A lo largo de su desarrollo, los niños van sufriendo numerosos cambios debido a la búsqueda de su identidad. Los periodos de rebeldía más importantes en los niños se dan entre los 2 y los 6 años y la adolescencia, ya que estas son etapas en las que aparece la voluntad propia del niño de querer hacer lo que cree que es lo correcto. Son periodos en los que los niños pasan por dificultades y en la que los padres deben acompañarles al ritmo de sus cambios, por tanto, la rebeldía está asociada a esta dificultad por parte de los padres con seguir el cambio de sus hijos.

Hay que tener en cuenta siempre la edad del niño, ya que no es lo mismo la rebeldía de un niño de 2 o 4 años que la de uno de 10 o 12. En cada caso debemos actuar de un modo diferente y adecuar nuestro sistema de normas y límites al nivel de edad del niño.

La forma que tienen los niños de manifestar sus sentimientos de rebeldía es diferente en cada edad. Cuando son bebés terminan por adaptarse a nuestras costumbres y exigencias, pero cuando son un poco más mayores las cosas cambian.

El negativismo de los 2 o 3 años es una etapa clave en la que el niño dice “no” a cualquier propuesta que se le hace, aunque luego la acepte. Este momento indica que está esbozando su propio “yo” y su propia personalidad: trata de comunicar que él tiene sus propios deseos y que éstos solo le corresponden a él.

Más tarde, a los 4, 5 o incluso 6 años, el niño ya ha incorporado a su forma de vida una serie de normas básicas y hábitos. Ha superado crisis de rebeldía producto de autoafirmaciones, y le gusta mandar y alardear para manifestar su autonomía, a la vez que se enfada ante los fracasos.

En las edades intermedias, las influencias de los grupos sociales son significativas, y la clave más importante del éxito y de la felicidad en su vida pasa por tener una buena imagen de sí mismo. Se preocupa mucho de saber si está actuando de forma correcta y, cuando está convencido de lo que quiere hacer o decir, es capaz de desafiar la autoridad de sus padres.

En la adolescencia surgen etapas de desorientación: realmente, existe una crisis de identidad. La mayoría de los adolescentes protesta cuando se los considera niños o incluso cuando se utiliza el término adolescente para referirse a ellos, aunque en su fuero interno acepten que todavía piensan y actúan como tales. De alguna manera, saben que son pequeños para algunas cosas y mayores para otras.

Educar a un niño rebelde es un trabajo intenso que puede acabar siendo agotador para los padres que se encuentran ante un hijo sistemáticamente desobediente y caprichoso,  que no acata normas ni acepta límites. Se trata de un niño que intenta tener siempre la razón o salirse con la suya, sin tener en cuenta nada más que su propia satisfacción.

La paciencia, la coherencia y la consistencia en las pautas educativas pueden darle la vuelta a una situación que se está volviendo insostenible para todos los miembros de la familia.

Son varias las causas que provocan situaciones no demasiado favorables para el equilibrio psicológico y emocional del niño.

Causas de la rebeldía infantil

      • La búsqueda de autonomía: el niño comienza a cuestionar las cosas. Es algo positivo porque el fin de la educación de los hijos es que lleguen a ser autónomos, pero puede ser duro de llevar por parte de los padres, porque esta búsqueda significa una readaptación a los comportamientos de su hijo. Además, el niño empieza a poder a hacer cosas que antes no podía y los padres no son capaces de hacer una nueva evaluación de lo que el niño es ahora capaz.
      • La educación: entre las posibles causas de la rebeldía infantil están los estilos educativos demasiado autoritarios, laxos o sobreprotectores que acaban generando actitudes de rebeldía, desobediencia y desacato a cualquier autoridad ya sea por exceso o por defecto de normas y límites.
      • Padres autoritarios: un niño que se acostumbra a obedecer con base en el castigo, dejará de emitir algunas conductas, pero no entenderá la razón de por qué no debe actuar así. Por ejemplo, si el niño de 1 año solo quiere comer cuando él coge la cuchara o lo coge con la mano, pero la madre o el padre no le dejan y se enfadan, él no lo entenderá y su respuesta serán gritos, no querer comer, etc. Ya que su “opinión” no será tomada en cuenta. A largo plazo el resultado será desobediencia acompañada de resentimiento, inseguridad y baja autoestima.
      • Ser condescendiente: en ocasiones, los padres prefieren ser “amigos” de sus hijos y consentirlos antes que educarlos. Esta actitud reafirma las pautas de conducta rebelde en los hijos e incluso hace que crezca con una actitud agresiva. También es posible que esta actitud tan indulgente de los padres, haga que esta desobediencia de los hijos aparezca por la falta de límites y la búsqueda de normas por parte de los más pequeños.
      • Los desacuerdos entre los padres en lo que respecta a la educación: las desautorizaciones entre ambos y la falta de unos límites claros inducen al niño a una confusión interior, llegando a responder de forma agresiva o con reproches.
      • Factores genéticos, biológicos y ambientales: además de los estilos educativos, en la rebeldía infantil pueden incidir. El trastorno negativista desafiante es el caso más evidente, como también podría serlo el caso de un niño que padece de un trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH). Pero no todos los niños rebeldes, desobedientes y desafiantes padecen estos trastornos.
      • Por una necesidad constante de explorar los límites: en la gran mayoría de casos, los niños rebeldes lo son por la necesidad de explorar los limites (tanto los suyos como los nuestros).
      • Para llamar la atención: los niños a veces necesitan llamar la atención con su comportamiento.
      • Por celos: los celos pueden ser una de las causas de la rebeldía. A veces el nacimiento de un nuevo hermano desencadena sentimientos de celos y de envidia o la separación de los padres provoca un sentimiento de inseguridad debido a la necesidad de cariño o protección. En ambas ocasiones, las respuestas del niño pueden ser inapropiadas e incluso agresivas, ya que necesita defenderse.
      • Otros factores: otras veces, ante un cambio de colegio, de casa o de ciudad, el niño se comporta de manera extraña, está irritable; los padres no asociamos esta conducta al acontecimiento en sí y pensamos que una mudanza a una nueva casa y con una habitación más grande será lo mejor para él, dejando en cierta medida de lado sus sentimientos, sin darnos cuenta de la identificación que tiene el niño con el colegio, la casa o la ciudad anterior.

Como actuar ante conductas rebeldes en el niño

Cuando el niño es muy pequeño, debemos comprender que su agresividad se encuentra motivada simplemente por la incapacidad para controlar sus impulsos: aún no sabe canalizar correctamente sus enfados y no debemos preocuparnos en exceso.

En muchas ocasiones queremos que nuestro hijo haga una cosa, mientras él prefiere dedicarse a otra distinta. Sabemos que encontraremos una resistencia inicial por su parte en forma de protesta. Pero debemos de tener en cuenta que la protesta es utilizada por los niños para distraernos de nuestra tarea de poner límites. Lo mejor que podemos hacer es ignorar los reproches, excusas, quejas y arrebatos, pues, independientemente del tipo que sean, no son en realidad más que llamadas de atención que ellos utilizan.

Por el contrario, hay que hacerlos ver que ésa no es la mejor vía para conseguir sus propósitos, pues nosotros hemos tomado la decisión que consideramos correcta para ellos. Además, nos mostraremos firmes y dispuestos a repetir la orden aunque parezcamos un disco rayado. En contrapartida, le ofreceremos incentivos positivos y agradables en lugar de amenazas. Además, aprovecharemos los ratos que estemos calmados para sentarnos a dialogar sobre aquellas cosas que más le cuesta hacer, estableciendo planes activos de resolución de conflictos en los que él pueda participar aportando ideas para aplicarlas después con nuestro consentimiento, pero según sus propios métodos.

Qué hacer cuando el niño contesta

      1. Nos mantendremos al margen y no responderemos con enfado al enfado de nuestros hijos.
      2. Le recordaremos que nos preocupamos por él y que ese comportamiento no es el apropiado: “Te quiero mucho, pero no me gusta cómo me estás contestando”. También podemos utilizar el humor: “Bueno, bueno, ¡vaya palabritas que estás diciendo!, ¿eres tú el que habla?”
      3. Le explicaremos lo que esperamos de él: “Puedes decir que estás enfadado sin necesidad de contestar así”.
      4. Le daremos un tiempo para pensar: “Reflexiona un poquito antes de seguir diciendo esas cosas”. Si nosotros nos alteramos, es conveniente que también nos tomemos un rato para reflexionar hasta que nos hayamos calmado y recuperemos el control de la situación.
      5. Estableceremos unas normas básicas para solucionar el problema de las malas contestaciones: “Ahora hablemos de lo que ha sucedido hace un rato. ¿Qué se te ocurre para que no vuelva a pasar?”

Consejos para padres de niños rebeldes

      1. Cuando el niño nos pida las cosas de malos modos, no debemos cumplir sus deseos por mucho que grite, hasta que lo diga correctamente. A veces el niño está perdido y lo que necesita es una simple orientación; podemos intentar enseñarle, a través de los cuentos o de las historias inventadas por nosotros mismos, el valor del respeto hacia los demás y hacia las otras opiniones. De esta forma iremos consiguiendo que nuestro hijo vaya ganando en flexibilidad y tolerancia a medida que crece.
      2. Si nosotros le contestamos mal cuando no responde a nuestras expectativas, lo más probable es que nuestro hijo termine por hacer lo mismo por pura imitación. Debemos evitar confundirle con mensajes contradictorios: contestar está mal y papá y mamá tampoco lo tienen que hacer.
      3. Si el niño sigue contestando y esta vez sucede en un lugar público, nos mantendremos al margen y después, cuando lleguemos a casa, hablaremos en privado de manera más calmada, afrontando el problema con tranquilidad, sin espectadores y acordando reglas de conducta.
      4. Una buena forma de erradicar las contestaciones desagradables, especialmente si se prolongan durante un tiempo, es elogiar la conducta contraria y alabar a nuestro hijo cada vez que se comporta de una forma agradable y correcta.

Consejos para educar a un niño rebelde:

En la gran mayoría de casos, los niños rebeldes solo necesitan tener claro lo que deben hacer y cuáles son las consecuencias de su transgresión o de su falta de respeto hacia los demás (sean o no adultos o figuras de autoridad).

Lo fundamental es poder llegar a un equilibrio, es decir, dejar al niño tomar sus propias decisiones y que encuentre su autonomía, pero evitando la generalización de malas conductas.

Aquí encontrarás pautas para actuar ante conductas de niños respondones y rebeldes:

      1. Actuar con firmeza pero sin autoritarismo.
      2. Establecer normas claras y bien definidas, no es necesario que sean muchas, podemos empezar con 3-4 normas sencillas y siempre adecuadas al nivel de edad del niño. Por ejemplo: se ven los dibujos después de hacer los deberes o de recoger los juguetes, después de jugar se recoge todo, la ropa sucia va al cesto, se come con los cubiertos … Cuando aprendan a seguirlas iremos incorporando otras.
      3. Dar las órdenes de una en una cuando son pequeños.
      4. No entrar en la provocación ni ceder ante sus negativas a obedecer, sencillamente aplicaremos la consecuencia que hemos establecido para cada caso, a ser posible consecuencias naturales en lugar de castigos infructuosos como el ‘te quedas sin …’. Por ejemplo, no hay ropa limpia si no quiere ducharse, limpiar lo que ha ensuciado cuando ha tirado algo queriendo …
      5. Solo avisamos una sola vez, ni dos ni tres en niños mayores, dar más oportunidades significa dar la oportunidad de seguir desobedeciendo hasta que nos llevan al límite, cosa que queremos evitar.
      6. No contradecirnos ni contradecir a nuestra pareja con los límites o las consecuencias que ponemos.
      7. Ser un modelo a seguir, por eso debemos evitar gritar, criticar, menospreciar …
      8. Potenciar la escucha activa, compartir tiempo en familia, entender qué le puede estar preocupando (miedo, celos, problemas con los compañeros …).
      9. Evita el castigo y reforzar las conductas positivas: busca soluciones alejadas del castigo y utiliza reforzadores cuando haga algo bien. Por ejemplo, frases, besos, caricias, etc.
      10. Establece unas reglas claras y no dejar que se incumplan
      11. Da alternativas: que el niño pueda decidir y reafirmarse. Por ejemplo, que se vista con la ropa que quiera, que escoja el cuento que quiere que le leas, etc.
      12. Demuestra que le quieres: dile que esa conducta que ha tenido te ha molestado pero que no le dejas de querer
      13. Escuchar: y no imponer, así le damos el mensaje de que su opinión cuenta
      14. Cuenta hasta diez: no entres en luchas directas con él. Respira, calmaos los 2 y después explica al niño por que no puede hacer ciertas cosas.
      15. Paciencia y comprensión: ten en cuenta que es una etapa normal en su desarrollo y se paciente y comprensivo.

En caso de rebeldía extrema o si nos sentimos desbordados, deberíamos consultar a un profesional de la psicología infantil, quien evaluará la situación y nos ayudará a encontrar las vías más oportunas para resolver nuestro caso.

¿Qué hacer ante una pataleta?

Si el niño tiene una rabieta, no es conveniente responder con agresividad o ira a pesar de que pueda provocar el enfado de los padres, pero tampoco ceder a los deseos del niño.

Entre los 2 y los 4 años, los niños todavía no han aprendido las palabras con las cuales pedir lo que necesitan o desean, por ello, cuando ansían algo, suelen recurrir al berrinche o a conductas inadecuadas.

Rabietas de los niños

A veces los niños usan las rabietas para mostrar su enfado, otras para tratar de conseguir algo, tal vez para proteger sus pertenencias o simplemente para llamar la atención del adulto. Aunque resulte paradójico, esta rebeldía la debemos entender como signo positivo y expresivo de una personalidad en formación. Pero si este tipo de conducta se hace frecuente, debemos observar detenidamente las circunstancias que la desencadenan para poder anticiparnos antes de que se produzcan (evitar la fatiga excesiva o la sobre-estimulación, llegar a acuerdos, ofrecer alternativas, etc.) o darle el tratamiento adecuado.

Cuando haga una rabieta, no hay que responder con ira, pero tampoco ceder a sus deseos durante la misma, para que no se convierta en la manera de conseguir sus objetivos. Si no cedemos, aprenderá que no es la vía adecuada.

Podemos hacer algo que le distraiga, de forma que se eviten enfrentamientos innecesarios y en cualquier caso, permanecer cerca de él lo más calmado y firme posible.

Si lo que ha hecho es responder de forma agresiva, hay que hacerle saber de manera firme que no es la conducta adecuada, que a la otra persona le ha dolido y que no se le va a permitir hacerlo más. Tras un breve periodo de reflexión para que pueda calmarse, hay que permitirle tener una conducta reparadora (dar un beso, ayudar a curar al compañero, etc.).

Siempre hay que elogiarlo cuando no use la rabieta o las conductas provocadoras para conseguir lo que quiere.

Poner límites a la conducta de los niños

Independientemente de cómo se reaccione ante este tipo de conductas, es indispensable poner previamente limites. El niño necesita entender las normas que rigen su mundo. Necesita saber lo que se espera de él, hasta dónde puede llegar y qué sucederá si los sobrepasa.

Si se le regaña o se le lanzan miradas de desaprobación por algo que ni siquiera sabe que está mal, lo único que conseguiremos es desconcertarle.

Poner límites no significa decirle continuamente lo que no puede hacer, sino la forma correcta de actuar, siempre de acuerdo ambos padres para evitar la manipulación por parte del niño. Se trata de un proceso dinámico que tiene que ajustarse y reajustarse a medida que los niños crecen y maduran.

Es importante actuar en conformidad con los principios y valores que se defienden ante el niño, por lo que hay que ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace (no podemos exigirle aquello que nosotros no hacemos).

Siempre hay que fomentar el diálogo, el razonamiento y el establecimiento de normas como vías para solucionar los conflictos.

Categorías: Pautas de crianza

Ana Ospina

Psicologa clínica y forense

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