Se trata de un trastorno de ansiedad, que consiste en tener miedo a padecer de un ataque de pánico en lugares en los que no se puede recibir ayuda y normalmente genera miedo a los espacios abiertos, manifestándose como un miedo irracional en espacios como grandes avenidas, parques, entornos naturales, etc. Como lo indica la etimología de la palabra, “fobia” significa miedo y “ágora” significa plaza, según el griego.
Sin embargo, no equivale necesariamente al miedo a los espacios abiertos o públicos. Percibir espacios abiertos y/o muy concurridos tiene un papel fundamental a la hora de desencadenar el ataque de pánico que se presenta en las personas con agorafobia, pero el miedo no lo produce el espacio abierto en sí mismo, sino el hecho de encontrarse expuesto a ese lugar. Es el aspecto crucial del ataque de pánico, el muchas veces se pasa por alto.
Entonces, la agorafobia puede definirse como la ansiedad que se presenta al sentirse que no se está en un contexto seguro y donde es difícil recibir ayuda ante una crisis de pánico. Se le conoce también como el “miedo al miedo”, es decir, sus síntomas se basan en una fuerte angustia que se produce por situaciones en donde la persona que la sufre, se siente desprotegida y vulnerable a una crisis de ansiedad que se escapa de su control.
En la agorafobia se produce un círculo vicioso, que una vez iniciado es difícil detener: se teme presentar síntomas de ansiedad y de un ataque de pánico, pero se genera ansiedad y el ataque de pánico debido a ese miedo, lo que favorece a su aparición. Es un trastorno que se fundamenta en “la profecía autocumplida” (falsa creencia que, directa o indirectamente, lleva a su propio cumplimiento), es decir, se basa en la anticipación de los síntomas de un ataque de pánico (ansiedad anticipatoria). Por lo tanto, en la agorafobia hay un bucle basado en el miedo (un circulo vicioso e pensamientos recurrentes, del que es difícil escapar). En este sentido, la agorafobia se alimenta a sí misma, a través de la anticipación de las sensaciones desagradables asociadas a esta crisis y de los peligros que conlleva perder el control sobre los propios actos.
El modo en el que se manifiesta la angustia, reproduce la estructura de bucle: no se teme al espacio abierto, sino a la posibilidad de sufrir un ataque de pánico o una crisis de ansiedad por el hecho de estar ahí, así como a la vez, a las consecuencias de estar en ese lugar cuando eso ocurra. En conclusión, la agorafobia consiste en el miedo a perder el control sobre la propia activación fisiológica y en el resultado que esto puede conducir, así como el miedo a las sensaciones subjetivas de malestar. Esto explica que la agorafobia se presente, además de espacios abiertos, en un ascensor por ejemplo o en cualquier lugar que no sea la propia casa. La agorafobia se manifiesta en cualquier sitio que se perciba como inseguro o lo que es lo mismo, en el que tenemos menos control de las cosas.
Es importante añadir que los síntomas de la agorafobia no siempre son los mismos y diversas situaciones pueden desencadenar el ataque de pánico puede. Es tan subjetivo el trastorno, que los estímulos que la provocan (situaciones y/o sitios), pueden ser diferentes para casa persona.
Es usual que una persona con agorafobia sea diagnosticada además con un trastorno de pánico (caracterizado por ataques de ansiedad debido a causas internas, no relacionadas con cómo se percibe el entorno, que se dan incluso cuando la persona está en un lugar “seguro”) o de estrés postraumático (ansiedad que se experimenta después de sufrir un evento traumático), en tanto que se solapan varios de sus síntomas.
Causas
A ciencia cierta, no se sabe qué causa la agorafobia exactamente. Sin embargo, se ha detectado una relación entre este trastorno y una anormalidad en los niveles de serotonina (bajos niveles de este neurotransmisor) en ciertas partes del cerebro. Los bajos niveles de serotonina pueden ser causados por una mutación genética, pero también, por una descompensación química originada por ciertas experiencias, por el consumo de ciertas sustancias o por ser el producto de todo esto a la vez. Es necesario destacar que no hay una única causa de la agorafobia, sino que hay muchas.
La agorafobia aparece y se expresa a través de factores biológicos y genéticos, pero igualmente, por factores culturales y basados en los aprendizajes (y asociaciones) que ha tenido cada persona, que constituyen sus recuerdos.
Muchas veces ocurre, cuando una persona ha tenido un ataque de pánico y comienza a tener miedo de situaciones que podrían llevar a otro ataque.
Características de la agorafobia
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Se presenta al estar expuestos a lugares abiertos, muy concurridos o poco familiares, produciendo un fuerte sentimiento de angustia.
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El sentimiento de angustia es tan intenso que la persona adopta la estrategia de vivir evitando este tipo de lugares, provocando una gran repercusión negativa en su calidad de vida.
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Los brotes de ansiedad y angustia no se pueden explicar por otros trastornos.
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Juega un papel fundamental en el trastorno el miedo de llamar la atención de desconocidos o de hacer el ridículo por culpa de la crisis de ansiedad.
Para diagnosticar el trastorno, es importante tener en cuenta si la persona percibe lo que le ocurre, como algo que limita su calidad de vida (es decir, que represente un malestar clínicamente significativo para la persona y que sea incapacitante). La existencia de un trastorno por agorafobia depende de los síntomas, pero también del contexto en el que se dan, tanto en lo subjetivo (¿el paciente cree que es problemático?), como el lo objetivo (¿aparecen los síntomas cuando la ansiedad es injustificada?).
Síntomas
Físicos:
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Asfixia o dificultad para respirar (disnea)
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Taquicardia
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Molestia, dolor torácico o presión en el pecho
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Mareo y/o desmayo
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Sensación de inestabilidad, entumecimiento u hormigueos
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Nauseas o malestar estomacal
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Escalofríos repentinos o enrojecimiento
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Malestar estomacal
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Sensación de pérdida del control
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Sudoración excesiva
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Temblor
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Miedo a morir
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Temor de quedarse solo.
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Miedo de estar en lugares donde el escape podría ser difícil.
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Sentir miedo a perder el control en un lugar público.
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Tener dependencia de otros.
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Sentimientos de separación o distanciamiento de los demás.
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Sentimientos de desesperanza.
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Sensación de que el cuerpo y/o el ambiente es irreal.
Tratamiento
Con fármacos
Suele utilizarse antidepresivos (ISRS) y ansiolíticos (clonazepam y diazepam). Sin embargo, estos medicamentos deben tomarse sólo bajo estricta supervisión médica y con receta. No se utilizan para curar el trastorno, sino para sobrellevar sus síntomas. Debe tenerse en cuenta que se pueden presentar efectos secundarios y adversos.
Con terapia psicológica
La terapia más destacada para intervenir en este tipo de trastorno es la conocida como Terapia Cognitivo-Conductual, que tiene beneficios comprobados científicamente. Sus beneficios tienden a perdurar más en el tiempo que los beneficios de los fármacos tras la ultima dosis. Es una intervención breve y no tiene efectos secundarios.
Su desventaja en comparación con el tratamiento farmacológico es que los progresos se perciben con una mayor lentitud e implica un esfuerzo por parte del paciente, así como requiere que se enfrente a situaciones desagradables para generar una mayor resistencia a aquello que se teme, con supervisión profesional y en un ambiente controlado.
Con este enfoque psicológico, se trabaja las creencias irracionales sobre el trastorno, así como sus hábitos y acciones cotidianas, para que los cambios a nivel mental y comportamental se refuercen entre sí. Igualmente es frecuente recurrir a técnicas de relajación para entrenar la capacidad de gestionar la ansiedad.
Se recomienda en estos casos una intervención tanto farmacológica, como psicológica, para disminuir los efectos inmediatos del trastorno y entrenar al paciente para que sea capaz de exponerse a las situaciones temidas y para gestionar la ansiedad.
Referencias:
Bados, A. (2005). Agorafobia y pánico. Universidat de Barcelona: http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/358/1/115.pdf
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