción de la víctima durante la agresión sexual y después de éste. Durante la agresión sexual, una respuesta común es el miedo, incluso el miedo a morir. Las reacciones después de la agresión han sido estudiadas como un primer paso necesario para poder idear estrategias de apoyo y asesoramiento durante las crisis derivadas de la violación.
Shutherland y Scherl (1970), estudiaron a 13 mujeres de clase media, jóvenes y de raza blanca y describieron un patrón de respuesta compuesto de 3 fases:
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- Primera fase: se da una reacción de shock, con gran ansiedad y temor. La mujer se encuentra receptiva ante los demás y denuncia ante las autoridades, en ocasiones se demoraba, debido a la preocupación de cómo reaccionarían ante el hecho de que han sido víctimas.
- Segunda fase: aparece esta fase horas o días después, que durará semanas o meses. Aquí, la ansiedad generalizada disminuye, produciéndose una adaptación al mundo exterior.
- Tercera fase (de integración y resolución): se caracteriza por sentimientos depresivos, pensamientos obsesivos en relación a la violación, autoinculpación y hostilidad hacia el agresor.
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Estos autores encontraron que la víctima aquí, vuelve a ser comunicativa, dándose mayor probabilidad de examinar y resolver los problemas emocionales relaciones con el ataque.
Según Wolbert y Holmstrom (1979) y a partir de sus investigaciones, se logró esbozar un patrón típico de respuesta que se denominó el “síndrome de trauma de violación“, que consiste en una fase aguda y un proceso de reorganización a largo plazo, que aparece como consecuencia de una violación por la fuerza o un intento de violación. Este síndrome, con trastornos de comportamiento, somáticos y psicológicos, constituye una reacción aguda de estrés, ante una amenaza a la propia vida.
El síndrome consta de dos fases:
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- En la primera fase de desorganización (a corto plazo): dónde la víctima en las primeras horas, experimenta una amplia gama de emociones, junto a shock e incredulidad. Tales emociones podían revestir dos patrones:
- El tipo expresivo: con sentimientos de pánico, ira y ansiedad.
- El tipo controlado: en el que los sentimientos se ocultaban bajo un aspecto sosegado o deprimido.
- En la primera fase de desorganización (a corto plazo): dónde la víctima en las primeras horas, experimenta una amplia gama de emociones, junto a shock e incredulidad. Tales emociones podían revestir dos patrones:
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Mas allá de estas reacciones de impacto, aparecen otras reacciones en semanas posteriores a la violación:
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- Trauma físico derivado del ataque
- Tensión de la musculatura esquelética, con dolores cabeza, fatiga y trastornos del sueño,
- Irritabilidad gastrointestinal, nauseas, perdida del apetito y dolores de estómago
- Trastornos genitourinarios.
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Finalmente, en esta primera fase, también surgen reacciones emocionales como la ira, el deseo de venganza y la autoculpabilización, entre las más destacadas, pero el principal sentimiento es el temor a la violencia y a la muerte; las víctimas afirmaban que lo que les inquietaba no era tanto la violación, sino la posibilidad de que las mataran (después de ser víctimas de agresión sexual).
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- En la segunda fase de reorganización (a largo plazo): a gran mayoría de las mujeres manifestaron padecer algún tipo de alteración o trastorno en su forma de vida aunque no todas experimentaron los mismos síntomas ni el orden de aparición de éstos fue el mismo; en esta fase aparecía:
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- Aumento de la actividad motora: evidente sobre todo en el cambio de resistencia, destinado a conseguir una mayor seguridad y reemprender una nueva vida.
- Pesadillas: sueños con elementos de terror y angustia.
- Traumatofobia: desarrollo de fobias como reacción de defensa ante las circunstancias de la violación (dentro de las más comunes, están el miedo a estar sola dentro de la casa, a estar fuera de la casa, a estar sola, a las multitudes, a tener alguien detrás y temores sexuales).
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Estas reacciones son variadas y complejas y conforman un patrón de respuesta normal y adaptado antela agresión recibida.
Burguess y Holmstrom también se distinguieron dos variantes de tipo patológico o desadaptativo:
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- El primer cuadro patológico, de “reacción combinada“: surgía en aquellas mujeres con una historia problemática a nivel físico y/o psicológico o con unas deficiencias de relación interpersonal; en este caso, las víctimas presentaban brotes psicóticos, intentos de suicidio, fuertes alteraciones psicosomáticas y depresión severa.
- En el segundo cuadro patológico, de “reacción silenciosa o inhibida”: se presentaban síntomas de ansiedad progresivamente mayores, largos periodos de silencio, malestar físico, una historia de reacciones fóbicas a estar sola o salir de casa, así como evitación de la actividad sexual. Estas mujeres frecuentemente habían sufrido con anterioridad, una agresión sexual (en su niñez o adolescencia) y a menudo no habían hablado a nadie de ello, soportando esta carga a solas. Estas mujeres hablaban tanto de la violación anterior, como de la actual.
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Un aspecto de singular importancia, radica en la reacción de los padres, amigos, pareja, etc., de la víctima, ante la agresión. Igualmente, el hecho de conocer o no al agresor también era un factor determinante, que influía en la forma y gravedad de la agresión (ya que la brutalidad era mucho mayor en los casos de agresores desconocidos).
Más allá de las reacciones inmediatas (malestar general, conductas desorganizadas, aislamiento, pérdida de apetito, insomnio, etc.) que tienden generalmente a remitir o disminuir a las pocas semanas, las víctimas pueden experimentar: ansiedad, problemas de depresión y pérdida de autoestima, desconfianza en las propias posibilidades para encausar la vida futura, altos niveles de inadaptación en diferentes áreas de la vida cotidiana, etc.
Estas repercusiones a largo plazo, tienen lugar fundamentalmente en las víctimas de maltrato domestico y de agresiones sexuales. Todo ello puede llevar a una reducción de la actividad social y lúdica de las víctimas y una capacidad disminuida para disfrutar de la vida.
A largo plazo, las mujeres víctimas de una agresión sexual, exhibieron en mayor medida depresión, un menor disfrute de las actividades cotidianas y un funcionamiento interpersonal más desajustado; igualmente, también mostraron más miedos y pesadillas, en comparación con el grupo de control. También se encontraron muchos problemas de relación con los hombres (divorcios, rupturas, etc.) y de índole sexual (frigidez, lesbianismo, promiscuidad). Entre las preocupaciones focales de las mujeres víctimas de agresión sexual, están la evitación de la violencia y la preservación de la integración corporal (Ellis, Atkeson y Calhoun, 1982).
Resiliencia
El término de resiliencia es relativamente nuevo y tuvo su origen en la ingeniería (que se usaba para referirse a la capacidad que tenían ciertos materiales, para volver a su estado original una vez que estos eran deformados). En psicología, hace referencia a la capacidad que tienen las personas para recuperarse de las adversidades y para mantener una conducta adaptativa, después de haber vivido un suceso estresante y/o traumático. También podría ser entendida como la habilidad para mantener una actividad adaptativa de las funciones físicas y psicológicas en situaciones críticas.
Grotberg (1995) define la resiliencia como la capacidad humana universal, para hacer frente a las adversidades de la vida, para superarlas e incluso, para ser transformado positivamente por ellas.
Las personas resilientes, tienen la tendencia a obtener mejor rendimiento en los acontecimientos vitales estresantes, incluso en ocasiones, son capaces de aprender destrezas nuevas, a partir de dichos sucesos negativos. La resiliencia está relacionada con tener una mejor salud mental y física y es considerada como equivalente a la invulnerabilidad, el crecimiento personal postraumático, la resistencia al estrés y a la adversidad.
Existen diferentes maneras de superar los problemas y todo dependerá de las estrategias de afrontamiento que cada uno lleve dentro de sí. Como se dijo, las estrategias de afrontamiento son tácticas que nos hacen actuar de una determinada manera, ante sucesos negativos, traumáticos o estresantes y existen dos grandes tipos de estrategias de afrontamiento: las adaptativas y las desadaptativas.
Como se dijo anteriormente, la resiliencia estaría situada dentro de las adaptativas. La resiliencia no es una habilidad o capacidad absoluta que se adquiere de una vez y que es para siempre, sino que es el resultado de la interacción constante entre el individuo y su entorno; se puede entrenar con una serie de estrategias.
Existen diversos factores de riesgo y factores protectores que nos hará más o menos resilientes.
Los factores protectores, son aquellos que favorecen la aparición de la resiliencia como:
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- Vivir en un entorno con personas resilientes.
- Tener autocontrol emocional.
- Tener un autoconcepto positivo.
- Gestionar los conflictos de una forma adecuada.
- Controlar los impulsos.
- Ser personas positivas.
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Los factores de riesgo, son aquellos que no favorecen la aparición de la resiliencia, como:
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- No vivir en un entorno con personas resilientes
- Ser negativos
- Tener un mal autocontrol y autoconcepto
- No tener un buen control de impulsos
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La noción de resiliencia abarca las características psicológicas y biológicas intrínsecas para un individuo. No obstante, estas pueden ser modificadas para tener una mayor protección contra el desarrollo del estrés. Estas personas aceptan la realidad e intentan darle sentido a lo que les está ocurriendo, por muy negativo que sea.
Son personas que, entre otras cosas:
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- Saben localizar sus propios problemas.
- Son optimistas.
- Controlan sus impulsos.
- Tienen autocontrol emocional.
- Ven las situaciones adversas como oportunidades para aprender.
- Son empáticas.
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Una de las características más importantes, es que aceptan la realidad tal y como se presenta, es decir, no minimizan, ni maximizan las consecuencias de lo que les ocurre. En definitiva, son personas objetivas.
Beneficios de ser una persona resiliente:
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- Tener menos trastornos del estado del ánimo o depresión.
- Saber hacerle frente a todo tipo de situaciones.
- Gozar de mejor salud física y mental.
- Vivir más satisfechos.
- Tener mejores resultados en el trabajo y en la vida diaria.
- Aceptar a las personas sin criticarlas ni juzgarlas.
- Ayudar a las demás personas a tomar una actitud positiva ante la vida.
- Tomar más riesgos en la vida.
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Las víctimas de agresiones sexuales pueden utilizan los mecanismos resilientes (los cuales se entienden como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana, viviendo en un medio insano). Estos procesos tendrían lugar a través del tiempo, dando diferentes combinaciones entre los atributos de cada persona con su ambiente familiar, social y cultural (Citado por Castaño, 2010).
RUTA DE ATENCIÓN Y DENUNCIA DEL DELITO
Ante una violación la mujer debe ir a una IPS lo más pronto posible (centros médicos, clínicas, hospitales, etc.). En la IPS están en la obligación de atenderla con celeridad, amabilidad y delicadeza y dar un parte médico de las lesiones y/o señales de violación. Si ha quedado embarazada como fruto de la violación, la mujer tiene derecho a decidir sobre la interrupción voluntaria del embarazo.
Si la mujer es víctima de agresión por parte de su novio (no hay convivencia), vecino o desconocido, debe ir a la Fiscalía a denunciar. Es importante asesorarse con un abogado/o especialista en el tema.
Si la mujer sufre maltrato por parte de su pareja o ex pareja de forma física, sexual, económica y/o psicológica, debe acudir a la Comisaría de Familia y de acuerdo con su declaración, las autoridades valorarán el nivel de riesgo al que se encuentra sometida la denunciante. La Comisaría debe emitir una medida provisional de protección en el transcurso de las primeras 4 horas. Puede ser una medida correctiva por conflicto familiar o una disposición policiva por violencia intrafamiliar. La policía puede ordenar el desalojo del agresor porque representa una amenaza para la denunciante. También puede prohibir el acercamiento del agresor (orden de alejamiento). En cuanto a los hijos, éstos no podrán ser trasladados por el agresor. Con la denuncia de la Comisaría, la víctima pasa a revisión por parte de un médico y un psicólogo. La Comisaría tiene diez días hábiles para ofrecer medida de protección definitiva, mediante acto administrativo. En ese momento el juez recibe las pruebas y los testimonios y dictamina sentencia. La Policía también tiene la obligación de reportar el seguimiento que le está haciendo al agresor. Si éste incumple la orden de alejamiento debe pagar una multa y si reincide, debe ser arrestado.
Es fundamental que todas las autoridades que hacen parte de la ruta de atención integral de violencia sexual, actúen de manera oportuna y eficiente en su activación, garantizando a las víctimas, la atención medica y psicológica especializada, el acceso pronto a la justicia y a la reparación, con el fin de evitar la revictimización.
Denuncia telefónica (Colombia): si la situación impide a la víctima acercarse a las autoridades, puede llamar al 155 de forma gratuita (no hay necesidad de tener minutos en el celular) y las 24 horas del día. Un funcionario de la Policía Nacional le indicará cómo denunciar y qué hacer según su caso.
Es importante decir y recordar que las mujeres tienen derecho a no confrontar a su agresor.
El problema es que, aunque esto está bien diseñado y planeado, no es correctamente ejecutado en la practica y que aunque se debe evitar a toda costa la revictimización (victimización secundaria y/o violencia institucional), ésta está presente durante el inicio del proceso investigativo (desde la U.R.I. o la Unidad de Reacción Inmediata de la Policía Judicial, pasando por la evaluación medico-legal o examen sexológico, hasta la recolección de evidencia y la investigación por parte de la Fiscalía).
Esto hace que aumente el descontento al momento de pensar en poner una denuncia de este tipo, ya que el desconocimiento de las rutas de atención a las víctimas de violencia sexual y el apoyo de las autoridades competentes, es prácticamente nula.
REVICTIMIZACIÓN (victimización secundaria y/o violencia institucional)
La definición técnica de revictimización, es la que dice que “se trata de una persona (ya sea mujer, niño/a, adolescente u hombre), que ha sido víctima de un delito y al usar el prefijo re-, significa que esa condición de víctima se está repitiendo de alguna manera, por lo tanto, la re-victimización hace referencia a la experiencia de volver a hacer vÍctima a una persona que ya fue víctima de un delito una primera vez, presentándose una segunda vez o más.
La revictimización es el conjunto de hechos o “el hecho en que un individuo es víctima de algún tipo de violencia ejercido en dos o más ocasiones y ambas experiencias están separadas en el tiempo; pueden ser realizadas por el mismo agresor y/o por otra persona diferente”, es decir, se refiere a sufrir de un delito o ser víctima de violencia en algún momento de la vida y luego volver a experimentarlo en otro momento.
La victimización es, entonces, el proceso por el que una persona sufre las consecuencias de un hecho traumático, observándose algunos factores que intervienen en la precipitación del hecho delictivo o traumatizante. La victimización es la consecuencia de ser víctima, por primera vez, de un delito y la revictimización es volver a ser víctima (ya sea de ese mismo delito o como consecuencia de ese primer delito, ser juzgado, criticado, evaluado y/o vulnerado en los derechos de alguna manera, posteriormente a ese delito).
El proceso de victimización, comprende el periodo de tiempo que va desde el momento en el que una persona es víctima de un delito, hasta que logra superar el mismo (incorporarlo a su historia como una vivencia más).
Existen 3 tipos de victimización/revictimización:
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- Primaria: se da cuando una persona sufre, de modo directo o indirecto, los daños y las consecuencias nocivas en su integridad física o psíquica como consecuencia de un hecho delictivo o acontecimiento traumático, sean éstos materiales o psíquicos. La victimización primaria, deriva directamente del delito o del acontecimiento traumático y es el efecto inherente y directo ocasionado por estos hechos. Toda persona que sufre la acción de un delito o un hecho traumático, se convierte en víctima y todos los efectos producidos directamente por la acción delictiva, se engloban en la denominada victimización primaria.
- Secundaria: los efectos nocivos producidos por el hecho delictivo o traumático, no terminan con la victimización primaria, sino que van incrementándose a medida que el sistema legal y la reacción social, tienen conocimiento del hecho delictivo, creando nuevas situaciones negativas para la víctima. Esto da lugar a un proceso de revictimización que aparece en un momento posterior a la comisión del delito y comprende el incremento de padecimiento de la víctima, ocasionado por el funcionamiento del sistema policial y judicial. A esto se le denomina “victimización secundaria” o “revictimización“. La victimización secundaria, puede ocurrir como parte de la intervención del Estado en el proceso judicial o de investigación, dado que las diligencias que se llevan a cabo durante todo el proceso, generan (por su misma naturaleza), situaciones victimizantes. Al ser necesario que la víctima aporte la mayor cantidad de detalles y que recuerde aspectos del hecho, esto puede acarrear consecuencias traumatizantes. Asimismo, las exploraciones médicas o psicológicas, el contacto con personal policial y de investigación, la presencia de medios de comunicación, la reacción social, el posible contacto con el victimario y las demoras en el proceso de justicia, fomentan la aparición de secuelas traumáticas. La victimización secundaria puede ser mucho más negativa que la primaria, ya que es el propio sistema, el que victimiza a quién se dirige a él, buscando ayuda o pidiendo justicia. En resumidas cuentas, este tipo de revictimización es la que también se conoce como “violencia institucional”.
- Terciaria: es la menos conocida, la más sutil y también la más amplia. Tiene que ver con los efectos que sufren las personas involucradas en el proceso judicial e, incluso, aquellos que no se relacionan de manera directa con el hecho delictivo. La victimización terciaria se refiere a que la víctima del delito, no es solo la persona que lo sufre, sino también el propio autor, terceros cercanos tanto al agresor, como a la víctima y la sociedad en general, es decir, los propios delincuentes, los familiares y amigos de víctima y victimario, etc. pueden llegar también a convertirse en víctimas, a causa de la estigmatización o el.
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Como se dijo anteriormente, la victimización secundaria o revictimización, puede ser ejercida en forma de violencia institucional, es decir, la puede ejercer el Estado y sus funcionarios, pero no solo se da por parte del Estado, sino que también la puede ejercer todo profesional que tenga contacto con la víctima. La revictimización o la victimización secundaria, a su vez, puede no ser ejercida únicamente por este tipo de personas, sino que también puede provenir de familiares, amigos y conocidos de la persona, al juzgarla, criticarla, culparla, etc. Igualmente, se ejerce revictimización o victimización secundaria, cuando se le vulneran sus derechos a la víctima, de alguna manera.
Entre las consecuencias de la revictimización o victimización secundaria, están:
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- Impotencia
- Frustración
- Sentimiento de culpa
- Aislamiento
- Depresión
- Ansiedad/estrés
- Miedo
- Desconfianza y/o paranoia
- TETP (o estrés postraumático)
- Labilidad emocional
- Vergüenza/pena
- Inseguridad/baja autoestima
- Sensación de incomprensión
- Sentimientos de sentirse juzgado, criticado, evaluado, culpado….
- Perdida de confianza en las propias habilidades
- Intensificación de las consecuencias del delito
- Entre otros síntomas
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Referencias:
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