DUELO
El duelo es un proceso de adaptación emocional que se presenta posteriormente a cualquier perdida (hablemos de una perdida física, emocional o imaginaria). Se puede hablar de duelo ante la perdida de un ser querido, ante la perdida de una relación amorosa, ante la perdida de un empleo, etc. También se habla de duelo ante la perdida de un animal, un objeto o un evento significativo.
Se trata de una reacción principalmente emocional y de conducta, en forma de sufrimiento y aflicción, cuando se rompe un vínculo afectivo fuerte.
Convencionalmente al hablar de el duelo se ha hecho énfasis en la respuesta emocional de la pérdida, pero además del ámbito emocional, también existe una dimensión física, una cognitiva, una filosófica, una conductual, una fisiológica y una social.
Al hablar de “elaboración del duelo”, se hace referencia al transcurso del proceso desde que la perdida se produce, hasta que se supera. Esta elaboración puede comenzar antes de la perdida, en el caso en que la muerte o la perdida se pueda prever con cierta antelación (es el caso del duelo anticipatorio, conocido como el “preduelo”).
El duelo es un proceso que suele durar entre 6 meses y un año, cuando se trata de la pérdida de un ser querido muy allegado (padre, madre, hijo, pareja…). El duelo no se considera una enfermedad propiamente dicha, aunque puede llegar a serlo si su elaboración no es correcta. En el caso de que los síntomas no disminuyan con el tiempo, después de este periodo y que provoquen problemas para desenvolverse en vida diaria, se estaría hablando de un “duelo patológico” y es el momento de acudir a un profesional de la salud (psicólogo o psiquiatra), ya que estaríamos hablando de un episodio de depresión crónico en estos casos.
El duelo se exterioriza generalmente con llanto, rabia, ataques violentos y un buen numero de reacciones, consideradas todas ellas como “normales” en esos momentos. Para una adecuada elaboración y superación del duelo, se aconseja sentir esas sensaciones de dolor, pues no se pueden enfrentar si no se sienten. Lo contrario es la negación de la pérdida y conlleva a comportamientos desadaptativos.
La manifestación externa del duelo es lo que se conoce como “luto“, que se define como la expresión cultural y formalizada del duelo (éste tiene en el luto, su correlato más social).
Etapas del duelo:
De acuerdo a Elisabeth Kübler-Ross, las etapas del son:
-
-
- Negación: se presenta cuando la persona se niega a si misma y/o al entorno que ha ocurrido la pérdida.
- Ira: es un estado de descontento por no poder evita la perdida que sucede. Se buscan razones causales y culpabilidad.
- Negociación: negociar consigo mismo o con el entorno, entendiendo los pros y contras de la perdida . Se intenta buscar una solución a la pérdida, a pesar conocerse la imposibilidad de que suceda.
- Depresión: se experimenta tristeza por la perdida. Pueden llegar a sucederse episodios depresivos que deberían ceder con el tiempo.
- Aceptación: se asume que la pérdida es inevitable. Supone un cambio de visión de la situación, sin la pérdida; siempre teniendo en cuenta que no es lo mismo aceptar que olvidar.
-
Es importante recalcar que no siempre se cumplen o se pasan por todas las etapas del duelo, se pueden saltar algunas y tampoco ocurren necesariamente en el orden estipulado anteriormente.
Existen cuatro tareas que se deben cumplir para completar el duelo:
-
-
- Aceptar la realidad de la pérdida.
- Experimentar la realidad de la pérdida.
- Sentir el dolor y todas sus emociones.
- Adaptarse a un ambiente en el cual falta el ser que murió, aprender a vivir en su ausencia, tomar decisiones en soledad, retirar la energía emocional y reinvertirla en nuevas situaciones o relaciones.
-
Determinantes en la elaboración del duelo
Algunos determinantes que influyen en la elaboración del duelo en caso de muerte, son los siguientes:
-
-
- El tipo de relación afectiva con el fallecido
- La duración de la enfermedad mortal y la agonía, en caso de existir
- El grado de parentesco
- El carácter de la muerte
- El aspecto del cadáver
- El grado de dependencia
- El género del superviviente
-
- El apoyo social (presencia o ausencia de redes sociales)
-
- Las ideas religiosas o filosóficas o espirituales
- La presencia o no de otras experiencias de duelo
-
La intensidad y la duración de este proceso y de sus correlatos, serán proporcionales a la dimensión y al significado de la pérdida. En el proceso igualmente influye la visión que tiene la persona sobre la muerte, ya que provoca una diferencia en la vivencia del duelo. No es lo mismo una visión de vida futura como “el cielo” en la religión cristiana donde la experiencia negativa se mitiga, pudiendo ser incluso un motivo de alegría y celebración, en comparación con otras religiones o con el ateísmo.
A esto hay que añadirle el factor cultural y social, que puede hacer que la elaboración del duelo difiera mucho, si bien no deja de ser fundamental el tipo de vínculo y el apego que se tenía con el ser fallecido. Otro factor a considerar es la presencia de terceros a los que la pérdida les afecte, con lo que se puede dar un duelo solidario.
Tipos de pérdidas:
Puesto que la etapa de duelo no necesariamente tiene que ocurrir por la pérdida de un ser querido, antes de pasar a los tipos de duelo, veremos las diferentes clases de pérdidas que pueden ocurrir:
-
-
- Pérdidas relacionales: tienen que ver con las pérdidas de personas, es decir, separaciones, divorcio, muerte de seres queridos, etc.
- Pérdidas de capacidades: ocurre cuando un individuo pierde capacidades físicas y/o mentales. Por ejemplo, por una amputación de un miembro.
- Pérdidas materiales: se da ante las pérdidas de objetos, posesiones y en pérdidas materiales.
- Pérdidas evolutivas: son los cambios de las etapas de la vida: vejez, jubilación, etc. No todo el mundo encaja igual esta situación.
-
No todas las pérdidas generan duelo; sin embargo, dependiendo de los recursos u otras variables psicológicas (como la autoestima o falta de habilidades sociales) de cada uno, las pérdidas pueden provocar malestar y sufrimiento durante más o menos tiempo.
Tipos de duelo:
Diferentes autores han dado diferentes tipologías del duelo. Se ha hablado de duelos complicados, crónicos, congelados, exagerados, reprimidos, enmascarados, psicóticos, etc.
Las tipologías son:
-
-
- Duelo normal: se habla de este tipo de duelo cuando se experimenta la pérdida de un ser querido (familia, pareja, amigo, compañero, mascota, etc.).
- Duelo anticipado: es aquel que se da antes de que la muerte haya ocurrido. Es habitual cuando se diagnostica una enfermedad que no tiene cura. El proceso de duelo es el habitual, lo que la persona experimenta diversos sentimientos y emociones anticipatorios, que le prepararán emocional e intelectualmente para la inevitable pérdida. El duelo anticipado es un proceso de duelo prolongado, no tan agudo como el resto, dado que cuando llega la muerte se suele experimentar, en parte, como algo que da calma.
- Duelo patológico: la persistencia o intensidad de los síntomas ha llevado a detener la vida laboral, social, académica, orgánica. El duelo patológico puede darse cuando la persona es incapaz de dejar de revivir de forma detallada y vívida los sucesos relacionados con la muerte y todo lo que le ocurre le recuerda esa experiencia.
- Duelo sin resolver: significa que la fase de duelo sigue presente. Sin embargo, suele denominarse así al tipo de duelo que sucede cuando ha pasado cierto tiempo (entre 18 y 24 meses) y todavía no se ha superado.
- Duelo crónico: también es una clase de duelo sin resolver, que no remite con el paso del tiempo y que dura años (es un tipo de duelo patológico o duelo complicado.
- Duelo ausente: hace referencia a cuando la persona niega que los hechos hayan ocurrido, por tanto, es la etapa de negación de la que hemos hablado con anterioridad, en la que el individuo sigue evitando la realidad pese a haber pasado mucho tiempo, es decir, la persona ha quedado estancada en esta fase porque no quiere hacer frente a la situación.
- Duelo retardado: es similar al duelo normal, con la diferencia de que su inicio se da al cabo de un tiempo. Suele ser parte del duelo ausente y también recibe el nombre de duelo congelado. Suele aparecer en personas que controlan sus emociones en exceso y se muestran aparentemente fuertes. El duelo retardado suele darse cuando la persona que lo sufre, en un primer momento, debe hacerse cargo de muchas cosas que requieren su atención inmediata, como por ejemplo el cuidado de una familia.
- Duelo inhibido: se produce cuando hay una dificultad en la expresión de los sentimientos, por lo que la persona evita el dolor de la pérdida. Suele venir asociado a quejar somáticas. Las limitaciones de la personalidad del individuo le impide llorar o expresar el duelo. A diferencia del duelo ausente, no es un mecanismo de defensa.
- Duelo bloqueado: ocurre una negación a la realidad de la pérdida, donde hay una evitación de la elaboración del duelo y hay un bloqueo emocional-cognitivo que se manifiesta a través de conductas, percepciones ilusorias, síntomas somáticos o mentales o relacionales.
- Duelo distorsionado: se manifiesta como una fuerte reacción desproporcionada en cuanto a la situación. Suele ocurrir cuando la persona ya ha experimentado un duelo previo y se encuentra ante una nueva situación de duelo. Por ejemplo, puede haber experimentado la muerte de un padre, y al morirse un tío, revive también la muerte de su padre, lo que le lleva a una situación mucho más intensa, dolorosa e incapacitante.
- Duelo desautorizado: ocurre cuando el entorno que rodea a la persona no acepta el duelo de ésta. Por ejemplo, cuando transcurrido un tiempo largo la familia le reprocha a la persona que siga en duelo. Ésta reprime los sentimientos de cara a la familia, pero internamente no lo ha superado. Muchas veces, este tipo de duelo se da cuando la persona que murió o se marchó para siempre llevaba asociado un estigma y se encontraba excluida, al menos para el entorno cercano de la persona que lo sufre (por ejemplo, su familia). Expresar duelo puede llegar a ser un acto simbólico que subvierta ciertas ideas políticas y sociales. Por ejemplo, si la persona ausente era la pareja homosexual de alguien y la familia no aprueba este tipo de relaciones.
-
EL DUELO PATOLÓGICO Y SU DISTINCION CON EL DUELO NORMAL:
El duelo patológico (o complicado) es aquel cuya intensificación llega al nivel en el que la persona está desbordada, recurre a conductas desadaptativas o permanece inacabablemente en este estado, sin avanzar en el proceso de duelo hacia su resolución (Horowitz, 1980)-
Hay básicamente cuatro tipos de duelo patológico:
Duelo crónico | Duelo retrasado (inhibido, suprimido o pospuesto | Duelo exagerado | Duelo enmascarado |
Es aquel que tiene una duración excesiva, nunca llega a una conclusión satisfactoria y la persona que lo sufre es muy consciente de que no consigue acabarlo. | La persona tiene una reacción emocional insuficiente en el momento de la pérdida, que se puede deber a la falta de apoyo social, a la necesidad de ser fuerte por alguien más o por algo, o a sentirse abrumado por la cantidad de pérdidas. En un momento del futuro la persona puede experimentar los síntomas del duelo, a veces por una pérdida posterior y los síntomas pueden ser desproporcionados con respecto a la pérdida. | La persona experimenta la intensificación de un duelo normal, se siente desbordada y recurre a una conducta desadaptativa. La persona es consciente de que sus síntomas están relacionados con una pérdida. Incluyen trastornos psiquiátricos mayores que surgen después de una pérdida.
Algunos ejemplos pueden ser la depresión clínica posterior a una pérdida, la ansiedad en forma de ataques de pánico o conductas fóbicas, el abuso de alcohol u otras sustancias y el trastorno de estrés postraumático. |
La persona experimenta síntomas y conductas que les causan dificultades pero no se dan cuenta ni reconocen que están relacionados con la pérdida. Pueden aparecer como síntomas físicos (enfermedades psicosomáticas,…), o conductas desadaptativas, (depresión inexplicable, hiperactividad,…). |
El duelo es un estresor psicosocial grave, que puede precipitar un episodio depresivo mayor en un individuo vulnerable, generalmente poco después de la pérdida.
Cuando ocurre un trastorno depresivo mayor durante un proceso de duelo, se incrementa el riesgo de sufrimiento, sentimientos de inutilidad, ideación suicida, peor funcionamiento laboral e interpersonal y se aumenta el riesgo de sufrir trastorno por duelo persistente (duelo patológico). La depresión mayor relacionada con el duelo es más probable que ocurra en individuos con historial personal o familiar de episodios depresivos.
El duelo patológico está influido genéticamente y está asociado con características de personalidad, patrones de comorbilidad y riesgo de cronicidad y/o recurrencia, como los episodios depresivos mayores no relacionados con el duelo. Los síntomas depresivos asociados con el duelo, responden a los mismos tratamientos farmacológicos y psicosociales que los síntomas depresivos no relacionados con el duelo. Aunque la mayoría de la gente pasa un duelo sin desarrollar un trastorno depresivo mayor, la evidencia apoya que se incluya como uno de los estresores que puede precipitar un episodio depresivo mayor.
Diferencia entre duelo normal y duelo patológico:
Ítem | Duelo normal | Duelo patológico |
Momento de aparición | A los pocos días del fallecimiento |
|
Intensidad | Incapacitante durante días | Incapacitante durante semanas o meses |
Características |
|
|
Factores de vulnerabilidad para el duelo patológico:
-
-
- Circunstancias específicas de la muerte: se consideran más traumáticas las muertes súbitas, inesperadas e inoportunas, las muertes múltiples, las muertes por asesinato o catástrofe y las muertes por suicidio. Por otro lado, cuando la muerte se produce tras largas enfermedades y el cuidador principal ha sido una única persona, el superviviente se siente vacío tras el fallecimiento. También hay dificultades cuando la pérdida es incierta (Ej. Una desaparición o un soldado en acto de servicio que no se sabe si está vivo o muerto) y cuando hay pérdidas múltiples (Ej.: terremotos, incendios, suicidios en masa).
- Tipo de relación o vínculo con el fallecido: va más allá de la relación de parentesco, si la relación con el fallecido era difícil (discusiones, reproches…) se complica más.
- Necesidades y dependencias con el fallecido: cuando el fallecido era el sostén de la familia o del doliente, económica y/o moralmente, se origina vulnerabilidad psíquica y física en el superviviente.
- Pérdidas acumuladas: los duelos complicados en el pasado tienen mayor probabilidad de repetirse ante nueva muerte.
- Convivencia con el fallecido: esto origina mayor alteración del curso biográfico, junto con la muerte imprevista, traumática o accidental y las pérdidas acumuladas anteriores o posteriores.
- Variables de personalidad e historia de salud mental previa: antecedentes psiquiátricos previos, discapacidad física, pérdidas no resueltas y rasgos de personalidad como tendencia a la baja autoestima y dificultad para expresar emociones, se asocian a una mala evolución en el duelo.
- Familia y apoyo social: cuando la red social de soporte no es adecuada, no es de ayuda, los casos en que la muerte es negada socialmente o se crea una conspiración de silencio alrededor del tema, situaciones de aislamiento, desempleo, bajo nivel socioeconómico, separación del ambiente cultural o religioso, otras pérdidas recientes acumuladas y la convivencia en ambientes sobreprotectores que evitan dolor, se puede dar un duelo patológico.
- Situación económica: la muerte de un miembro productivo de la familia supone la disminución de ingresos, obligando a la familia a adaptarse a la nueva situación y produciendo un estrés adicional.
-
Predictores de duelo patológico (factores de riesgo):
Personales | Relacionales | Circunstanciales | Sociales |
|
|
|
|
LA ELABORACION DEL DUELO CUANDO NO HAY CUERPO (DESAPARICIÓN)
Hay múltiples situaciones que pueden provocar un duelo por desaparición: catástrofes naturales, secuestros, ahogamiento, avalanchas, accidente aéreo, victima de terremoto, desaparición forzada, guerra, etc.
Actualmente existen otras realidades en distintas partes del mundo, donde se hace necesaria la elaboración de duelos por desaparición, por ejemplo, en países con conflicto armado, donde la guerrilla secuestra ciudadanos indiscriminadamente, para matarlos y con frecuencia no es posible hallar sus cuerpos.
La situación es difícil para los familiares y allegados de la persona desaparecida, porque después de muchos días de búsqueda, tanto las fuerzas de orden público, como los vecinos, pueden retirarse de la zona donde se supone que esta el cuerpo, lo que incrementa la sensación de vulnerabilidad y tristeza de los sobrevivientes (familiares, allegados, compañeros que pudieron compartir la situación con él/ella, es decir, se salvaron pero se vieron impotentes para ayudar).
Se pueden producir enfrentamientos entre los que quieren continuar la búsqueda y los que defienden la postura de abandonar y terminar la búsqueda, lo que aumenta el dolor de las personas y puede reabrir viejas heridas.
Algo que distingue a los familiares de una persona desaparecida es la esperanza, la perseverancia, la insistencia en buscar sin descanso algún signo de vida o de no- vida. La sensación es que no está muerto del todo. Hay una rememoración intensa de los últimos momentos de la persona querida, de la ropa que llevaba, de lo que hicieron al saber que no estaba.
En estos casos, la elaboración del duelo tarda más en iniciarse y es más difícil de elaborar. Hay mucho más apego a algunos objetos personales del fallecido y cuesta más deshacerse de sus posesiones o se mantienen durante más tiempo sus cosas, como si fuera a aparecer /volver algún día. Son mucho más potentes los fenómenos de “aparición” (pseudoalucinaciones) en los que los familiares y allegados “creen” ver a la persona desaparecida.
Hasta que no hay constancia real de que el cuerpo ha aparecido sin vida, no hay un “permiso” personal y social para empezar a elaborar el duelo: el cuerpo sin vida es el elemento que confirma fehacientemente la muerte irreversible. En los casos de desaparición, los rituales colectivos son de gran importancia para la elaboración del duelo y la falta del cuerpo los obstaculiza, porque es el elemento central.
El duelo requiere una prueba de realidad que testifique que ese ser amado ya no vive. Esa prueba es su cuerpo. Los familiares necesitan verlo, despedirse, poner palabras a su dolor y tener localizados los restos de aquel que formó parte de su vida. El dolor proviene del agotamiento que el “yo” sufre por la lucha entre el amor que le ata al ser amado y la fuerza que lo separa de él. Parte de la energía psíquica destinada a esa relación se retira de ese destinatario para colocarla en otros que tenemos cerca y con los que sí podemos alimentar nuestra vida. Este proceso es lento y doloroso.
Los restos mortales cumplen una función importante en la tramitación del duelo, en tanto que posibilitan la confrontación con la certeza de que la persona querida ya no está con vida. No hay vuelta a atrás, es preciso aceptarlo. Frente a la ausencia de restos mortales, los familiares quedan enganchados a los afectos que les unían al difunto del que no se han podido despedir. En los aniversarios se llevan flores a la tumba de quienes perdimos y que tuvieron un lugar en nuestra historia. Porque todavía lo tienen, aunque ya no estén a nuestro lado.
Las ceremonias y los ritos funerarios ayudan a pensar en la necesaria distinción entre la desaparición del cuerpo y una cierta supervivencia del desaparecido en el recuerdo de quienes lo amaron. Ahora bien, para aceptar que la persona querida ya no está, conviene ver su cuerpo. Se necesita asimismo una tumba en la que depositar lo que nos unía a ella.
En este sentido, es importante establecer un lugar donde simbólicamente se encuentre la persona fallecida (una roca, un banco de un parque, un recoveco de una playa…), para que la familia, si lo desea pueda ir allí a dejar flores, a rezar o a sentir /hablar con la persona perdida.
En algunos casos, aunque no haya aparecido el cuerpo y dadas las circunstancias de la muerte y la ausencia de algún otro indicio de vida, se puede considerar que la persona ha muerto, pero a pesar de ello, la incertidumbre continúa, así como las rumiaciones cognitivas en cuanto a lo que pasó. Se recomienda, cuando ya no hay posibilidades de que aparezca la persona viva, realizar ritual de despedida que sirva de punto y aparte y cerrar asuntos pendientes.
En estos tipos de duelo, el apoyo social cobra mucha más importancia que en duelos que se producen por otras circunstancias; las personas necesitan sentirse comprendidas, arropadas, acompañadas…
El duelo en los casos de desaparición forzada, es el proceso en el cual, los familiares no solo enfrentan una serie de etapas, como lo haríamos ante una muerte natural, sino que además tenemos la presencia de impunidad, de terror, de miedo, de mentira, de incertidumbre, de silencio, de olvido, de ocultamiento, de tortura y de violación de todo derecho humano, que ronda la desaparición y posible muerte de la víctima, lo que dificulta su recuperación. Ya no se habla solo de una perdida repentina, una agonía dolorosa o una muerte traumática, sino también se habla de soledad angustiosa, de una detención injusta, ilegitima, ilegal, de encubrimiento del victimario, de la transgresión del derecho y la furtividad del hecho. Este es el caso de miles de familias colombianas, victimas de casos de desaparición forzada, en un país, donde prevalece la violencia, la injusticia, la impunidad, la pobreza y la desigualdad.
La desaparición en estos casos es sinónimo de ocultamiento, de silencio, de no existencia, de miedo, de olvido, de intimidación, de ruptura del tejido social. Es la destrucción de un proyecto de vida, no solo del desaparecido, sino también de quienes lo rodean. La desaparición es un gran “NO”: no se da información, no existió en el lugar donde se decía estaba, no hubo participación del estado, porque las desapariciones se realizan al margen de la ley, no hay culpables, no se reconoce un arresto, no se reconoce una detención, no existe un nombre, no existe un cuerpo, no hay una tumba, no hay rastro, no se esta vivo, no se ha muerto, no hay DESAPARICIÓN.
Existe una serie de etapas del duelo diferentes a las del duelo convencional, en los casos de la desaparición (forzada), que son los siguientes:
- Etapa de incertidumbre y búsqueda:
Enterados de la muerte de un ser querido, el proceso de duelo suele comenzar protegiéndonos a nosotros mismos del dolor que produce cualquier perdida significativa. Este estado de “adormecimiento” nos permite entender poco a poco el significado que traerá para nuestras vidas el habernos separado de alguien a quien amábamos y saber que dicha separación es definitiva, pues nada ni nadie nos devolverá la vida de aquella persona.
Es importante tener la certeza de la muerte, por eso inicialmente la incertidumbre lleva a los dolientes a buscar con la mirada, a llamar con el llanto, a repetir una y otra vez el nombre de la persona que falleció con la intención de despertarlo de un sueño del cual no volverá. Por eso, para poder decir definitivamente adiós, el ser humano inventó mil formas de rituales, que evidencian la perdida a la que nos hemos enfrentado y prolongan nuestra cercanía a él. Dentro de estos rituales, enterrar un cuerpo, por doloroso que sea, es el primer paso para nuestra recuperación.
En un proceso de duelo normal, se habla entonces de un estado inicial de negación, adormecimiento que comúnmente nos prepara para la realidad de la muerte, pero la desaparición en sí es una negación (acompañada de una incertidumbre dolorosa), que se prolongará más allá del encuentro de un desaparecido vivo o muerto. Más que prepararnos para la realidad de una pérdida, este estado de shock nos enfrenta bruscamente a la realidad de nuestro país y así nuestra fe en las instituciones que creíamos se encargaban de nuestra defensa y protección se pierde, pues al principio el desconocimiento sobre quienes son los ejecutores de la desaparición nos lleva a denunciarla frente a organismos de seguridad del Estado, y esta denuncia permanente finaliza en allanamientos, persecuciones, impunidad, enredos y mentiras.
Enfrentados a una desaparición, las familias se ven obligadas a modificar el curso normal de un duelo. Inicialmente desconocen lo que es una desaparición forzada y quien la realiza. Una vez se da comienzo a la búsqueda por anfiteatros, clínicas, cárceles, la calle, y de saber finalmente que la persona a quién han buscado hasta en el último rincón se convirtió en una víctima mas de esta guerra sucia, que termina por afectarnos a todos y que ahora es un desaparecido forzado, deben afrontar la posibilidad de torturas y hasta la muerte de quien está destinado a ser un NN por siempre.
La búsqueda incansable se asocia a la negación, a la incredulidad, a la irrealidad, que nos lleva a ir mas allá o al más allá (brujos, bioenergéticos, chamanes, todo lo que sea necesario para lograr un encuentro).
La búsqueda infructuosa lleva a una alteración de la cotidianidad a nivel físico, emocional, afectivo, espiritual y social: se altera el sueño, se pierde el apetito y como consecuencia se pierde peso, hay fatiga, tensión, nerviosismo, aumento en la morbilidad, llanto, sensación de cansancio, ansiedad, depresión, tristeza, ira, culpa, confusión, desesperanza, apatía, sensación de incomprensión, aislamiento, y hasta cambio de amigos, de trabajo y de rol, la vida pierde sentido, se reniega de Dios, se debilita la fe.
Sin un cuerpo para enterrar, no se marca la línea que separa a los vivos de los muertos. La incertidumbre ante la muerte parece detener el tiempo y congelar el espacio. La casa, la ropa, los libros, el reloj, todo permanece en su mismo lugar. No se lava la última ropa que uso: un intento por retener su olor, su presencia, para que no se nos olvide. No es coincidencia, el olfato permite la supervivencia, es decir, la existencia, el recuerdo de lo que nos mantiene vivos.
El ritual de mantener todo en su mismo lugar se puede leer como culpa y no solo es mantener estático el espacio y el tiempo, también se mantiene inmóvil la tristeza, el dolor es inalterable, se niega la posibilidad de seguir viviendo, pues la incertidumbre ante el regreso parece suspender la vida en el momento de la desaparición. La familia se alía con el posible sufrimiento del desaparecido y no solo con su dolor sino también con su posible muerte. La posibilidad de alivio es condenada, tanto como la posibilidad de sonreír, de comer o de dormir. Pero la culpa no solo se siente por lo que hacen, si no por lo que dejaron de hacer y por lo que permitieron que el desaparecido hiciera o por no haberse preocupado mas por saber lo que él hacia.
- Confrontación:
La confrontación es aceptar la realidad de que no volveremos a ver a la persona que falleció.
Las personas enfrentadas a pérdidas violentas y traumáticas piensan que una vez iniciado el proceso de duelo, este nunca finalizara, llegando en algunos casos a negarse la aparición del mismo.
Estar en duelo es tener el alma vestida de negro, es tener el cuerpo cubierto de dolor y dolor, miedo y ruptura; es lo que busca el perpetrador producir. Por eso estar de luto, es decir si a la muerte y la familia puede resistirse a este dolor no solo por la tristeza que produce el decir adiós, sino por negarle la victoria al verdugo.
El miedo, mecanismo de control, comienza a ser presa de quienes rodean la familia de la víctima, pero curiosamente aumenta el coraje de quienes tienen que atravesar el viacrucis de una desaparición: protestas, denuncias, entrevistas con el victimario, persecuciones, allanamientos, exilios, encarcelamientos y hasta chantajes.
La soledad, la ira, la culpa, la incertidumbre, la desesperanza, el resentimiento, el sentirse perseguidos, dejan secuelas graves a nivel psicológico. Como producto de lo anterior la familia, base de la sociedad, se desestabiliza, se desmiembra, se desorienta y entonces el único apoyo real y firme con el que contaban se pierde.
- Afrontamiento y recuperación:
Después de soportar tanto dolor, la ironía, el humor, el grupo de apoyo, la denuncia constante, el trabajo por los otros y por ellos mismos, el arte, se convierten en su forma de enfrentar una cruel realidad, es la manera de adaptarse, de aprender a vivir con el dolor, con la piedra en el zapato, pero como ellos mismos lo dicen: “El dolor de violencia nunca se cura”.
En conclusión, el duelo es un proceso necesario, porque a partir de éste se puede comenzar a superar la pérdida y retomar la vida cotidiana previa a la pérdida. Las personas generalmente no quieren sentir dolor, menos el dolor por la muerte de un ser querido, pero es necesario sentirlo para poder superar la muerte o la perdida (si no se habla de muerte necesariamente).
Si tienes problemas para superar la perdida (más allá de 1 o 2 años) y el dolor te imposibilita continuar con tu vida, recuerda visitar a un profesional de la salud para que te ayude con el tema.
0 Comentarios