La muerte es uno de los momentos más dolorosos y tristes por los que tiene que pasar una persona y es una situación a la que debemos hacer frente tarde o temprano. La reacción más natural al perder a alguien a quien se ama es la de profunda tristeza, donde prevalece la sensación de que ha cambiado algo dentro de ti y la consciencia de que esa persona se ha ido para siempre. El dolor que se siente varia en intensidad, duración y forma de manifestarse de una persona a otra.

La palabra duelo viene del latín “dolus” que significa dolor. Para la psicología, el duelo es el proceso de adaptación emocional que le sigue a cualquier pérdida (no sólo a la muerte), cómo pasa también ante una separación, un despido, al irse del país natal, …) . Además del aspecto emocional, el duelo también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y conductual. En sí mismo, el duelo es un proceso normal que tiene una función adaptativa (ayudarnos a asimilar una pérdida y aprender a vivir sin la persona que se ha ido).

El duelo tiene 5 fases características:

  • Negación: negarse a sí mismo o al entorno, que ha ocurrido la pérdida.

  • Enfado o ira: estado de descontento por no poder evitar la pérdida. Se buscan razones causales y culpabilidad.

  • Negociación: se intenta buscar una solución a la pérdida a pesar de conocerse la imposibilidad de que suceda. Negociar consigo mismo o con el entorno, entendiendo los pros y contras de la pérdida.

  • Depresión o dolor emocional: se experimenta tristeza por la pérdida. Pueden llegar a sucederse episodios depresivos que deberían ceder con el tiempo.

  • Aceptación: se asume que la pérdida es inevitable. Supone un cambio de visión de la situación sin la pérdida; siempre teniendo en cuenta que no es lo mismo aceptar que olvidar.

No siempre se cumplen todas las etapas ni necesariamente ocurren en el orden señalado.

El duelo suele durar entre 6 meses y un año (a veces puede durar dos años si la perdida es muy significativa), cuando se trata de la pérdida de un ser querido muy allegado, aunque el proceso de duelo es muy variable y realmente depende de cada persona y de sus circunstancias. Si los síntomas no disminuyen o desaparecen después de este período de tiempo y provoca problemas para desenvolverse en la vida diaria, es muy importante acudir a un profesional de la salud (psiquiatra y/o psicólogo), puesto que puede tratarse de una depresión crónica, lo que se traduce en un duelo patológico.

El duelo patológico

La mayoría de las personas no necesita ayuda para elaborar su duelo. El problema surge cuando alguien siente que no consigue seguir con su vida sin que la pérdida interfiera. Al principio del proceso de duelo es normal que esto ocurra, pero si se mantiene en el tiempo, puede desembocar en un duelo patológico, complicado o no resuelto, que se define como la intensificación del duelo al nivel en que la persona se siente desbordada y recurre a conductas desadaptativas o permanece en este estado sin avanzar en el proceso del duelo hacia su resolución.

Determinantes que influyen en la elaboración del duelo

Algunos de los determinantes que influyen en la elaboración del duelo en caso de muerte son los siguientes:

  • El tipo de relación afectiva con el fallecido

  • Duración de la enfermedad mortal y la agonía (si es el caso)

  • Grado de parentesco

  • Carácter de la muerte

  • Aspecto del cadáver

  • Grado de dependencia

  • Género del superviviente

  • Contar o no con un apoyo social

  • Ideas religiosas o filosóficas o espirituales

  • Presencia o no de otras experiencias de duelo

A esto hay que añadir el factor cultural y social, que puede hacer que la elaboración del duelo difiera mucho, aunque no deja de ser fundamental el tipo de vínculo y el apego que el sobreviviente tenía con el fallecido. Otro factor que se debe considerar es la presencia de terceros a los que la pérdida les afecte (duelo solidario).

Tipos de duelo

El duelo no es una enfermedad, aunque puede llegar a serlo si no se elabora correctamente. A continuación se hablará de los tipos de duelo:

  • Duelo retrasado: los síntomas característicos aparecen meses o incluso años después de la muerte del ser querido. A veces sucede cuando el sufrimiento es demasiado intenso o cuando las condiciones obligan a la persona a mantenerse fuerte y postergar su dolor.

  • Duelo exagerado: los síntomas son excesivos y prácticamente impiden a la persona realizar una vida normal.

  • Duelo crónico: los síntomas persisten durante años y uno de los aspectos más destacados, es que la persona experimenta la sensación de estar incompleta.

  • Duelo enmascarado: se manifiestan problemas como el abuso de fármacos, drogas o alcohol y la persona es incapaz de reconocer que tengan que ver con la pérdida sufrida.

Coronavirus y COVID-19

Existen varios tipos de coronavirus, que son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades en animales y en humanos. En los humanos, varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común, hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS). El coronavirus más recientemente descubierto es el COVID-19.

Tanto este nuevo virus como la enfermedad que provoca eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China) en diciembre de 2019. Actualmente la COVID‑19 es una pandemia que afecta a muchos países de todo el mundo.

Los síntomas más habituales de la COVID-19 son la fiebre, la tos seca y el cansancio. Otros síntomas menos frecuentes son los dolores y molestias, la congestión nasal, el dolor de cabeza, la conjuntivitis, el dolor de garganta, la diarrea, la pérdida del gusto o el olfato y las erupciones cutáneas o cambios de color en los dedos de las manos o los pies. Estos síntomas suelen ser leves y comienzan gradualmente. Algunas de las personas infectadas solo presentan síntomas levísimos.

La mayoría de las personas (el 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de tratamiento hospitalario. Alrededor de 1 de cada 5 personas que contraen COVID‑19 acaba presentando un cuadro grave y experimenta dificultades para respirar. Las personas mayores y las que padecen afecciones médicas previas( como hipertensión arterial, problemas cardiacos o pulmonares, diabetes o cáncer tienen más probabilidades de presentar cuadros graves). Sin embargo, cualquier persona puede contraer COVID‑19 y caer gravemente enferma. Las personas de cualquier edad que tengan fiebre o tos y además respiren con dificultad, sientan dolor u opresión en el pecho o tengan dificultades para hablar o moverse deben solicitar atención médica inmediatamente.

La trágica realidad nos está presentando una multitud de personas contagiadas en todo el mundo y son miles las personas que fallecen. En esta epidemia, surge una situación inesperada: no es posible despedirse del familiar gravemente enfermo de COVID, siendo imposible las expresiones de cercanía habituales y quedan ideas de culpa, faltan muestras físicas de apoyo, etc.

Duelo en tiempos de coronavirus

El duelo, como un proceso de adaptación, implica un ritual para despedir a la persona que muere, que ya no está. Durante este ritual de duelo, abrazamos y besamos a nuestros seres queridos, así como estamos cerca de la persona que hemos perdido, donde la velamos, la vemos (y quizá, la tocamos por última vez). En los casos de COVID, las restricciones son severas: no se permite la asistencia y lo más probablemente es que no se le haya podido dar una despedida tradicional o como se hubiera querido y nuestros familiares y amigos mueren en la distancia, sin poder dar un beso, una ultima mirada o un ultimo abrazo. Aún así, se pueden llevar a cabo actuaciones para homenajear o despedir a tu ser querido: es posible leer una carta, incluir un objeto en el ataúd, poner su canción preferida por ejemplo, y retransmitirlo por video o llamada. Serán acciones de carga simbólica y emocional, que permiten conectar con las emociones y el dolor, mientras ayudan a integrar lo sucedido.

La restricción de la asistencia de personas, sin abrir el féretro, sin contacto físico con los seres queridos, sin calor humano, no poder abrazarse, no poder saludarse, no tener expresiones de afecto, donde las emociones por la pérdida, llega a ser inhumano, pero son medidas que no pueden faltar dada la situación. Las gestiones se realizan en soledad: recoger las pertenencias del familiar, no poder acudir o tener que asistir por separado al cementerio en un proceso rápido, todo esto contribuye al inicio de un duelo complicado y sin poder hacer un buen cierre con nuestros seres queridos.

En estas circunstancias, es normal quedarse bloqueado por la culpa del tipo: “tendría que haber hecho o dicho algo más” o sentir la rabia (“maldito gobierno, no hicieron todo lo necesario en el hospital”) o una tristeza profunda (“no voy a dejar de sufrir nunca”), que nos impida avanzar en el replanteamiento de la vida sin la persona querida. Por lo tanto, en estos casos es posible que lleguemos a desarrollar un duelo patológico.

Qué hacer en estos casos de duelo:

  • Hay que buscar momentos para realizar rituales de despedida. Tener espacios para hablar de la persona fallecida, recordarla y compartir experiencias, observar fotos, recordar actividades compartidas, etc. (es decir, generar apoyo entre la familia). El núcleo familiar no va a poder juntarse, pero sí podrá hablar por teléfono.

  • Se puede preparar una reunión virtual vía Skype o mediante WhatsApp y organizar una despedida, aunque no se pueda estar juntos.

  • Acordar una hora y hacer un homenaje a esa persona contando anécdotas, escribiendo en las redes sociales o, por ejemplo, encendiendo velas a la misma hora. Se puede crear un grupo o hacer una página para esa persona y que, cada miembro escriba lo que siente, suba fotografías y comparta sus sentimientos. Si no te sientes con fuerza para compartir la pérdida de forma conjunta, puedes hacerlo de forma más íntima o tú solo. Escribe un poema, un diario o una carta contando cómo te sientes o qué le dirías a esa persona. También puedes hacer dibujos si no te salen las palabras. Hazlo del modo que mejor te haga sentir.

  • Escribir sobre el vínculo que se tuvo con la persona que ya no está y cómo queremos que siga presente en nuestra vida, cuales son nuestros sentimientos y emociones o qué necesito. Tenemos que asumir que “estamos aislados pero no solos”.

  • Es importante incluir a las personas con diversidad funcional y a los niños en estos rituales, explicándoles de forma clara y natural la situación, valorando la edad y capacidades de cada uno y de qué forma pueden participar.

  • Crea un espacio en alguna estancia para el recuerdo. Elige una foto, decóralo como te guste, con velas o flores o, incluso, con objetos de esa persona. Cada vez que lo necesites, ve a ese rincón y exprésate. Cuéntale cómo será tu vida a partir de este momento, recuérdale qué cosas te gustaban y despídete si lo necesitas.

  • En la última etapa del duelo (aceptación) te despides de la persona fallecida recolocándole en tu vida, en un nuevo lugar, con consciencia de que no está.

  • No recurrir a fármacos (si no es muy necesario) que limiten la elaboración del duelo. No abusar de medicamentos o del alcohol, para mitigar el dolor. Si te sientes desbordado, es mejor recurrir a un profesional disponible de forma telemática para acompañarte en tu proceso.

  • Es importante recordar a la persona que perdiste, como queda presente y dar valor a lo que enseñó y transmitió, así como lo que llegaste a vivir con esa persona en vida, sin sentir culpa por no poder acompañarla hasta el final, puesto que has hecho lo posible.

  • Se debe recordar que el duelo tiene dos partes para poder avanzar: el trabajo emocional de ir aceptando poco a poco y seguir funcionando en el día a día; se recomienda distraerse frente a la tristeza, buscando diferentes actividades (de momento en casa), aceptando la tristeza.

  • Los actos de grupo hay que postergarlos a que todo esto pase, pero puede haber más iniciativas. Cuando pase esta crisis sanitaria, quizá sea oportuno hacer un acto especial como despedida pendiente, y coincida el entorno cercano. O quizá ya no sea oportuno.

No olvides el autocuidado

  • Procura cuidar tu alimentación y tus tiempos de descanso. Intenta mantener tus horarios y escuchar a tu cuerpo, si necesitas bajar el ritmo, hazlo, permítete recuperarte, pero no te abandones.

  • Practica ejercicio, busca una ocupación como cocinar, leer, meditar y aprovecha algún rayito de sol en el balcón o la ventana.

  • Busca ayuda para gestionar tus emociones, ya sea dentro de la familia y amigos o con psicólogos profesionales especialistas en duelo. También pueden ser de gran ayuda las líneas telefónicas facilitadas por el estado (centro de salud, cruz roja, policía, etc.).

  • Evita sobrecargarte con información que te “contamine”, busca actividades que te relajen, no tomes decisiones muy importantes y no te exijas demasiado.

Para concluir, el duelo como un proceso normal no necesita en primera instancia, una intervención psicológica (siempre y cuando la persona afectada cuente con los recursos adecuados, tanto internos como externos, para hacer frente a la perdida del ser querido). En los casos en los que cueste superar la elaboración del duelo, éste puede convertirse en un problema (duelo patológico). Si esto sucede o antes de que suceda, conviene acudir a un profesional de la salud mental (psicólogo o psiquiatra) para que dé las indicaciones.

Categorías: Duelo

Ana Ospina

Psicologa clínica y forense

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