La terapia de pareja cognitivo-conductual se ha centrado en el análisis detallado de los conflictos cotidianos que pueden llevar a la ruptura de la relación, y plantea cómo aparecen y cómo se mantienen los problemas. Desde este enfoque, se ha identificado un predominio de las interacciones negativas sobre las positivas. Esta terapia tiene el objetivo de conseguir una intervención eficaz, centrándose en el aumento del intercambio de las conductas positivas, mejorando la comunicación y la resolución de problemas (Costa y Serrat, 1982; Cordova y Jacobson; 1993; Bradbury y Karney, 1993; Cáceres, 1996; Lawrence, Eldridge and Chistensen, 1998; Halford, 1998; Christensen, 1999; Finchman y Beach, 1999a; Christensen y Heavey, 1999).
La pareja como ente social
La pareja es una entidad basada en la relación entre dos personas y como ente social, la pareja se comporta como unidad y es reconocido así por quienes les rodean. Es dentro de la pareja como institución social donde se producen las relaciones diádicas entre sus miembros.
En la actualidad, ni la intención de formar familia ni plasmar la relación en un contrato explícito (matrimonio), son necesarios para que un entorno social considere que dos personas constituyen una pareja (hasta hace poco si era así), haciendo más amplio el concepto de pareja.
El objetivo implícito con el que cada miembro se incorpora a la pareja, es hacer la vida más feliz y plena al otro y recibir un trato análogo. Para ello, intercambian conductas y comparten, desde un punto de vista social, una serie de bienes y actividades. Algunos de los bienes y actividades que comparten son:
- El cuerpo: es la característica más especifica de la pareja. Las parejas se distinguen porque comparten el cuerpo con el otro. Las relaciones sexuales se mantean de forma exclusiva entre ellos, mientras la relación existe (cuando se dan relaciones sexuales fuera de la pareja, se pone muy seriamente en peligro la continuidad de la pareja).
- Los bienes económicos: existe un compromiso económico por el que se comparten diferentes bienes. Se suele tener una vivienda en común, aunque actualmente son frecuentes las parejas que tienen casas diferentes y alternan la vida en común durante cortos períodos, con la vida separados, cada uno en su apartamento (llevan una relación de noviazgo eterno, en el que no existe el proyecto de profundizar y compartir más). El compromiso de compartir bienes económicos puede estar respaldado de forma legal o no; en las parejas de hecho no existe compromiso legal de compartir bienes y generalmente no se pacta las reglas que van a seguir explícitamente. Hay que resaltar la parte de logística que tiene compartir bienes de consumo, por ejemplo, si se comparte un apartamento, es necesario determinar quien se encarga e cada tarea domestica. Suele ser un foco de conflicto importante en las parejas, porque los hombres no están acostumbrados a hacer tareas domestica.
- La paternidad/maternidad: es uno de los motivos que llevan a constituir una estabilidad en la pareja, pero también esto esta cambiando. La proporción de hijos nacidos de mujeres solteras es cada vez mayor, llegando a ser mayoritario en países como Islandia, Suecia o Noruega.
- Existen otros elementos que se comparten de alguna forma, como el prestigio social y los amigos, pero no se hace de forma exclusiva y la variación del grado de una pareja. Por ejemplo, la exclusividad a la hora de compartir el tiempo e ocio ha cambiado notablemente. Si bien no ha sido nunca determinante para el hombre, ahora q cada vez es menor la exigencia y mayor la libertad de cada miembro de la pareja para tener sus momentos de ocio independientes. Hay que tenerlos en cuenta porque priorizar la seguridad económica en el caso de las mujeres o el prestigio social en el caso de los hombres, puede dar lugar a distorsiones importantes y a conflictos a largo plazo.
Compartir bienes y actividades es lo que define a la pareja como ente social. En cada sociedad existen normas que fijan la forma de hacerlo. Pero las exigencias sociales son menores cada vez y con frecuencia creciente las parejas fijan sus propias reglas al margen de los usos y costumbres vigentes, definen implícita y explícitamente qué bienes y actividades comparten y hasta qué grado lo hacen; muchas veces pensando que situarse fuera de la norma les va a ayudar a no tener los problemas que están en la raíz de los fracasos en la convivencia. En cualquier caso, es necesario establecer una forma de compartir que tiene que funcionar, compaginando los intereses personales de cada miembro de la pareja.
El apego en las relaciones de pareja
No solo se comparten bienes, también se intercambian conductas, así un aspecto muy importante es el apoyo mutuo. Se plasma en la fórmula de estar juntos en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y las tristezas.
Nuestro aprendizaje de cómo es el apoyo mutuo en la pareja se da dentro de la familia en la que nacimos. Una de las primeras conductas que desarrollamos en ella es el apego. La conducta de apego fue definida por Bolwy (1969) como la búsqueda de protección ante amenazas extremas y se concreta de forma principal en el niño, en buscar la protección de la madre. Dentro del apego se han considerado las conductas de búsqueda de ayuda y la respuesta que ha obtenido. Se incluyen factores como la disponibilidad de los padres, su aceptación, su respeto y la facilitación de la propia autonomía, la búsqueda de ayuda en situaciones estresantes y la satisfacción que se encuentra en el auxilio obtenido. El apego se plasma también en un interés en mantener las relaciones con los padres y el afecto que se siente por ellos (Kenny, 1985). Ya de adultos, buscamos compañía para reducir nuestra ansiedad y para encontrar apoyo en situaciones amenazadores (Moya, 1997).
Una función social de la pareja es mantener y auxiliar al otro y lo que se haga y cómo se haga, va a estar relacionado con las conductas de apego y así lo reconoce la sociedad en las ayudas económicas que se dan en caso de fallecimiento del cónyuge. Las motivaciones alrededor del apego son una causa importante del mantenimiento o disolución de las parejas el peso que tiene en la constitución de la pareja, se ha empezado a tener en cuenta en la terapia.
Objetivos personales en la pareja y relaciones de dominancia
Cuando se constituye la pareja, cada miembro persigue unos objetivos (implícitos o explícitos) que quiere obtener en la relación. No son objetivos inmutables en el tiempo, a lo largo de la vida de la pareja, cambia su importancia dependiendo del desarrollo individual y social o de la fase en que estén: si tienen hijos pequeños o ya mayores, si se esta jubilado, con presiones económicas, etc. (Lawrence, Eldridge y Christensen, 1998).
Inicialmente tiene mucha importancia el sexo y luego van tomando preponderancia otros factores como aspectos conversacionales o afectivos. Los objetivos de ambos tienen que conjugarse y coordinarse en todo momento, para que la pareja pueda funcionar. Cuando no están armonizados, aparecen los problemas (Epstein et al, 1993)
El manejo del dinero compartido puede ser un ejemplo de cómo funciona la pareja
como ente social . Las necesidades y objetivos que cada miembro quiere resolver con el dinero se explicitan en la comunicación y comprensión mutua. Tiene que existir un método para fijar las prioridades para usar el dinero. La forma de fijarlas es un reflejo del reparto de poder en la pareja. Las prioridades deben ser aceptadas y aceptables por los dos. Como ente social se acaba tomando una decisión conjunta y coordinada.
El dinero no es el único elemento en el que se reflejan las relaciones de poder, en realidad se dan en todos y cada uno de los bienes que se comparten. En el mundo interno de la pareja, uno de los miembros puede tener más capacidad para conseguir que el otro acepte hacer lo que él quiere. Se establece una estructura de poder, definido como la capacidad para influenciar a los otros para que hagan lo que uno quiere, pero el poder depende del manejo de los recursos que uno tiene (Harper, 1985).
La estructura de poder en la pareja se plasma en las relaciones de dominancia. La dominancia es un elemento fundamental en el equilibrio de la pareja y si no se establece una relación de dominancia, los problemas están asegurados. Los problemas surgen cuando las decisiones que se toman, llevan a un resultado negativo para la otra persona (Gottman, 1979).
Comunicación y resolución de problema
La terapia cognitivo conductual ha incorporado el entrenamiento en habilidades de comunicación como un elemento importante para resolver los conflictos en la pareja (Costa y Serrat, 1982). Las competencias que se requieren para tomar una decisión son distintas de las que se necesitan para desarrollar la intimidad (podríamos comunicarnos bien con la pareja para poder tomar decisiones, pero no para compartir sentimientos o emociones).
La solución de los problemas que se presentan en la pareja, tiene que partir de que los dos son capaces de comunicarse y necesitan tener capacidad de generar alternativas y valorarlas para la consecución del fin propuesto. Para ello, son necesarias habilidades de resolución de problemas. Si faltan, es necesario un entrenamiento que ha sido abordado con éxito por la terapia cognitivo-conductual clásica (Costa y Serrat, 1982).
El compromiso en la pareja
El compromiso es la decisión de pertenecer a un ente social, la pareja. Es la decisión de que, pese a las dificultades que surjan, se va a continuar en pareja luchando de forma eficaz contra los problemas (Beck, 1988). La decisión que amplia el compromiso con la pareja es personal, pero se mantiene muchas veces por razones de tipo social, por creencias religiosas, por costumbres y presiones sociales de la familia de origen o del contexto en el que se vive. Cuando el divorcio estaba prohibido y la presión social en contra de las separaciones era muy fuerte, se obligaba a mantener unas relaciones negativas y destructivas para la persona, sobre todo, para muchas mujeres. Actualmente la sociedad ha dejado de hacer presión y los medios de comunicación rebajan los aspectos aversivos de las separaciones. Mantener la decisión de formar pareja hoy, no nos condena al sufrimiento cuando se hace insoportable, es posible la ruptura y cada vez es menor la presión social para evitarla.
Es indudable que cuando se van compartiendo cada vez más bienes y conductas, el compromiso se va haciendo más fuerte. Cuando se compra el apartamento en común, se ha dado un paso importante en el compromiso con la pareja, que se incrementa cuando se tienen hijos, etc. Las decisiones parciales van fortaleciendo la decisión global de permanecer y luchar por la pareja, la separación se hace cada vez más dura y difícil. Las condiciones económicas son un factor que pesa en la continuidad de la pareja, la separación conlleva una disminución del estatus económico de ambos y puede ser muy grave para el que tiene menos recursos económicos y que suele coincidir con el que más ha invertido en la pareja, por ejemplo, dedicando tiempo al cuidado de los hijos o sacrificando la carrera profesional por seguir al otro.
El compromiso con la pareja tiene una importante influencia sobre la resolución de los conflictos. Un mayor compromiso ayuda a acomodarse y a aportar las conductas negativas del otro (Finchan y Beach, 1999). Tanto las parejas armoniosas como las que no lo son, tienden a entrar en el proceso de reciprocidad negativa (respondiendo a respuestas negativas con respuestas negativas porque es lo que menos esfuerzo conlleva). Cuando el compromiso es grande y no hay presión de tiempo, se hace un mayor esfuerzo para responder constructivamente. Si uno de los miembros no percibe el compromiso del otro, entra en una relación que lleva a la reciprocidad negativa con más probabilidad, deteriorando de esta forma a la pareja.
Stemberg (1996) resalta la importancia del compromiso en su teoría triangular del amor, ya que lo considera como uno de los componentes del amor e independiente de otros, como el enamoramiento o la intimidad.
La pareja como relación diádica
Los criterios con los que se forman las parejas han cambiado a lo largo del tiempo. En la actualidad, las relaciones de pareja se construyen sobre la base del amor y la intimidad (Kearl, 2001). Sin embargo, desde la psicología clínica poco a poco se ha investigado sobre estos dos conceptos y hasta hace pocos años no se habían incorporado de forma importante en la terapia de pareja (Johnson y Lebow, 2000).
En la terapia se ha hecho hincapié en la equidad en la equidad en la relación y en los cambios positivos de conducta (Costa y Serrat, 1982). La falta de estas dos faceta, son las manifestaciones más claras de la ruptura. Sin embargo, cada vez con más frecuencia se presentan en la consulta, parejas que se plantean cómo volver a enamorarse o cómo recuperar la ilusión.
Amor
Desde un punto de vista psicológico, el enamoramiento es una emoción y como tal, es una consecuencia de las circunstancias (propias y ajenas) y de la evaluación que hacemos de ellas. El enamoramiento nos produce una gran excitación fisiológica que nos provoca bienestar y nos predispone a no ver o disculpar los defectos de la persona amada y a necesitarla, así como querer estar con ella en todo momento. También nos lleva a revelar aspectos íntimos, darle apoyo emocional y moral, mostrar interés por lo suyo y expresar afecto por cualquier método (Moya, 1997).
El proceso de enamoramiento es el siguiente: una persona se puede enamorar porque siente soledad, necesidad sexual, insatisfacción o por necesidad de cambios, entonces un objeto despierta su interés, por una serie de razones como por su novedad, su atractivo o por su proximidad. Si se le da a esa persona un momento prometedor, una breve respuesta del objeto que sugiera interés, con un breve lapso de tiempo, puede generar fantasías. Después de esta secuencia no hace falta más que una simple confirmación (real o imaginaria) para producirse el enamoramiento (Frijda, 1988).
Cuando la única base de la pareja es el enamoramiento (una emoción), puede darse la “ley de la habituación”, es decir, el placer continuado se desvanece y el amor mismo pierde su magia gradualmente. Esta ley condena a la pareja que está constituida por amor, al fracaso y justifica el destino de un gran numero de parejas basadas exclusivamente en el enamoramiento (la emoción se extingue y la pareja se disolverá). Para mantener el enamoramiento, basta con tener presente qué ocurriría si no se estuviese con esa pareja, para que la emoción del amor se mantenga y se renueve . Cuando el enamoramiento se va desvaneciendo, la relación no desaparece o fracasa necesariamente. El enamoramiento nos dispone para hacer feliz a la otra persona, no tanto en una relación equilibrada, sino como una relación altruista, en el sentido de dar al otro sin esperar mucho a cambio (Frijda, 1988). El enamoramiento induce a algunas distorsiones cognitivas, como la que nos lleva a ver al otro como una persona perfecta y a ignorar los defectos que tiene o la que nos hace sentir importantes (Moya, 1997).
Intimidad y validación
El enamoramiento es una emoción volátil y no se puede considerar como el elemento que va a cimentar las relaciones de pareja duraderas y felices. Es algo más duradero la intimidad y la validación.
La intimidad es el primer objetivo que se busca en la pareja. En un matrimonio, el primer objetivo es el de tener a alguien que te escuche y te entienda, con quien puedas expresarte sin limite y puedas obtener un refuerzo por lo que en otros ambientes serías menospreciado (Markman y Hahlweg, 1993).
La validación en la pareja implica una apertura total, una autorrevelacion, que puede incluir hechos y sentimientos que podrían ser castigados socialmente pero que va a ser recibida con aceptación por el otro. Así se construye la intimidad. La validación es un proceso que se inicia con una conducta de autorrevelación que nos hace ver débiles y vulnerables. La autorrevelación seguida por aceptación, genera un sentimiento de calidez y apoyo que es una consecuencia de la intimidad y nos predispone a continuarla (Cordova y Scott, 2001).
Además de la autorrevelación, el afecto y el sexo son otros elementos que construyen la intimidad. El sexo implica cierta intimidad y su práctica la potencia de forma significativa (sin embargo, el sexo no la implica necesariamente, desde siempre se dan relaciones sexuales sin necesidad de más mínima intimidad) (Paul, 2000).
Los elementos necesarios para mantener la intimidad en la pareja, son la expresión de cualquier emoción, la aceptación asociada, las muestras de afecto y la practica del sexo. En la autorrevelación, con el tiempo se da una habituación (lo que al principio de la relación era peligroso revelar, luego se hace natural y ya se sabe que va a ser bien recibido). Contar cosas que nos hacen débiles o criticables en otros contextos, es otro factor que mantiene la intimidad. Aunque el enamoramiento nos predispone a la aceptación incondicional del objeto de nuestro amor, cuando éste se debilita, la aceptación se ve mediada por las normas sociales, por las influencias externas y por los criterios personales, lo que hace que se rechacen o castiguen determinadas conductas y se establezcan unos limites a la intimidad. Si esos limites no se dan, la relación puede resentirse, ya que se pueden estar admitiendo conductas en contra de las propias creencias e intereses.
La intimidad tiene una vertiente social y este aspecto social de la intimidad es el grado en que se mantiene la privacidad de la relación con otros (como las familias de origen, los amigos, etc.). La privacidad en la pareja significa que una separación de la familia de origen para ser una unidad diferente y prioritaria sobre padres y hermanos. Las dificultades y problemas por no haber construido la independencia, son muy importantes: se deben tanto a la falta de capacidad de los padres para dar autonomía a sus hijos y dejar que se independicen, como fallo de la pareja para implantar independencia y desde este punto de vista, la intimidad es la base sobre la que se constituye la pareja como entidad social independiente.
La teoría triangular del amor
Stemberg (1986) plantea su teoría triangular del amor, donde plantea que éste tiene tres componentes básicos: la pasión, el compromiso y la intimidad.
La figura muestra las diferentes formas de amor que se pueden dar en una pareja, de acuerdo con la teoría triangular del amor.
La pasión correspondería con el enamoramiento y como este se dispara de forma rápida, también tiende a atenuarse velozmente. El compromiso va creciendo de forma lenta a la par que se toman decisiones en pareja. El concepto de intimidad es más complejo en Stemberg, ya que comprende conductas como el apego, la comunicación y la dominancia. Los conceptos de la teoría del amor son complejos y no son independientes unos de otros. La pasión suele generar intimidad, el compromiso ayuda a la hora de crear la intimidad, la pasión y la intimidad pueden generar compromiso y viceversa.
El conflicto en la pareja
La crisis en la pareja no se reflejaría únicamente con el divorcio, sino que están cambiando de forma notable las formas de relacionarse. Los noviazgos se hacen estables y no siempre acaban en matrimonio. En la actualidad, muchas parejas se van a vivir juntas sin un compromiso explícito o mantienen relaciones duraderas y plenas desde hogares separados.
Los cambios sociales que vivimos han propiciado e incrementado los problemas de relación y posiblemente se necesite de un entrenamiento especial para afrontar la relación con éxito, por ello una intervención terapéutica desde la terapia de pareja o un programa de prevención podrían ayudar a pailar la crisis. Pero se trata de un fenómeno social al que hay que buscar causas sociales, en las que juega un importante papel los avances de la mujer hacia la igualdad con el hombre.
Áreas de conflictos
Las disputas en los matrimonios se dan a menudo sobre las responsabilidades (quien se encarga de hacer las cosas), el poder (quien decide lo que hay que hacer), las finanzas, las relaciones con miembros de la familia de origen, el cuidado de los hijos, las actividades sociales y de trabajo fuera de la familia, sexualidad e intimidad y la comunicación (Weissman et al, 2000).
Hay algunas áreas en las que los problemas aparecen con frecuencia, como la percepción de desigualdad en la distribución del trabajo, pero no son irresolubles y no dan lugar a la ruptura (aunque si amargan la relación). Sin embargo, hay otras fuentes de conflictos que atacan a la propia constitución de la relación de pareja, como el sexo extramatrimonial, la bebida y las drogas, que predicen el divorcio con bastante seguridad. En el mismo sentido, hay que considerar los celos del marido y la locura de la mujer en el gasto de dinero (Fishman y Beach, 1999).
Los conflictos en la pareja se pueden agrupar alrededor de los aspectos fundamentales que estructuran la pareja:
- Intimidad: se identifican como áreas de conflicto matrimonial los limites que existen entre los dos esposos en el grado de intimidad y de compartir, junto con el balance entre poder y control en la toma de decisiones de la pareja. Algunos elementos como la expresión de afecto como detalles, sexo, etc., afectan la intimidad (Epstein y cols., 1991).
- Compromiso: es el grado de inversión que cada esposo pone en la pareja. La inversión incluye la inversión instrumental (que es el esfuerzo conductual que se realiza para mantener o mejorar la relación) y la inversión expresiva (que son los esfuerzos que se realizan para hacer feliz al otro) (Epstein y cols., 1991).
- Dominancia: afecta el balance entre poder/control en la toma de decisiones de la pareja. En este apartado, se incluyen elementos importantes como el dinero, el uso del tiempo de ocio, la distribución del trabajo en casa, las prioridades en el desarrollo de la carrera profesional de cada miembro (Epstein y cols., 1991). La propia existencia de una relación de dominancia en la pareja se ha mencionado como causa de conflictos y de injusticia, sobre todo desde el punto de la teoría de unas relaciones equitativas, pero no se ha demostrado empíricamente que sea así (Gottman, 1998).
- Apego: las conductas de apego se aprenden en la infancia y se automatizan. Las conductas de respuesta a la solicitud de ayuda también se aprenden en la familia de origen. Si no se cumplen las expectativas que generan las peticiones del otro, pueden darse problemas graves en la pareja. El hecho de que las conductas sean automáticas, no conscientes y muy básicas, hace que los conflictos en este aspecto sean muy graves y no siempre explícitos, dando lugar emociones fuertes que no encuentran una expresión adecuada para su solución.
- Problemas en la comunicación y resolución de problemas: una vez que aparece un conflicto en cualquier área, se disparan en la pareja los mecanismos para solucionarlo. Si no logran hacerlo, se establecen en la pareja patrones de relación que lo perpetúan o lo agravan. Cuando el tiempo pasa sin hallar solución o los problemas se multiplican, el origen de las dificultades se olvida y llega a parecer que no existen desencadenantes de la situación y que es la propia convivencia la que se convierte en problemática. Cuando se tiene una buena comunicación y capacidad para resolver los problemas, se tiene más probabilidades de tener una pareja feliz.
Violencia
Un gran porcentaje de parejas que van a consulta, presentan episodios o problemas con la violencia, pero solo una pequeña proporción lo menciona como motivo importante para pedir ayuda, excepto cuando se hace muy extrema.
La prevalencia de la violencia hombre sobre mujer, es igual a la de la mujer sobre el hombre, aunque los efectos por la diferencia de fuerza, no son comparables, la violencia del hombre lleva más a menudo a daño físico y produce mucho miedo en la mujer (Hafford, 2000).
Entre las causas de la violencia está la falta de habilidades, porque se da con mayor frecuencia en los hombres que no tienen las necesarias para manejarse en os conflictos, es decir, que son menos asertivos y tienen menos capacidad para resolver problemas. Uno de los orígenes de estos déficits está en haber presenciado la violencia e incluso haber estado sometido a ella, en su familia de origen. El efecto de esta exposición difiere en el hombre y en la mujer: mientras que en el hombre aumenta la probabilidad de la violencia no verbal, en la mujer aumenta las cogniciones negativas que dan origen la depresión o a la ansiedad (Hafford, 2000).
Cómo son los conflictos en la pareja
En los periodos en los que ocurren cambios importantes es cuando es más probable que se desencadenen los conflictos graves, cambios como la paternidad/maternidad, el abandono de los hijos en el hogar, la jubilación, alguna enfermedad grave, etc., pueden ser el desencadenante de un problema que puede estar latente por mucho tiempo.
Las parejas con conflictos, tienen mayores discusiones e interacciones que son problemáticas y les es muy difícil encontrar una salida a dichos problemas. Desde el enfoque cognitivo-conductual se ha estudiado el tipo de interacción que ocurre asociada a la existencia de conflictos y que contribuye a perpetuar los problemas, así como se han identificado sus componentes conductuales, cognitivos y fisiológicos.
Componentes conductuales
Se han determinado patrones conductuales que se presentan en las parejas. De acuerdo con Finchman y Beach (1999):
El más problemático es cuando a una comunicación negativa se responde con otra comunicación negativa por parte del otro, estableciéndose una reciprocidad en la negatividad que puede acabar en una escalera de violencia. A la escalada verbal suele contribuir en mayor medida la mujer. Las mujeres que no lo hacen, es porque tienen más capacidad de razonar en esas circunstancias, sobre sus pensamientos y cambiar la respuesta más automática. Este patrón de reciprocidad negativa aparece también en los matrimonios que no tienen problemas, pero con mucha frecuencia, en ellos una interacción negativa es seguida frecuentemente por una respuesta positiva o por ninguna respuesta. El patrón de reciprocidad positiva se da en ambos tipos de matrimonios (Gottman, 1998). Es entonces la reciprocidad negativa que se asocia frecuentemente con los problemas de pareja. Este patrón es un estado absorbente, del que es muy difícil salir.
Otro patrón problemático aparece cuando la mujer da respuestas hostiles mientras que el hombre se retira y no contesta, lo que hace que se incremente la hostilidad en la mujer. En los matrimonios armoniosos también se puede dar este patrón, aunque con menor frecuencia y a menudo, acaba con la retirada de ambos.
Uno de los métodos que se utilizan para resolver los problemas de comunicación, es el empleo de la metacomunicación, es decir, la reflexión o análisis sobre la forma en que se está dando la comunicación en la pareja. Por ejemplo, se dice “no me estas escuchando”, para intentar que haya una escucha, pero el mensaje no verbal agresivo va acompañado por un componente verbal agresivo generalmente y el que responde, lo hace al componente agresivo, lo que lleva a más discusiones, metiéndose en un circulo vicioso. En los matrimonios sin problemas, contestan a la metacomunicación y no al componente emocional.
Como patrones de comunicación problemáticos, Gottman (1998) añade la presencia de los cuatro jinetes del Apocalipsis que pueden conducir a la pareja al divorcio: la critica, la actitud defensiva, el desprecio y hablar mucho para que el otro no pueda opinar. Para el autor, la critica conlleva a los otros jinetes. Todos estos patrones de conducta pretenden resolver el conflicto; sin embargo, no solamente no los resuelven, sino que lo perpetúan y la propia interacción se convierte en el problema que lleva a la separación.
No siempre los conflictos llevan a la ruptura, ya que se ha reportado un tipo de conflicto en los que el marido se enfada e inicia la discusión con el fin de resolver el problema; cuando se tiene éxito, la relación puede salir fortalecida y en estos casos, el conflicto vivido por los hijos no es negativo para ellos, siendo incluso una ocasión para aprender a ser asertivos.
Componentes cognitivos
Se han estudiado igualmente los elementos cognitivos que preceden al conflicto y a veces, pueden desencadenarlo. Epstein y cols. (1993) identifican las siguientes:
- La atención selectiva: los miembros de la pareja tienden a valorar de diferente forma la frecuencia con la que ocurren determinadas conductas, fijándose en lo que les duele y con frecuencia, buscan en la historia como pareja hechos similares con los que intentan confirmar su percepción actual o justificando su miedo a que ocurra algo aversivo
- Atribuciones: la atribución del problema a determinadas causas, se ve como un elemento necesario para su solución; de ahí la importancia de que las atribuciones se realicen correctamente. Un tipo de atribuciones que incrementan los problemas, son aquellas en las que se atribuye al otro la responsabilidad de los problemas comunes. Lo mismo ocurre con aquellas en las que se atribuye la conducta negativa del otro a malas intenciones, siendo casi imposible probar su falsedad. Este tipo de atribuciones intensifica el conflicto al incrementar los ataques verbales que intentan culpabilizar y avergonzar al otro.
- En las parejas en conflicto, se atribuyen las principales causas de los conflictos a rasgos globales, internos y estables que son imposibles de cambiar. Cuando pierden la esperanza de cambiar al otro pueden escalar en agresividad o se retiran y se deprimen.
- Dentro de los problemas generados por las atribuciones mal hechas, está la de atribuir al otro, la capacidad de hacer el cambio necesario para la solución del problema, suponiendo que no lo hace porque no quiere y entonces se le culpa y ataca.
- La discrepancia en las atribuciones sobre la causa de los problemas, puede ser a su vez causa de problemas. Por ejemplo, si la esposa cree que el marido piensa que su personalidad es la causa de los problemas y no está de acuerdo, esto se convierte de nuevo en un foco de discrepancia.
- Expectativas: si no se tienen expectativas de solución, la posibilidad de que los problemas se resuelvan son mucho menores, ya que se deja de buscar y de intentarlo. Como consecuencia, pueden darse problemas de depresión, al producirse indefensión. Cuando tienen la creencia de que los problemas se pueden resolver, se dan más posibilidades de que se resuelvan.
- Suposiciones y estándares: si aparece una discrepancia entre lo que creen los esposos que debería ser el matrimonio y lo que se percibe que es (tanto en cualidad, como en calidad), los problemas están asegurados. No es necesario que sean conscientes de la discrepancia para que los conflictos aparezcan. Sin embargo, las diferencias reales entre los estándares de ambos componentes, tienen poca correlación con el nivel de satisfacción del matrimonio, siempre y cuando no exista discrepancia entre lo que “debería ser y lo que es”, cada uno de ellos puede pensar que se cumplen en el matrimonio.
Las creencias irracionales pueden ser una fuente de conflicto en las pareja, como: estar en desacuerdo es destructivo en la relación; los miembros de la pareja deben ser capaces de averiguar los deseos, pensamientos y emociones del otro; los miembros de la pareja no pueden cambiarse a si mismos o a la naturaleza de la relación; uno debe ser un compañero sexual perfecto para el otro; los conflictos entre hombres y mujeres se deben a diferencias innatas asociadas al sexo que se muestran en las necesidades y en la personalidad, entre otras creencias irracionales (Eidelson y Epstein, 1982).
Componentes fisiológicos
Las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres pueden influir en los conflictos de la pareja. El hombre muestra incrementos más amplios de actividad autonómica ante el estrés, cambios que se disparan más fácilmente y tardan más en recuperarse que en la mujer. Como consecuencia, intentan generar un clima racional dentro de las relaciones, para lo que adoptan patrones más conciliadores y menos generadores de conflicto y si este empezase, tienden a retirarse antes que la mujer. Cuando el enfado y la hostilidad de ella generan enfado y hostilidad en él, esta genera miedo en ella, lo que genera más hostilidad y enfado en él y se produce la escala del conflicto (Gottman y Levenson, 1996).
Las diferencias en la reactividad fisiológica, pueden estar en la explicación del patrón de demanda de la mujer-retirada del hombre, el exceso de excitación predispone al hombre a iniciar la retirada ante las demandas de la mujer, llegando al punto de no hacerle ningún caso (Gottman, 1998).
Impacto a largo plazo del conflicto matrimonial
Las personas casadas tienen mejor salud física y mental que los que no están casados: tienen una mortalidad menor, realizan menos conductas de riesgo y controlan mejor su salud, cumpliendo mejor las prescripciones médicas, tienen mayor frecuencia en su conducta sexual que es más satisfactoria. Es posible que estas diferencias se deben a que están felizmente casados, pero también es posible que se deban a que los más saludables tienden a casarse con más frecuencia. Controlando la variable del grado de salud cuando se llega a ser adulto, existe un menor riesgo de muerte en los casados, lo que indicaría que la mortalidad más baja se debe al matrimonio (Mathew et al. 2001). Sin embargo, estas ventajas se aplican, sólo cuando no existen conflictos en el matrimonio y un conflicto continuado, lleva a una menor activación y un mayor estrés en sus componentes y esta puede ser la explicación del gran impacto que tiene la salud física y mental en los miembros de la pareja y en sus hijos (Finchman y Beach, 1999).
Conflicto matrimonial y salud
La incapacidad de afrontar la relación de pareja, se relaciona con la falta de habilidades o problemas emocionales y los problemas en la pareja, influyen en su salud física y mental.
Está probado que los conflictos desencadenan de forma más probable, problemas como depresión, trastorno bipolar, alcoholismo, trastornos de alimentación, etc. También se incrementan las tasas de accidentes automovilísticos. La depresión es el problema que más está relacionado con las separaciones y conflictos; cuando un paciente casado está deprimido, es importante analizar si existe un problema de pareja asociado, es posible que la depresión la haya deteriorado, pero también es probable que entre los desencadenantes de la depresión, estén los problemas con la pareja. Su estado mejorará si mejora su relación.
Los conflictos matrimoniales se relacionan con una salud física más pobre y con algunas enfermedades específicas como las cardiacas, el cáncer, el dolor crónico, las afecciones del sistema inmune y la mortalidad por cualquier tipo de enfermedad. Hay evidencia de que aquellos que han vivido el divorcio de sus padres y el suyo propio, tienen una esperanza de vida ocho años menor que el resto.
Conflicto matrimonial y su influencia con los hijos
Otro efecto nocivo de los conflictos de pareja es el impacto negativo que tiene en la conducta de los hijos. Los conflictos en la pareja no se dan de forma aislada, sino que se asocian a otros problemas es la depresión y la relación existente con los hijos que están muy relacionados con las dificultades de la pareja, tiene una influencia en la conducta de los hijos similar a la de los conflictos entre la pareja y cuando se suma a los conflictos entre los padres, se potencian de forma notable, los problemas de conducta en la descendencia (Finchman y Osborne, 1993).
Cuando las relaciones paterno-filiales son conflictivas, la conducta de los hijos se ve afectada y se deteriora. Si existen conflictos entre los padres, sobre todo, si se llega a determinados niveles de violencia, la relación de los progenitores con los niños suele deteriorarse más todavía y también se tiñe de violencia. En esos casos, los desajustes en la conducta de los hijos se potencian de forma considerable (Finchman y Osborne, 1993).
Sin embargo, los conflictos entre los padres no afectan necesariamente a los niños. A veces, sobre todo si se resuelven de manera adecuada y el niño es capaz de entender lo que está pasando y cómo se ha resuelto, pueden ser para él un motivo de aprendizaje para resolver problemas similares. Es más importante la percepción que el niño tiene del conflicto y sus reacciones, que lo que objetivamente ocurre.
Es importante distinguir entre la insatisfacción en el matrimonio y el conflicto. Los problemas con los hijos se relacionan con los conflictos entre los padres, no tanto con un problema de satisfacción en el matrimonio.
- Frecuencia: cuanto más frecuentes sean los conflictos, hay una mayor probabilidad de encontrar tendencias a la violencia por parte del niño y más afectado se ve.
- Intensidad: la agresión física está más relacionada con los problemas, que la agresión verbal o las agresiones de menor intensidad. Cuanto mayor es la intensidad de los conflictos verbales, más indefensión produce en el niño.
- Modo de expresión: se distinguen distintas formas como la física, la verbal y la no verbal. Esta ultima es peor que la verbal porque es más difícil de resolver.
- Contenido: si los conflictos se refieren a los niños, tienen mucho impacto en ellos. Intentan resolver algo que está fuera totalmente de su capacidad. Por eso, cuando el motivo explícito del conflicto son los hijos, aparecen en estos mayores sentimientos de vergüenza, de culpabilidad de miedo a ser involucrado en el conflicto o ser requerido para su intervención directa o indirecta.
Los hijos que presencian de forma constante los conflictos de sus padres, tienen más problemas que aquellos en los que el divorcio pone punto final a esos enfrentamientos (Weiss, 1989). Se supone que el divorcio pone fin a los problemas y discusiones manifiestas de los padres, lo que no siempre sucede. Las capacidades para nuestras relaciones, las aprendemos de las que observamos en nuestros padres, de manera que existe una relación inversamente proporcional entre los conflictos de los padres y la intimidad que alcanzan los hijos en la adolescencia. El divorcio también relaciona de forma negativa con la intimidad a la que llegan los descendientes, pero de forma menos significativa (Ensign, 1998).
Evaluación
La evaluación tiene como objetivo, descubrir cuáles son las áreas de conflicto y la forma en que estos se dan, detectando las conductas, las cogniciones y las emociones envueltas. Inicialmente se trata de determinar cuál es el punto de partida en la calidad de la relación cuando acuden a consulta, para lo que se puede utilizar un cuestionario de propósito general con la Escala de Ajuste Marital o la Escala de Ajuste Diádico. Son escalas que distinguen parejas conflictivas y no conflictivas, así como sirven para poder ir evaluando el progreso en la terapia.
De acuerdo con Cordova y Jacobson (1993), la evaluación puede continuar con una visión del problema que trae a la pareja a la consulta, para lo que el terapeuta se puede plantear una serie de preguntas como:
- ¿Cómo esta de afectada la pareja?
- ¿Cuáles son los elementos que los dividen?
- ¿Cómo se manifiestan estos elementos en la relación?
- ¿Cuál es el compromiso de la pareja con la relación?
- ¿Cuáles son las fortalezas que hacen que se mantengan juntos?
- ¿Cómo les puede ayudar el tratamiento?
Las áreas que se tienen que considerar en la evaluación son las siete Cs de Birchler, Doumas y Fals-Slewart (1989), que plantean un marco conductual de referencia para evaluar los problemas conyugales:
- Carácter: hay que detectar si existe alguna psicopatología en los miembros de la pareja y ver si hay que tratarla, así como si se hace por medio de la terapia de pareja o individualmente.
- Contexto cultural y social: incluyendo los aspectos religiosos, étnicos y de las familias de origen, que puedan originar problemas dentro de la pareja.
- Contrato: incluyendo las expectativas implícitas que tienen los cónyuges sobre la relación y que pueden ser inalcanzables o disfuncionales.
- Compromiso: es la decisión de pertenecer a una pareja o la decisión de que, a pesar de las dificultades que surjan, se va a continuar en pareja luchando de forma eficaz contra los problemas.
- Cuidado: sobre todo el intercambio de conductas positivas.
- Comunicación: para detectar alguno de los problemas o falta de habilidades.
- Capacidad: para resolver problemas, teniendo en cuenta las relaciones de poder y dominancia que se han detectado en la pareja.
Se tienen que evaluar también la pasión, el apego y la intimidad:
- En la evaluación de la pasión debe incluir la conducta sexual (no solamente si hay problemas, sino si es frecuente y se pueden utilizar alguno de los cuestionarios de conducta sexual existentes.
- La evaluación de las conductas de apego, incluye las aprendidas en la familia de origen y las expectativas que tienen respecto a la pareja; hay que evaluar de forma general el interés que tienen en mantener las relaciones con los padres y el afecto que se siente por ellos, la búsqueda de ayuda en situaciones estresantes y la satisfacción que se encuentra en el auxilio obtenido.
- En la evaluación de la intimidad se pueden utilizar cuestionarios como el que propone Stemberg o el de Lamieux y Hale.
La terapia cognitivo conductual hasta hace poco tiempo, no afrontaba de forma directa, los conflictos en las áreas del compromiso, la intimidad, el apego o las emociones que son parte fundamental de la relación. La evolución es hacia la inclusión de estas áreas como objetivos directos de intervención.
Con estos elementos de evaluación y partiendo siempre de las peticiones concretas de los pacientes, se da una explicación de dónde está el problema y cuál puede ser el camino hacia la solución. Hay que tener en cuenta que la devolución de una evaluación es, de alguna manera, una intervención, puesto que se actúa sobre las expectativas de solución y de continuidad de la relación y se pueden afianzar atribuciones que dificulten la intervención posterior.
Tratamiento
Desde el punto de vista cognitivo-conductual, una relación se define como un intercambio de conductas (Halford, 1998). Cuando una relación falla, predomina el intercambio de conductas negativas. Una de las causas es la falta de habilidades para comunicarse y resolver problemas, por eso, inicialmente la terapia cognitivo-conductual se ha centrado en dotar a la pareja de esas habilidades.
La terapia cognitivo-conductual parte del análisis funcional de las conductas problema. Se trata de determinar las conductas problemáticas para establecer el programa de tratamiento.
Los objetivos básicos del tratamiento son:
- El aumento del intercambio de conductas positivas para lo que se emplea el contrato conductual. Por eso, en el tratamiento, se incluye la enseñanza de las técnicas de negociación necesarias para hacer los contratos.
- Entrenamiento en habilidades sociales como la comunicación y resolución de problemas.
- Cambios cognitivos para manejar creencias, atribuciones, etc.
Una vez se han definido los problemas existentes y las conductas envueltas en ellos, se establece el programa de tratamiento seleccionando las técnicas específicas que permiten el cambio. A continuación se enlistan las estrategias generales que se siguen, dependiendo de los objetivos.
Intercambio de conductas positivas
Para conseguir este objetivo, se enseñan los fundamentos de la modificación de conducta, aprendiendo como una conducta responde a sus consecuencias, como extinguir y fomentar conductas, etc. (Costa y Serrat, 1982).
Se utilizan y enseñan técnicas para realizar contratos, los cuales tienen que ser libres, sin imposiciones, utilizando términos claros y explícitos, sin margen a las interpretaciones, que contengan ventajas para ambos. Hay que tener en cuenta que las conductas incluidas en el contrato, tienen que estar ya incorporadas en el repertorio comportamental del que si tiene que hacerlas (Costa y Serrat, 1982).
De acuerdo con Cáceres (1996), se emplean una serie de técnicas y juegos que propician el intercambio de conductas positivas, entre ellas:
- Pillar a la pareja haciendo algo agradable y hacérselo saber
- Tener una lista con deseos que el otro puede ir haciendo
- Observar la conducta agradable de la pareja para evitar la atención selectiva
- Recordar los lugares, fechas, canciones etc., que han sido símbolos de las cosas que han unido a la pareja.
Entrenamiento habilidades de comunicación y resolución de problemas
Se plantea un tratamiento escalonado y adaptado a cada pareja, que comienza con el entrenamiento en las habilidades de comunicación necesarias para mantener una conversación, se sigue con las necesarias para expresar deseos y sentimientos y finalmente, se entra en las específicas de resolución de problemas.
La base está en tener habilidades de conversación que incluyen:
- Cómo hacer preguntas
- Dar información gratuita adicional
- Llevar una conversación, lo que implica cambiar de tema, tomar la palabra, pasar la palabra y cerrar la conversación (todo basado en un lenguaje específico en el que los términos que se usan, se tienen que referir a elementos observables y cuantificables, oportunos y convenientes, centrándose en una información positiva, verbal y no verbal).
- Escucha activa, para la que hay que tener en cuenta la postura y contacto visual, usar el tono adecuado, evitar juicios de valor y usar de forma exhaustiva la empatía.
Con esas habilidades como base, se procede a incrementar las necesarias para la expresión de deseos y sentimientos, tanto de agrado como de desagrado, para realizarlo de tal manera que no se haga daño al otro y se sea constructivo. Se enseña a manejar la ira de forma positiva, de manera que se eliminan tanto los ciclos en los que la mujer da respuestas hostiles mientras el hombre se retira, como aquellos otros episodios de violencia o ira que asaltan de forma inesperada. Se actúa así contra la crítica como medio de solucionar problemas, contra la actitud defensiva, practicando la escucha y la expresión de sentimientos, para proceder contra el desprecio y la falta de escucha.
Cuando se tienen estas habilidades, se afronta el entrenamiento en resolución de problemas propiamente dicho. El primer punto es construir la ocasión propicia y evitar las discusiones en lugares y tiempos que no. Permiten la comunicación sosegada. Después se trata de definir el problema comenzando por algo positivo, siendo específico, expresando los sentimientos y admitiendo el papel que se tiene en el problema. Todo de forma breve y dejando claro que no se quiere solucionar sino plantearlo solamente. Posteriormente es el momento de centrarse en las soluciones, pidiendo al otro el cambio de conducta que resolvería el problema, recordando siempre que tiene que incluir reciprocidad y compromiso y con consecuencias positivas para ambo, junto con elementos de seguimiento que recuerden el acuerdo alcanzado (Costa y Serrat, 1982).
Para cuando no se tiene la solución clara , se enseñan técnicas como la tormenta de ideas en la que con una colaboración incondicional entre los dos, generan posibilidades de solución sin sentido crítico y solo más tarde se evalúa su posibilidad.
Cambios cognitivos
En la terapia cognitivo conductual, cuando intervienen componentes cognitivos distorsionados, se trata de detectar y de reestructurar las atribuciones, expectativas, creencias irracionales, etc. Se procede a modificarlas eliminando atribuciones a motivos o intenciones ocultos, moderando o cambiando las expectativas, los estándares aprendidos en las expectativas, los estándares aprendidos en las familias de origen o por ideas preconcebidas, para adaptarlos a las posibilidades de la pareja, atacando las ideas irracionales, etc. Las propias explicaciones y atribuciones que se dan a los conflictos pueden ser una fuente de ajuste o desajuste matrimonial.
Las técnicas que se emplean son la reestructuración cognitiva, el dialogo socrático, la contrastación científica de hipótesis, etc. El análisis lógico se utiliza para poner las expectativas en su sitio. Para modificar las suposiciones y los estándares, se utiliza el diálogo socrático, en el que se pregunta y se evalúan las consecuencias de vivir con esos estándares, tales como “no se debe estar nunca enfadado con tu pareja”. Se enseña la habilidad de utilizar de forma constructiva la metacomunicación para editar los pensamientos y hacer que sea efectiva, modificando la forma en que se está hablando y evitar seguir por los caminos de la emoción que llevan a la escalada de violencia.
Las técnicas que se utilizan para promover la aceptación, de acuerdo con Halford (1998), son:
- Empatía: reunirse con empatía hacia el otro alrededor del problema, para desarrollar un entendimiento del problema, comprendiendo y respetando el punto de vista del otro, aunque no justificándolo. Para ello se discuten conjuntamente los problemas con el modelado del terapeuta y se les anima a manifestar sus sentimientos y vulnerabilidad.
- Objetividad: emplear la objetividad para conseguir ver el problema con un tinte menos emocional. Se promueve el análisis objetivo para quitar la emoción que introduce distorsiones cognitivas.
- Tolerancia: construir la tolerancia con el objetivo de reducir la emoción negativa que causa la conducta o sus resultados del cónyuge. Para ello, la técnica que más se utiliza es la exposición, es decir, mantener el estimulo aversivo sin dar las respuestas de evitación.
- Autocuidado: se trata de cambiar la propia conducta para conseguir en otra parte lo que la pareja no da, por ejemplo, consiguiendo nuevos amigos, etc.
Con la aceptación se crea o amplía la comprensión del otro y en consecuencia, se mejora la intimidad. Mostrar debilidades en la pareja (como los sentimientos asociados al apego, de soledad y de necesidad de aceptación y apoyo), coloca al sujeto en condición de iniciar un nuevo proceso de fortalecimiento de la intimidad y, por lo tanto, de la pareja.
Una de las dificultades que aparecen en la terapia de pareja, es que cada uno atribuye el problema al otro y carga sobre él la responsabilidad del cambio. Halford (1998), ha propuesto la terapia de pareja conductual autorreguladora, que hace especial énfasis en aclarar con cada componente que es lo que se puede cambiar para solucionar los problemas, siempre dentro de la filosofía de lograr los objetivos propios en la pareja.
Referencia:
García, J. A. (2002). La terapia de pareja desde la perspectiva cognitivo conductual. Consultado el 2 de julio de 2020 de la página http://www.psicoterapeutas.com/pacientes/pareja.htm#_Toc12016515
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