Se considera abuso sexual infantil, cualquier forma actividad de índole sexual, con o sin contacto físico, con o sin acceso carnal, por parte de un familiar, de un conocido o un desconocido, que involucre a un menor en actividades de índole sexual. Dentro de esta tipología se incluye el incesto (familiares cercanos), estimulación sexual (tocamientos, masturbación), vejaciones, violación, exhibicionismo, explotación sexual (pornografía infantil, prostitución), etc.

Generalmente el abuso sexual infantil es propiciado por una figura cercana, de autoridad o un familiar o cuidador. Cuando es practicado por un familiar consanguíneo se conoce como incesto. Otra forma de abuso sexual es producida por un agresor desconocido por el menor y se llama “ataque sexual”. Otro tipo es la “explotación sexual” en la que el menor es utilizado como un objeto comercial que como ya se dijo, hace referencia a la prostitución infantil, el tráfico de menores para turismo sexual y la pornografía con presencia del menor o a través de internet.

Criterios para establecer un abuso sexual infantil:

  • Asimetría de edad: la diferencia en edad entre la víctima y el agresor, impide la verdadera libertad de decisión y hace imposible una actividad sexual común, ya que los participantes tienen experiencias, grado de madurez biológica y expectativas muy diferentes. Esta asimetría supone en si misma un poder que vicia toda posibilidad de relación igualitaria. Existe cierta controversia sobre este punto, puesto que para algunos, este dato carece de relevancia, otros resaltan la necesidad de que exista una diferencia de al menos 5 años entre el agresor y la víctima; en este sentido, el contacto sexual entre un adolescente y un niño más pequeño puede ser considerado abusivo cuando existe una disparidad de edad de 5 años o más (el 20% de los  casos son menores de edad los agresores).
  • Las estrategias empleadas para llevar a cabo el abuso (entre esas, la coerción): generalmente la estrategia utilizada por el agresor es la coerción, donde utiliza la situación de poder que tiene, para interactuar sexualmente con el menor. El uso de la fuerza física, la presión o el engaño, deben ser consideradas por sí mismos como criterios suficientes, para que una conducta sea etiquetada como abuso sexual a menores, independientemente de la edad del agresor. Una persona tiene poder sobre otra, cuando le obliga a realizar algo que ésta no deseaba, sea cual sea el medio que utilice para ello: la amenaza, la fuerza física, el chantaje, etc. La persona con poder está en una situación de superioridad sobre la víctima que impide a ésta, el uso y disfrute de su libertad. No siempre se habla de una relación de poder con base a la diferencia de edad, también puede existir entre iguales, donde la coerción se produce por la existencia de amenazas o porque hay seducción, pero la diferencia de edad puede ser mínima o inexistente y aún así se consideraría abuso sexual.
  • Tipos de abusos sexuales a menores: siempre que exista coerción o asimetría de edad (o ambas cosas a la vez) entre un menor y una cualquier otra, las conductas sexuales deben ser consideradas abusivas. Estas se pueden manifestar de la siguiente manera:
    • Con contacto físico:
      • Violación: penetración en la vagina, ano o boca, con el pene o cualquier objeto
      • Penetración digital: inserción de un dedo en la vagina o ano
      • Caricias: tocar o acariciar los genitales de otro o hacer que el menor toque al agresor, incluyendo la masturbación
      • Contacto genital-oral
      • Involucramiento del menor en contactos sexuales con animales
    • Sin contacto físico:
      • Propuestas verbales de actividad sexual explicita
      • Exhibicionismo: acto de mostrar los órganos sexuales de una manera inapropiada
      • Obligar al menor a ver actividades sexuales de otras personas
    • Explotación sexual:
      • Implicar a los menores de edad en conductas o actividades relacionadas con la producción de pornografía
      • Promover la prostitución infantil
      • Turismo sexual
    • Culturales:
      • Ablación quirúrgica del clítoris
      • Casamiento de niños sin su consentimiento
      • Rituales satánicos

Condiciones para que el abuso sexual se presente:

De todos los modelos etiológicos del abuso sexual infantil, el más aceptado es el modelo elaborado  por Finkelhor y Krugman, en el que se describen las cuatro condiciones para que el abuso se produzca:

  • La primera condición está relacionada con la motivación del agresor para cometer el abuso. En este sentido, los estudios establecen distintas categorías de motivaciones en los agresores sexuales, cada uno de los cuales desarrolla un modus operandi diferente:
    • Por una parafilia sexual
    • Por una repetición transgeneracional de experiencias previas de abuso en la infancia
    • Por un componente psicopático de personalidad
    • Por pedofilia exclusiva
  • La segunda condición está relacionada con la habilidad del agresor para superar sus propias inhibiciones y miedos, recurriendo para ello al alcohol y a las drogas.
  • La tercera condición está relacionada con la superación de las inhibiciones externas o los factores de protección del niño.
  • La cuarta condición le permite al agresor, vencer la resistencia del niño, para lo que se recurre al uso de la violencia, de la amenaza, el engaño o la manipulación. En este punto, hay menores especialmente vulnerables, como los niños con discapacidades porque en algunos casos, su capacidad para poner resistencia se ve seriamente mermada o como pasa en el caso de los más pequeños con pocas habilidades comunicativas como los de menos de tres años.

Indicadores de abuso sexual infantil

Indicadores físicos:

  • Traumas físicos o irritación en la zona ano-genital (dolores, picazón, hemorragias, magulladuras, raspaduras, …).
  • Infecciones genitales o urinarias.
  • Enfermedades de transmisión sexual.
  • Dificultades para caminar o sentarse.
  • Embarazo.
  • Enuresis o encopresis.

Indicadores comportamentales/emocionales:

  • Pérdida del apetito.
  • Resistencia a desnudarse o bañarse.
  • Rechazo al padre/madre/algún familiar de forma repentina.
  • Conducta agresiva o delincuencial, fugas del hogar, cambios bruscos de carácter.
  • Retraimiento y aislamiento de las relaciones sociales con los iguales, fantasías, conductas regresivas (chuparse el dedo, orinarse en la cama…), depresión crónica (llanto frecuente, sobre todo en referencia a situaciones afectivas o eróticas).
  • Miedo, fobias, histeria, falta de control emocional, tenencia al secretismo.
  • Intentos de suicidio u otras conductas autolesivas.
  • Problemas escolares (puede derivar en fobia).

Indicadores sexuales:

  • Rechazo a los besos y caricias de forma súbita.
  • Comprensión detallada y prematura de la conducta sexual para su edad.
  • Juegos que simulan gráficamente el intercambio sexual.
  • Seducción inapropiada, sexualización de las relaciones afectivas.
  • Interés exagerado por los comportamientos sexuales adultos.
  • Agresión sexual de un menor hacia otros menores.

Factores de riesgo y signos de detección

Los niños con mayor riesgo de padecer abuso sexual son aquellos que presentan una capacidad reducida para la resistencia y para la denuncia del hecho. Se puede añadir los siguientes elementos:  falta de adquisición del lenguaje, retraso en el desarrollo, minusvalía (parcial o total, tanto a nivel físico como psicológico), la vivencia de un ambiente familiar carente de cohesión (familias desorganizadas o reconstituidas).

Otros autores hablan del alto riesgo en niños prepúberes y la susceptibilidad de aquellos que ya han sido víctimas de malos tratos. También señalan el incumplimiento de las funciones parentales como factor de trascendencia, así como el abandono emocional y físico de los cuidadores principales, aspectos que propician la mayor manipulación a la que el menor quedaría expuesto.

Características de la víctima:

  • Durante la preadolescencia se incrementa el riesgo de abuso sexual
  • Las mujeres sufren de abuso sexual infantil tres veces mas que los hombres
  • La vulnerabilidad es mayor cuando existe algún tipo de retraso.

Características del agresor:

  • Extremadamente protector o celoso del niño
  • Victima de abuso sexual en la infancia
  • Abuso de alcohol o drogas

Características de la familia:

  • Familias monoparentales o reconstituidas
  • Madre frecuentemente enferma o ausente, emocionalmente poco accesible y/o con un historial de abuso sexual infantil.
  • Familias caóticas y desestructuradas
  • Problemas de hacinamiento
  • Hijas mayores que asumen las responsabilidades familiares

El abuso sexual infantil es el resultado de la conjunción de una serie de factores, no hay un único factor causal.

Consecuencias del abuso sexual

El abuso sexual suele provocar problemas psicológicos o emocionales que pueden aparecer inmediatamente después de la agresión, en la adolescencia o incluso en la edad adulta, si en su momento no se recibió tratamiento y la ayuda necesaria.

La victima de abuso sexual se siente temerosa y no necesariamente comunica el hecho con palabras, sino que también puede expresarlo con cambios de conducta, temores nocturnos, aislamiento o con un gran temor a no ser creídos o a ser culpados y/o castigados.

Existen aspectos que influyen en las consecuencias del maltrato como son la edad en que se produce el abuso, el perfil del abusador,  el ambiente familiar, la frecuencia o cronicidad del hecho y los medios o recursos disponibles para hacer frente a dicho acto, el sexo, el estilo de crianza parental, la duración y la frecuencia con que se lleva a cabo el acto.

Las consecuencias dependen de muchos factores como acaba de decirse y a continuación se hablará de las alteraciones en las victimas de abuso sexual, de acuerdo a los factores que acaban de mencionarse y se añaden otros más:

  • Tipo de acto sexual: se debe distinguir si el abuso se limitó a besos, caricias o si se emplearon objetos; si hubo o no penetración, determinando si la victima estaba vestida o no y si adicionalmente se practicó sexo oral o anal.
  • Frecuencia y duración: están íntimamente relacionadas con la gravedad de la alteración mental asociada con el abuso o ataque sexual.
  • Intensidad de violencia utilizada: va desde el convencimiento, pasando por el soborno, las amenazas, hasta la agresión física.
  • Relación con el agresor: se debe determinar la relación entre la victima y su agresor. Esta relación puede ser de tipo incestuosa (un familiar del menor), por un conocido que represente una figura de autoridad para el niño, por un desconocido o como parte de una red de prostitución o satanismo.
  • Edad de la victima: es fundamental considerar este factor por su implicación sobre la supervivencia, desarrollo posterior o posibilidad de embarazo, entre otros factores.
  • Número de agresores: este factor puede condicionar al menor como culpable de lo sucedido, generando procesos de victimización en edad adulta.
  • Efectos de la denuncia: este factor debe manejarse con precaución debido a que puede revictimizar al niño por el conflicto familiar generado y la actitud de los miembros de la familia y de otras personas que intervengan en el proceso de atención.
  • Agresión institucional: la agresión a la que son sometidas las victimas por parte de los miembros del equipo multidisciplinario para lograr esclarecer los hechos y tomar medidas respectivas en muchas ocasiones es más humillante para la víctima y su familia, que la violación en sí. La intervención multidisciplinaria coordinada es de gran ayuda para evitar estas situaciones indeseadas.

La presencia de estas situaciones está relacionada con la antigüedad del maltrato, generando en algunos casos, agudos trastornos emocionales con implicaciones en el desempeño en los diferentes contextos, principalmente en el escolar y de aprendizaje. Además, modifica las relaciones sociales.

En los casos recurrentes y de larga ata, pueden ocurrir trastornos mentales como depresión, suicidio, autoagresiones, pobre autoestima y adicciones de todo tipo.  Según la evolución de estos casos recurrentes, se puede observar prostitución, dificultades de pareja, aversión a los contactos sexuales y abortos.  Algunas victimas pueden reproducir los ciclos de abuso, sobreproteger a sus hijos o enclaustrarse.  En el contexto social, las victimas pueden presentar conductas violentas y antisociales.

El alcance de las consecuencias también va a depender del grado de sentimiento de culpa y estigmatización, así como revictimización del niño por parte de otros familiares o conocidos y de las estrategias que posea para afrontar con éxito tales efectos.  Dichas consecuencias son diferentes dependiendo de la edad en que el menor es victima del abuso sexual.

Entre las consecuencias a corto plazo se encuentra el Síndrome de Acomodación al abuso sexual infantil, que tiene muchas similitudes con el Síndrome de Estocolmo y que incluye cinco fases:

  • Impotencia: los niños victimas de abuso sexual, generan un fenómeno de indefensión aprendida, puesto que sus intentos por evitar el abuso resultan en vano. Poco a poco dejarán de intentarlo si quiera.
  • Mantenimiento del secreto: la manipulación y la amenaza a la que son sometidos, les obliga a mantener el secreto del abuso y evitar la revelación, especialmente en aquellos casos en los que el abuso es intrafamiliar.
  • Entrampamiento y acomodación: si el abuso se prolonga en el tiempo, el niño poco a poco irá asumiendo el papel de pareja del agresor.
  • Revelación espontánea o forzada: si no hay una intervención efectiva, incluso habiéndola, la retracción es frecuente por culpa, vergüenza o miedo.

Posteriormente, las consecuencias asociadas al abuso sexual tienen que ver con el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). También es importante señalar que algunos niños pueden sufrir de abuso sexual y permanecer asintomáticos (no mostrar ningún signo de trauma), debido a que desde la propia vivencia del niño, que puede no percibirlo como una agresión (según su edad y la ejecución del abuso). Por eso es fundamental hacer seguimiento a los niños victimas de abuso sexual, presenten o no una sintomatología.

Consecuencias a corto plazo según el tipo:

  • Físicas:
    • Pesadillas y problemas de sueño
    • Cambio en hábitos de comida
    • Perdida de control de esfínteres
  • Conductuales:
    • Consumo de sustancias
    • Fugas
    • Conductas autolesivas o suicidas
    • Hiperactividad
    • Bajo rendimiento académico
  • Emocionales:
    • Miedo generalizado
    • Agresividad
    • Culpa
    • Vergüenza
    • Aislamiento
    • Ansiedad
    • Depresión, baja autoestima y sentimientos de estigmatización
    • Rechazo al propio cuerpo
    • Estrés postraumático
  • Sexuales:
    • Conocimiento sexual precoz o inapropiado de la edad
    • Masturbación compulsiva
    • Exhibicionismo
    • Problemas de identidad sexual
  • Sociales:
    • Déficit en habilidades sociales
    • Retraimiento social
    • Conductas antisociales

Consecuencias a corto plazo según la edad:

  • De 3 a 6 años (edad prescolar):
    • Expresión de algún tipo de conducta considerada como anormal
    • Ansiedad
    • Pesadillas
    • Desordenes del trastorno de estrés postraumático
    • Problemas internalizantes y externalizantes de conducta
  • De 7 a 12 años (edad prescolar):
    • Los problemas de conducta tanto a nivel interno como externo se hacen más patentes, especialmente depresión y agresión respectivamente.
    • Descenso en la autovaloración personal y niveles de autoestima.
    • Miedos
    • Pesadillas
    • Neurosis
    • Baja autoestima
    • Hiperactividad
    • Efectos en el funcionamiento y desarrollo cognitivo y socioemocional (sobre todo en el caso de las niñas victimas de tales abusos).
    • Problemas escolares: funcionamiento académico global deteriorado y mayores problemas de aprendizaje.
    • Conductas sexuales inapropiadas (masturbación y preocupación sexual excesiva, exhibicionismo y agresión sexual).
    • Comienza a aparecer el sentimiento de culpabilidad, sintiéndose responsable del abuso.
  • De los 13 a los 18 años (adolescencia):
    • Depresión
    • Retraimiento social
    • Baja autoestima
    • Ideas repetitivas de suicidio y conductas autolesivas
    • Trastornos somáticos
    • Conductas antisociales (consumo de sustancias, escapadas del hogar, inasistencia a la escuela…).
    • Comportamiento sexual precoz (embarazo)
    • Problemas de identidad sexual

Consecuencias a largo plazo:

Aunque no existe un cuadro diferencial del abuso sexual infantil, hay consecuencias de la vivencia que permanecen o pueden agudizarse con el tiempo, hasta llegar a configurar patologías definidas.

  • Físicas:
    • Dolores crónicos generales
    • Hipocondría o trastornos psicosomáticos
    • Alteraciones del sueño y pesadillas recurrentes
    • Problemas gastrointestinales
    • Desordenes alimenticios, especialmente bulimia
  • Conductuales:
    • Intentos de suicidio
    • Consumo de sustancias
    • Trastorno disociativo de identidad
  • Emocionales:
    • Depresión
    • Ansiedad
    • Baja autoestima
    • Estrés postraumático
    • Dificultad para expresar sentimientos
  • Sexuales:
    • Fobias sexuales
    • Disfunciones sexuales
    • Falta de satisfacción sexual o incapacidad para el orgasmo
    • Alteraciones de la motivación sexual
    • Mayor probabilidad de ser victima de violación
    • Mayor probabilidad de entrar en la prostitución
    • Dificultad para establecer relaciones sexuales, autovalorándose como objeto sexual
  • Sociales:
    • Problemas de relación interpersonal
    • Aislamiento
    • Dificultades de vinculación afectiva con los hijos
    • Mayor probabilidad de sufrir revictimización como victima de violencia, por parte de la pareja.

Por todo ello, la atención que se le ha de proporcionar a un niño victima de abuso sexual no debe únicamente centrarse en el cuidado de sus lesiones sino debe ser coordinada entre los distintos profesionales prestando atención psicológica, dándole un seguimiento a corto y mediano plazo y proporcionando atención y apoyo al menor y a la familia.

El papel de la familia es esencial en la recuperación del niño: si le creen desde el primer momento y le apoyan, constituyéndose en modelo y referente afectivo alternativo, el menor se recuperará antes y mejor, que en caso contrario.

Intervención en casos de abuso sexual infantil

Las consecuencias del abuso sexual pueden manifestarse en una inadaptación del menor a las distintas esferas de su vida cotidiana. El desarrollo de creencias y actitudes erróneas relacionadas con la esfera sexual suelen ser habituales entre las victimas. En este sentido, la intervención del terapeuta irá orientada a detectar y modificar esas creencias con el fin de propiciar un desarrollo más efectivo y saludable.

Las respuestas afectivas de los menores abusados sexualmente suelen relacionarse con el miedo, la cólera o la ira, así como la culpa, la sensación de indefensión o impotencia.  Su continuidad en el tiempo hará que el sujeto los estabilice e incorpore en su manera de ser, conformando de esta forma, las directrices para el desarrollo de una personalidad insegura y ambivalente, con una alta probabilidad de desarrollar trastornos psicopatológicos en la edad adulta.

Se ha empleado la terapia cognitivo-conductual, centrada en cuatro aspectos esencialmente (sexualización traumática, estigmatización, sentimientos de impotencia y de traición), para hacer un repaso de todas aquellas distorsiones cognitivas presentes en el sujeto, pues son éstas las que propician el desarrollo de determinadas conductas que responden a lo normal y socialmente aceptable, bajo la perspectiva del sujeto. Será la reestructuración cognitiva la técnica utilizada para trabajar las consecuencias que el abuso ha tenido en el menor.

En el caso de niños mayores y adolescentes, la terapia de grupo suele dar resultados esperanzadores a largo plazo. Respecto al formato grupal, hay que tener en cuenta algunas consideraciones a la hora de conformar los grupos: descartar aquellos menores con algún tipo de trastorno emocional o conducta grave, no incluir hermanos con los que se mantengan actitudes de distanciamiento y/o conflictivas, la temporalidad y numero de sujetos que componen cada grupo, etc.

La intervención psicológica de las victimas de abuso sexual debe tener en cuenta los sentimientos de culpa, vergüenza y dolor. La víctima tiende a negar lo sucedido, principalmente si hubo consumo de alcohol o drogas.

Se debe invitar los pacientes a discutir sus sentimientos alrededor del evento para que puedan manifestarlos en forma de ira, o cual permite mejorar su autoestima.

Características del agresor

Los agresores sexuales de menores son en el 87% de los casos hombres, es decir, que solo en un 13% de los casos, el abuso es llevada a cabo por mujeres. En estas circunstancias, la situación más frecuente es la de una mujer madura que mantiene relaciones sexuales con un adolescente.

La pedofilia es un tipo de parafilia que consiste en la excitación o el placer sexual derivado de fantasías o actividades sexuales repetidas o exclusivas con menores prepúberes (en general, de 8 a 12 años). Si bien el pedófilo puede excitarse con ambos sexos, la atracción hacia las niñas se da con bastante más frecuencia que la atracción hacia los niños.

Los pedófilos abusan sexualmente de los niños para llevar a cabo sus impulsos sexuales, pero hay abusadores que no son propiamente pedófilos. Se trata de personas que presentan una orientación  sexual encaminada a las personas adultas, pero en circunstancias especiales de estrés, de ira o de aislamiento, llevan a cabo conductas sexuales con menores.

La edad en la que se manifiesta con más frecuencia el abuso sexual, es en la etapa media de la vida (entre los 30 y 50 años), pero no deja de ser preocupante que el 20% de las agresiones sexuales sean cometidas por adolescentes y que el 50% de los abusadores sexuales hayan llevado a cabo sus primeras conductas cuando tenían menos de 16 años.

Los agresores suelen estar casados y habitualmente son familiares o allegados de la victima, lo que permite un fácil acceso al niño, con quien suele tener una relación de confianza anterior al incidente sexual. En estos casos, las situaciones de abuso son más duraderas en el tiempo, no llega darse la penetración y no suelen plantearse conductas de violencia física ni amenaza de ejercerla.

Solo en una pequeña parte (del 15 al 35% del total), el agresor es un completo desconocido para la victima. En este tipo de casos, el abuso se da en ocasiones aisladas y puede estar ligado a conductas violentas o amenazas de ellas, al menos en un 10-15% de los casos.

Los patrones más frecuentemente utilizados por los agresores son la seducción, la introversión y el sadismo. En el caso de la seducción, el agresor utiliza en forma sistemática halagos, caricias y regalos, para disminuir la resistencia de los niños y poder efectuar el abuso sexual. El patrón introvertido, se caracteriza por las dificultades del agresor para entablar relaciones interpersonales, busca congraciarse con alguien que tenga niños o busca trabajar en instituciones donde haya niños pequeños y espera la oportunidad para abusar de ellos. El patrón sádico es aquel en el que el agresor busca satisfacción mediante producción de dolor en la victima.

El agresor utiliza como mecanismos de defensa: desmentir (niega y acusa al niño o sus padres de ser fantasiosos), minimizar (busca hacer ver como insignificantes, las acciones y la frecuencia de las mismas en el caso de eventos repetidos), justificar (se culpa al niño de seducir al agresor o de provocarlo o dice desconocer la edad de la victima), elaborar (se busca confundir moviendo los argumentos dentro de un contexto que busca justificar, minimizar y negar las acciones), simular enfermedad mental (de allí la importancia de una evaluación psiquiátrica del agresor) o confusión (el agresor reconoce la falta pero trata de conmover, apelando a la compasión del entrevistador aduciendo situaciones de soledad, entre otros pretextos).

Algunos agresores buscan agradar al entrevistador como un mecanismo para convencerlos de que son unas buenas personas. En el extremo opuesto están aquellos agresores que piensan que la mejor defensa es un buen ataque y amenazan al entrevistador con demandarlo por dudar de su reputación, con tendencia a ser violentos.

 


Ana Ospina

Psicologa clínica y forense

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